Thinestra

Thinestra, de Nathan Hertz

Seguramente se podría despachar Thinestra como una mera exploitation de La sustancia (The Substance). Habría que considerar, sin embargo, que antes de aquella estuvo el anime coreano Beauty Water (Gigi Goegoe Sunghyungsoo, Cho Kyung-hun, 2020) y que nadie se molestó en señalar como el posible origen/inspiración del éxito body horror del pasado año. Thinestra, por su parte, no oculta en absoluto las referencias pero se mueve en otro ámbito más mundano, como los propios personajes de la cinta. En este caso se trata de una joven, responsable de los retoques digitales de productos publicitarios, que se siente insatisfecha con su cuerpo, que es mortificada por una madre más editada que las obras en las que trabaja y que se siente incapaz de establecer relaciones por su supuesta falta de atractivo. Una misteriosa, asténica, modelo (a la que ella retoca con tanta envidia como desprecio) le ofrece una medicación mágica para adelgazar. A partir de ahí la trama asume algunas de las variaciones posibles de una historia creíble y esta modesta pero efectiva Thinestra se orienta más al gore que al body horror, Mr. Hyde mediante.

Aquello, no obstante, que hace más interesante a la película radica en la modestia de la producción. Sea decisión del director por falta de presupuesto o por apuesta conceptual, la única evidencia de la transformación que se produce, se ve por la sensación de ella y por el cambio de vestuario y, en definitiva, de actitud. No hay cambio de actriz protagonista ni efecto especial alguno y la protagonista aparece a los ojos del espectador exactamente igual antes y después de la supuesta mutación. Más allá de los sangrientos efectos secundarios, Thinestra parece ser un simple placebo, sin efecto alguno sobre el físico. Si leemos de este modo la obra de Nathan Hertz, obtenemos una conclusión interesante en cuanto la percepción del cuerpo, para bien o para mal, depende de la psicología o la mentalidad de cada uno antes de la autentica forma física. Algo a considerar para conciliarnos con nuestra altura, nuestras narices o nuestros michelines antes de someternos a cirugías o a terapias mucho mas peligrosas de lo que se cree.