VIII Festival de Cine por Mujeres

Pequeños festivales, grandes resistencias «Servimos para filtrar, comisariar, enriquecer y agregar sentido a la oferta cinematográfica. Somos prescriptores de contenido, laboratorios de ensayo, puntos de encuentro para el sector y oasis para el público.» —Carlota Álvarez Basso y Diego Mas Trelles La VIII edición del Festival Cine por Mujeres Madrid arrancó con una especie de promesa; pequeña, tal vez, pero que termina creciendo hasta volverse urgente. Carlota Álvarez Basso y Diego Mas Trelles, directores del festival, nos sacudieron con un manifiesto en defensa de esos festivales que sobreviven sin mucho ruido, pero sostienen una conversación que nadie debería dar por sentada. El teaser del festival vuelve a recordárnoslo: mujeres filmando, sosteniendo la cámara, escribiendo guiones, montando imágenes, dirigiendo miradas, produciendo encuentros, componiendo música, interpretando vidas, riendo, llorando, gritando; mujeres subtitulando, llenando salas, creando escuela. Mujeres restaurando memoria y haciendo historia. Además de su programación, el festival destaca por sus actividades profesionales y formativas. Este año, el Espacio Fundación Telefónica acogió, con un encanto especial, el idiolecto de María Adell, a cargo de la conferencia El estrellato femenino en España: breve recorrido por la historia del cine español a través de sus actrices. Adell habló de la posibilidad de que las estrellas encarnen tensiones sociales, de cómo cada época tiene su mujer-mito. ¿Por qué Marilyn Monroe? ¿Por qué Sara Montiel, o “Sara Show”, como ella misma prefería llamarse? Desde Raquel Meller, primera estrella transnacional del cine español, hasta las “nuevas mujeres” de la Transición (Carmen Maura, Mercedes Sampietro, Victoria Abril, Ángela Molina), Adell nos tuvo en vilo, haciéndonos desear que siguiera toda la noche hablando de esa feminidad exclusiva y desbordante de nuestras actrices. No hubo monólogo eterno, pero seguimos disfrutando de su lenguaje junto a Pilar Castro, que atraviesa un momento delicioso de su carrera tras la serie Furia. Cercana y lúcida, nos regaló muchos instantes de verdad, especialmente cuando habló de lo que significa sostener una carrera sin renunciar a la edad. Esperamos verla muchos años más interpretando mujeres de su tiempo, que también las hay, con historias que contar. El paso por estas conferencias fue mi estreno en el festival, pero la VIII edición de Cine por Mujeres tuvo su presentación unos días antes, con la gala de inauguración en los Cinesa Proyecciones y el visionado de Vie Privée, de Rebecca Zlotowski. En la Cineteca, la Competición Internacional desplegó una selección llena de matices: Jakobs Ross de Katalin Gödrös, Happyland de Evi Romen, Happy Birthday de Sarah Goher, Kevlarsjäl de Maria Eriksson-Hecht, Wrangler de Eun-sun Seo, Alpha de Julia Ducournau… Títulos distintos que, puestos en secuencia, dialogan entre sí. Cada película en su espacio, con su temperatura y su público. Pero la Sala Berlanga volvió a ser otra cosa. Una casa aparte. Allí se reunió la Competición Española, con doce películas que, de las que he podido ver, dejan una sensación de madurez, menos ansiedad por destacar, más deseo de dialogar. De las que aún no he visto, tomo nota (y ganas): La furia, de Gemma Blasco; Lo que queda de ti, de Gala Gracia; La buena letra, de Celia Rico; Sorda, de Eva Libertad; y Jone, batzuetan, de Sara Fantova. De las que sí vi: La buena suerte, de Gracia Querejeta, basada en la novela de Rosa Montero, con Megan Montaner, Hugo Silva y Miguel Rellán. Una película pequeña pero luminosa que rescata temas universales: dónde reside la verdadera riqueza y qué belleza hay en dos personas heridas que se hacen refugio. Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa. A estas alturas, pocas personas no habrán oído hablar de ella. Corred al cine: podríamos hablar largo y tendido de sus personajes, planos, colores y su excepcional banda sonora. Una obra maestra que, sin duda, se quedará con nosotros en nuestro imaginario mucho tiempo. Una quinta portuguesa, de Avelina Prat, distinta, con un Manolo Solo sabio y contenido, capaz de usurpar la identidad de un jardinero. Extraña, intrigante y sorprendentemente accesible para muchos tipos de público. Los Tortuga, de Belén Funes, entre Jaén y Barcelona, el duelo de madre e hija, la dureza del amor. Una maravilla, con interpretaciones poderosas de Antonia Zagers y Elvira Lara. La niña de la cabra, de Ana Asensio. Un hallazgo delicado (en su acepción más frágil), con ternura en la amistad de sus niñas protagonistas, aunque con ciertos excesos de guion. Y Romería, de Carla Simón: una caricia suave a un carillón de lunas llenas. Marina, adoptada desde pequeña, viaja a Vigo para encontrarse con la familia de su padre biológico. Su llegada despierta un pasado enterrado. Valiente y emotiva por la parte biográfica de su directora, con un elenco brillante, en especial sus dos jóvenes protagonistas, Mitch y Llucía Gracia. Quedé también con ganas de ver Tre Ciotole (Tres adioses), de Isabel Coixet, que vuelve a mezclar amor y comida como hizo en Foodie Love, y también el documental Dolores Ibárruri. La Pasionaria, de Amparo Climent: una visión profunda y humanizada de una figura política icónica del siglo XX. Por otro lado, Francia, país invitado, dejó su sello entre la Academia de Cine y el Institut Français. Viejas conocidas y nuevas voces: Alice Winocour, Héloïse Pelloquet, Lucile Hadžihalilović, Charlène Favier, Baya Kasmi, Diane Kurys… y, por supuesto, Crudo, de Julia Ducournau. El festival concedió este año el Premio a una Trayectoria Profesional a Zeltia Montes (España, 1979), compositora especializada en bandas sonoras, que en 2022 recibió el Goya a la Mejor Música Original por El buen patrón, convirtiéndose en la tercera mujer en lograrlo. Y de música habla también Ruido, ópera prima de Ingride Santos, participante en la Competición Española. Una película arriesgada, vinculada al mundo del freestyle y las batallas de gallos. Pensaba mientras la veía que quizá era una historia para un público muy concreto, pero al terminar supe que no. Ingride da voz, dejándonos una película necesaria por su horizontalidad, por su forma de visibilizar. Como cierre del festival, el broche final llegó con la gala de clausura celebrada el domingo 9 de noviembre en el emblemático Palacio de la Prensa de Callao. Durante el evento se proyectó el largometraje Silent Rebellion, de Marie-Elsa Sgualdo, y se llevó a cabo la esperada entrega de premios. El Premio a la Mejor Película Española 2025 fue para Sorda, dirigida por Eva Libertad, ganadora también del Premio del Público en Berlín y en Málaga, ciudad donde obtuvo su Biznaga de Oro. A continuación, el Premio Baturu a la Mejor Directora Novel 2025 (por primera o segunda película) recayó en Avelina Prat, por su obra Una quinta portuguesa. El Premio a la Mejor Película Internacional 2025 fue para Happy Birthday, de Sarah Goher (Egipto), una historia que cautivó al jurado por su mirada original y su potente narrativa visual. Finalmente, la Mención Especial del Jurado fue para el largometraje Jakobs Ross (Songs Within), dirigido por Katalin Gödrös (Suiza). Con este palmarés concluyo, celebro y pienso que este festival, en cada edición, parece repetir la misma pregunta: ¿Qué nos sostiene? Y la respuesta, por ahora, sigue siendo el cine. El cine como una sala que, por un rato, aún sigue estando llena; y que, a veces, se mantiene llena para conversar sobre la vida que nos acaricia a todos y a todas.