La niebla

Si hablamos de cine de terror en esta última década convendría destacar por un lado el cine que nos ha llegado de los países de Oriente que no sólo ha despertado con gran fuerza gracias a conseguir que disfrutemos de alguno de los momentos más inquietantes de la historia del cine de terror sino que ha conseguido revitalizar el interés de los amantes del mismo; por otro lado la falta de nuevas ideas en la industria estadounidense que da la impresión de encontrarse agotada en sus géneros. A pesar de ello, dentro de ésta última, es de destacar de manera especial La Niebla, adaptación de un libro del prolífico Stephen King, un escritor cuyas historias han contribuido durante varias décadas a la producción de algunos de los títulos más emblemáticos del cine.

La Niebla es una producción del año 2007, adaptada y dirigida con gran gusto y eficacia por Frank Darabont, realizador de reconocido talento y poseedor de una corta pero admirable filmografía que cuenta con títulos de variado género como La milla verde, Cadena perpetua o The Majestic.


La película es fiel a alguna de las premisas más clásicas del cine de terror y reconocible el sello inconfundible de Stephen King: un pequeño pueblo en Maine, un grupo de personas que quedan aisladas en un lugar del que no pueden escapar, un padre que intenta proteger a su hijo pequeño, un extraño fenómeno (en este caso la niebla) que los envuelve y en el que se oculta algo terrorífico y mortal y la presencia inevitable del ejército norteamericano y sus secretos experimentos científicos. La Niebla cumple de forma efectiva con lo que el público aficionado a este género espera encontrar pero cuenta, y esto es lo que hace a la película especialmente interesante, con un desenlace tan brillante como sobrecogedor.

El terror se oculta en la niebla, anida en ella y presentimos que algo se mueve y respira más allá de la inquietante bruma que envuelve a este pueblo costero. Este miedo que nos produce lo que se oculta a nuestros ojos, en la niebla o en la oscuridad, el presentir que algo nos acecha lo utilizó, con gran maestría en los años cuarenta del pasado siglo, Val Lewton en la extraordinaria serie de películas que produjo para la RKO. Porque gracias a lo que no somos capaces de racionalizar se consigue activar la imaginación del espectador y que proyectemos nuestros más antiguos y ancestrales temores. «El terror se crea en el espíritu del espectador», diría Lewton.

Darabont maneja el recurso con destreza, nos muestra la inquietud que sienten los personajes al quedarse aislados e indefensos en el supermercado del pueblo sin saber qué es lo que se oculta en la densa niebla que los acorrala y atemoriza.

Pero el terror se hace visible al fin y Darabont consigue con la dirección y la puesta en escena que recordemos con nostalgia a aquellas criaturas y personajes que habitaban las películas de serie B de los años cincuenta en un equilibrio perfecto que no cae en ningún momento en burdas imitaciones o en momentos de falso terror.

Otro de sus aciertos es probablemente conseguir un casting sin grandes estrellas, lo que da verosimilitud a la historia de estos personajes tan comunes a los que les ocurre algo extraordinario en cualquier lugar pacífico y tranquilo de los Estados Unidos.

Pero el gran valor de la película reside sin duda en su sobresaliente final, un sobrecogedor desenlace que redondea la calidad de la cinta, rodado de forma magistral, y que conseguirá que La Niebla se convierta con el  tiempo, si no lo es ya, en todo un clásico del género de terror.

Así que advertimos: ¡cuidado con las extrañas nubes que avanzan densas e imprevisibles desde el horizonte! Porque, ya se sabe, cualquier cosa puede aguardar agazapada en la oscuridad o respirar el aliento sutil y misterioso de la inofensiva niebla.