Cuestión de perspectiva
El cine, como forma de expresión, siempre ha servido para mostrar problemáticas que reflejan o señalan el estado actual de la sociedad, de las diferentes culturas en el mundo y, como no, de las inquietudes individuales de los artistas. Hoy en día hay una gran variedad de puntos de vista y abundan todo tipo de temas de interés sobre los que hablar, hecho muy presente cuando uno estudia el programa de la Berlinale de este año. Un amplio rango de temáticas, múltiples formas de expresarlas e, incluso, diferentes ángulos para abordar el proceso creativo en el cine han tenido lugar en el certamen berlinés, desde narrativas convencionales a propuestas más cercanas al video arte o de corte experimental. En una charla que tuvo lugar en el marco del festival, Tsai Ming-liang dijo que un director no es un contador de historias, y aunque es cierto que la mayoría de las películas tenían un carácter narrativo, también había espacio para propuestas como Wu Suo Zhu (Abiding Nowhere), del propio director chino-malayo, la décima entrega de la saga Walker. En ella, el actor Lee Kang-Sheng vuelve a vestirse de monje para caminar por el mundo lo más despacio posible, un despliegue de paciencia y autocontrol que invita a la contemplación de imágenes tan espectaculares que bien podrían servir de fondo de pantalla. El filme está alineado con otra idea que comentaba Ming-liang en la charla, y es que le gustaría que desapareciera la barrera entre cine y museo, un concepto del séptimo arte muy similar al que postulaba la directora Anna Cornudella en la entrevista que tuvimos ocasión de hacer con ella. Su debut, The Human Hibernation, destaca por encarar con originalidad la propia creación de la película, mezclando realidad y ficción en base a rodar entrevistas reales para luego adaptarlas al mundo diegético que ha creado. Como explica Cornudella, el filme surgió de una investigación y, aunque dispone de una mínima narración, esta sirve más como base para un ejercicio de imaginación y construir un mundo sobre la hipótesis de que los humanos deben hibernar varios meses al año.
En la vertiente más narrativa, en un ejemplo de abordar temas complejos desde lo simple (aparentemente) y pequeño, Small Things Like These inauguraba el festival berlinés, película dirigida por Tim Mielants (serie Peaky Blinders) repitiendo con el actor protagonista Cillian Murphy (nominado al Oscar a mejor actor por Oppenheimer en el momento de escribir este texto). Escrita por Enda Walsh, guionista junto con Steve McQueen de Hunger (2008), la película adapta la premiada novela del mismo nombre de Claire Keegan, que a su vez se basaba en las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda. Estas lavanderías eran instituciones que albergaban a lo que denominaban “mujeres caídas”, que podían ser desde prostitutas a madres solteras, y allí eran obligadas a trabajar sin remuneración y en condiciones nefastas. En el filme, Bill Furlong (Cillian Murphy) descubre una de estas lavanderías en el convento local de New Ross, lo que provocará un dilema moral al que deberá hacer frente al mismo tiempo que le asaltan flashbacks de su niñez, impregnados de remordimientos y que acentúan su ansiedad ante la situación, asociando la pérdida de su madre con las mujeres olvidadas a su suerte en el convento. El actor irlandés consigue desde el silencio transmitir la melancolía y la angustia contenida del atormentado Furlong, lo más destacable junto con la brillante fotografía que, además de la iluminación, consigue una estética hipnotizante con el uso de la distancia focal. En este contexto, el director Mielants se basa en las sutilezas y la sugerencia para dar a entender la complejidad del asunto y, a medida que la lucha interna de Furlong se intensifica, se percata de que los habitantes del pueblo deciden ignorar activamente lo que ocurre en el convento, ya sea por miedo o conveniencia. El espíritu reivindicativo que denuncia la complicidad indirecta encaja con el carácter de la gala y del propio festival en general, que cuenta con una dirección que no se ha resignado al silencio y han dejado claras sus opiniones políticas en todo momento.
Desde una perspectiva más fantástica estaría, aunque con truco, la nueva obra de Rose Glass. Su debut Saint Maud (2019) ya mostraba a un personaje complejo cuya subjetividad transportaba al espectador a un mundo que mezclaba lo real con la imaginación de la protagonista. Esta idea se repite en su nueva obra Love Lies Bleeding cuando, desde la perspectiva de la culturista Jackie (Katy O’Brian), el mundo a su alrededor se deforma ante sus ojos y su propio cuerpo se transforma en su obsesión por alcanzar la plenitud física. Glass enfatiza esta subjetividad insertando brevemente elementos sobrenaturales y utilizando por momentos una estética típica de películas de terror. El filme también cuenta con Kristen Stewart en el papel de Lou, hija de un peligroso mafioso interpretado por Ed Harris, y de un modo similar a Furlong, el personaje de Stewart tendrá que decidir si posicionarse activamente contra su padre o seguir mirando para otro lado. Su encuentro con Jackie supondrá la chispa que le sacará de la pasividad en este thriller romántico con esteroides de por medio y pequeñas dosis de humor.
