Catorce años y doce películas después de su debut, Hong Sang-soo estrenaba Oki’s Movie (2010), film que formó parte de la programación de la primerísima edición del D’A, cita cinéfila anual en la que ya es costumbre asistir al preestreno de las producciones del cineasta coreano, que suelen llegar a nuestras salas de la mano de Atalante.
Oki’s Movie, o como podría haberse llamado aquí, “La película de Oki”, divide su narrativa en cuatro partes que giran alrededor del mismo tema: un triángulo amoroso. Estamos frente a las cuatro estaciones del amor, donde podemos vivir, a través de sus personajes, tanto el nacimiento y la muerte de las relaciones, como los momentos de dudas y las odiosas comparaciones, así como la falta de confianza, tanto en el otro como en nosotros mismos.
En «Un día para el encantamiento»conocemos el presente de los protagonistas masculinos: Jingu trabaja en la universidad donde estudió —y donde conoció a Oki— mientras sigue realizando algunos cortometrajes; el personaje de Song, ex-profesor de Jingu y ahora su compañero, propone un juego de perspectivas sobre las facetas que proyectamos hacia nuestro entorno: dependiendo de quién hable de él nos parecerá una persona detestable o un buen tipo.
En esta primera parte se representa la desigualdad de poder a través de dos dinámicas distintas: por un lado, Jingu y una de sus alumnas discuten sobre cómo debería ser la pieza de la joven (o más bien, sobre cómo le gustaría a él, presuntamente más experto, que ella abordara su guion); inmediatamente después vemos a este conversando con Song sobre la relación entre cine y dinero, quedando, en este caso, la opinión del veterano por encima. De esta manera se dibuja una especie de paralelismo con la escena anterior en la que Jingu ocupa ambos espacios: empieza adoptando un rol dominante para abandonarlo enseguida y tomar el de sumiso.
El resto de la cinta, presentada bajo los títulos «Rey de los besos, «Después de la tormenta de nieve» y «La película de Oki», nos lleva de vuelta al pasado en tres capítulos explicados desde la perspectiva de ella. En la segunda parte toma cuerpo el triángulo que da cuerda a la trama del film: mientras Jingu se enamora perdidamente de Oki, llegando incluso al acoso, la joven le confiesa su amor platónico por Song a una amiga, aunque acaba cediendo ante la insistencia de su compañero de clase
En la tercera pieza, un encuentro académico entre los protagonistas los sitúa en el mismo plano por primera vez. Después de un fuerte temporal, Oki y Jingu serán los únicos alumnos que asistan a la última clase de Song, que está a punto de tomarse un descanso para rodar su siguiente película. Este fragmento, que apenas dura diez minutos, funciona para observar las razones por las que Oki se siente atraída por Song: a través de la conversación entre los tres se describe el personaje del profesor. Si bien la cámara lo capta por encima ellos, que están sentados frente a él, las respuestas a las preguntas de sus estudiantes no destilan esa superioridad repelente del que se sabe mejor que el otro, sino que más bien ofrece unos cuantos consejos alentadores sobre temas como el amor, la vejez o el propio cine, apoyándose en el ingenio y su experiencia como ser humano, huyendo de la ventaja intelectual que su posición le otorga.
La última parte podría entenderse a modo de síntesis de la cinematografía de Hong Sang-soo, una especie de zona de confort donde bailamos entre variaciones de los mismos conflictos, a menudo relacionados con la frustración o la no correspondencia emocional. Los últimos minutos muestran la película de Oki, quien a través de su pieza audiovisual busca revisionar su pasado sentimental. En ella nos explica dos relaciones mediante dos excursiones a un mismo lugar, el monte Acha: una primera salida con Song, un 31 de diciembre, y un segundo paseo junto a Jingu dos años más tarde, durante el inicio del noviazgo. El acertado uso del montaje paralelo nos muestra pequeños cambios entre situaciones casi idénticas, donde el comportamiento de Oki apenas muta y es en ellos donde observamos nimias alteraciones. Sang-soo utiliza este relato metacinematográfico —tan presente en sus películas— para reflexionar sobre cómo la nostalgia a veces nubla nuestro presente, idealizando un pasado que a menudo queda distorsionado por el paso del tiempo y, también, por un ahora poco alentador.