Paul Thomas Anderson
Artículos y críticas de películas del director Paul Thomas Anderson.
Paul Thomas Anderson (Studio City, California, 1970) es hoy día uno de los referentes incontestables del cine americano, con una filmografía tan breve y contundente como una lluvia de ranas. Cuentan sus biógrafos que es uno de esos extraños casos de espectador voraz y cineasta autodidacta, siempre un paso por delante de sus compañeros de generación. Su padre tuvo uno de los primeros VHS disponibles en el mercado, y el joven Anderson se dejaba la paga en alquileres de videoclub. Veía películas de todas las épocas y géneros imaginables (porno en cantidades industriales), pero con cierta querencia por el cine clásico americano y por tres referentes que marcarían sus primeros pasos como director: Robert Altman, Jonathan Demme y Martin Scorsese. La cinta que desgastó hasta volverla inservible fue Network, un mundo implacable (Network, Sidney Lumet, 1976), su película favorita de todos los tiempos, señal inequívoca de que su interés por las miserias del alma humana es el meollo de su filmografía. ¿Otro referente? “Todas las preguntas y respuestas de la vida están en El Tesoro de Sierra Madre (The Treasure of Sierra Madre, John Huston, 1948)”.
A los 18 años filma un cortometraje tan ambicioso que aún hoy sorprende por su calidad: The Dirk Diggler Story (íd., 1988), el germen de lo que más tarde sería Boogie Nights (íd., 1997). Anderson pasa años de trabajos mal pagados como asistente de producción en anuncios y programas televisivos, hasta ahorrar lo suficiente para pagar la matrícula del programa de cine de la Universidad de Nueva York. Dos días después de empezar, tras presentar un texto de David Mamet como si fuera suyo y recibir un aprobado raspado, se larga del campus de vuelta a California. Ese no es su sitio, él no ha nacido para escuchar sentado cómo se hace cine. Él ha nacido para ponerse detrás de la cámara y dejar a los demás con la boca abierta. No necesita que le enseñen la Historia del Cine porque ya la conoce, y suple sus carencias técnicas con un entusiasmo desbordante. Con el dinero de la matrícula, algunas apuestas en el casino y la tarjeta de crédito de su novia, financia Cigarrettes and Coffee (íd., 1993) otra pieza sorprendentemente madura que consiguió presentar en Sundance y que serviría como punto de partida para Hard Eight, Sidney (íd., 1996), su primer largometraje.
Y aquí empieza nuestro viaje sin destino conocido, el de un cineasta capaz de aunar clasicismo y modernidad, de desafiar convenciones y géneros, de dejar patente su insultante arrogancia con cada plano y cada encuadre. Este no será un recorrido lineal, ni siquiera un análisis concienzudo, más bien apuntes deslavazados, una inmersión sin bombona de oxígeno en el estilo, los personajes y los temas recurrentes de las películas de Paul Thomas Anderson. Aquí encontrarán figuras paternas huidizas, seres incapaces de suturar sus heridas emocionales, personajes a la deriva que rara vez encuentran la salvación. Una cámara enérgica como pocas, desplegándose con fluidez pasmosa por espacios y rostros, una herramienta del destino capaz de conectar individuos entre sí y de adentrar al espectador en estados alterados de conciencia.