También en A Different Man, una extraña y esperpéntica propuesta de ciencia ficción de la mano de Aaron Schimber, hay transformaciones corporales, aunque en esta ocasión tirando más de humor. La idea del argumento es muy similar a Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997) pero con una vuelta de tuerca: Edward (Sebastian Stan, el Soldado de Invierno en el universo Marvel) sufre una deformación en la cara que le impide tener una vida normal. Tras someterse a un tratamiento experimental, su cara se transforma por completo y decide empezar una nueva vida adoptando una nueva identidad en base a su renovado aspecto. Además de la semejanza en la historia, A Different Man dispone de lo que a todas luces parece un guiño a la película de Amenábar cuando Edward se para ante un hombre estatua y le mira fijamente, como hiciera Eduardo Noriega con Penélope Cruz en la cinta española. La idea argumental explicada solo es la semilla que da rienda suelta a un rebuscado guion cuya complejidad aumenta a medida que avanza, sumándose capas a la narrativa que ya de por si está repleta de detalles con significado narrativo o simbólico, como pueden ser una máquina de escribir roja o una gotera en el techo. En este aspecto la película recuerda especialmente a los guiones de Charlie Kaufman, no solo en su fijación de mimar hasta el más mínimo detalle del guion, si no hasta en motivos recurrentes meta ficticios como cuando Edward se representa a sí mismo en una obra de teatro sobre su vida. Es interesante ver como el rocambolesco guion de Schimber sirve como reflejo de la importancia de los puntos de vista a la hora de encarar una historia, ya que Edward tendrá que replantearse su perspectiva de sí mismo al descubrir la visión real que los demás personajes tienen de él.
Cambiando de género, vamos ahora con películas buscan contar historias desde lo siniestro. A pesar de que tanto Cuckoo como Des Teufels Bad (Devil’s Bath) pertenecen al género del terror, ambas suponen otro ejemplo de la variedad del lenguaje cinematográfico presente en el programa. La austriaca Des Teufels Bad, dirigida por Veronika Franz y Severin Fiala (directores de Buenas Noches, Mamá, 2014) y producida por Ulrich Seidl, supone una aproximación más real y sórdida al género, un viaje psicológico sin adornos ni fantasía donde la incomodidad y el desconcierto están siempre presentes, jugando a mostrar el punto de vista de Agnes (Anja Plaschg), la protagonista, pero desde un ángulo objetivo y externalizado. Tilman Singer, por su parte, sigue en Cuckoo con la tónica esperpéntica de otras películas del festival como A Different Man o incluso L’Empire de Bruno Dumont y no le faltan los elementos fantásticos. Singer bebe de los clichés propios del terror, siempre apostando por la exageración y dotando de cierta personalidad la forma de presentar las escenas, ya sea con sugerentes movimientos de cámara, la estrambótica dirección de arte o con un brillante montaje que encierra a los personajes en bucles desconcertantes. A destacar la escena en la bicicleta, cuando la protagonista Gretchen (Hunter Schafen) descubre una sombra abalanzándose sobre ella desde detrás. De este modo, el director alemán abraza la locura en un filme disparatado de desarrollo errático pero que cuenta con momentos realmente delirantes (y grotescos) como es el trayecto final, cuando múltiples personajes se dan encuentro en un cruce de intereses y disparos: un monstruo, un falso poli, Gretchen y su hermana, además de un Dan Stevens con una extraña forma de tocar la flauta, todos juntos en un frenético y disparatado enfrentamiento que por momentos roza lo absurdo.
Ya para acabar, con una perspectiva mucho más personal, íntima y minimalista tendríamos ejemplos como la nueva película de Olivier Assayas, Hors Du Temps, o la japonesa Yoake No Subete de Shô Miyake. La primera se sirve de la comedia para recrear el periodo del confinamiento con carácter autobiográfico por parte del director francés, sirviéndose de la cotidianidad y el carisma del reparto (especialmente Vincent Macaigne), dejando que los recuerdos del pasado irrumpan por momentos en este lapso temporal en el que parecía que el mundo se había detenido. En este contexto, dos hermanos deben convivir a pesar de sus diferentes estilos de vida y de sus distintos puntos de vista de la pandemia y el covid. De un modo similar, Miyake retrata a dos personajes entrañables que se ven unidos al compartir sus problemáticas personales y, desde la comprensión mutua, tratan de ayudarse el uno al otro: Misa Fujisawa (Mone Kamishiraishi) experimenta síndrome premenstrual y Takatoshi Yamazoe (Hokuto Matsumura) sufre ataques de pánico. Una vez más las perspectivas juegan un papel clave, en esta ocasión a la hora de valorar la condición de los protagonistas, que parece variar cuando se juzga a Fujisawa o a Yamazoe. Con ritmo calmado y sentido del humor, Yoake No Subete mantiene un tono ligero sin especial énfasis en el drama, permitiendo así un filme simpático y fácil de ver.
La maleabilidad del cine y la variedad de los puntos de vista individuales ofrecen infinitas combinaciones a la hora de crear películas, dando pie al ecléctico programa de la edición 74º del Festival Internacional de Cine de Berlín. Si a esto le sumamos que cada espectador, cada uno con su perspectiva personal la cual puede variar según el contexto, dispone de una interpretación propia de cada proyección, las posibilidades no dejan de aumentar.