En 2013, en la edición 66 del festival de Locarno, se proyectaba Our Sunhi, la película del director Hong Sang-soo por la que le concedieron el Leopardo de Plata al mejor director. En el filme, la recién graduada Sunhi solicita una carta de recomendación para poder seguir estudiando en Estados Unidos. Para ello, se reunirá con un antiguo profesor y, por intervención del azar, se reencuentra con dos conocidos más que reaparecen del pasado, provocando un punto de inflexión tanto en su vida como en la de los tres hombres con los que habla.
Los seguidores y los conocedores de la obra del director surcoreano probablemente ya tienen una idea de lo que se van encontrar. Conversaciones extendidas en el tiempo, habitualmente acompañadas de comida y, sobre todo, bebida, donde la cotidianidad de los temas dan pie a reflexiones profundas sobre la vida (en gran parte sustentadas por la influencia del alcohol). En Our Sunhi, la protagonista parece dejar huella, sin ella ser demasiado consciente, en los tres hombres con los que se reúne: un antiguo profesor, un exnovio y un director. Entre encuentros fortuitos, los caminos de los personajes se cruzan, se reconocen y hablan entre ellos, sin llegar a coincidir todos en un mismo lugar. Por caprichos del destino, también condicionados por los conocimientos compartidos del círculo de protagonistas, sí que acaban visitando los mismos sitios y, influenciados entre ellos, repitiendo las cosas que escuchan de los demás. Estos lugares a los que los personajes acuden con frecuencia y el intento de reproducir lo que les han contado da pie a la característica repetición de situaciones de Sang-soo, además de una canción recurrente que suena ocasionalmente y parece despertar emociones escondidas en sus oyentes. En los días en los que Sunhi espera la carta de recomendación, el azar interviene para hacerle reflexionar sobre su futuro, los lazos que le unen a los demás, los cuales se desvelan a medida que avanza el metraje, y sobre sus deseos internos.
El estilo tan minimalista de Sang-soo pone todo el peso en los diálogos. Con planos fijos, apenas hay unos pocos zooms que enfaticen un momento de la conversación y ocasionalmente algún movimiento de cámara, ya sea para reajustar el encuadre o buscar a alguien fuera de plano. La cotidianidad, en todo su esplendor, no hace más que acrecentar la magia azarosa de los encuentros en Our Sunhi y eleva las inquietudes de los personajes. Al final, hay algunas que todas las personas comparten: dudas sobre el futuro, sobre sus relaciones, las oportunidades en la vida… pero al mismo tiempo cada uno tiene su propio universo en su cabeza. Aunque aprendemos y nos influencianos los unos a los otros, el recuerdo que forma el cerebro es una reinterpretación del pasado, y son esas construcciones lo que forma nuestra memoria y nos hace únicos.
En Our Sunhi, los cuatro protagonistas parecen buscar respuestas a sus problemas en el resto de personajes o, al menos, la certeza de que todo irá bien, de que los caminos que siguen van en una buena dirección. Sin embargo la solución de cada persona puede desembocar en decisiones incompatibles, en caminos que inevitablemente se acaban separando y acaban en distintas destinaciones. Algo tan común y cotidiano que no requiere de recursos grandilocuentes para dejar claro el drama que supone, tan solo, al más puro estilo de Sang-soo, dejar que los personajes hablen, coman y beban mientras sus pensamientos afloran a la superficie.