Entrevista Javier Botet

El monstruo tranquilo

Pasan los años, pasan las películas, las series, los reconocimientos, y Javier Botet (Ciudad Real, 1977) sigue asistiendo a su propio éxito con la (aparente) tranquilidad de quien confiaba ciegamente en sus posibilidades. No se trata de no valorar lo que le ha sucedido hasta ahora o no sentir júbilo infinito al ver su nombre en los créditos de franquicias como Alien, Insidious, It, o Expediente Warren, al contrario, en ese sentido no ha dejado ir al chiquillo interior que alguna vez soñó con subirse al Halcón Milenario. Botet está disfrutando del viaje, no les quepa duda, pero nada de esto parece sorprenderle demasiado. Quizá sea como él dice, por su perfil, por su físico, era una herramienta a la espera de ser utilizada. Y vaya si lo han utilizado. Hasta 2007, cuando Balagueró nos lo presentó encarnando a la niña Medeiros en el clímax paroxístico de [Rec], Javier apenas había participado en un par de proyectos profesionales y en algún que otro corto para disfrute de familia y amigos; desde entonces, y según el oráculo de IMDb, este manchego con cuerpo de pívot flaco se ha paseado por casi cien producciones, la mayoría de ellas al otro lado del Atlántico. Sus monstruos contrahechos no sólo aterrorizan al personal urbi et orbi, están marcando una época dentro del género. “¡Otra del Botet!”, dice que oyó gritar en la premiere de una película en la que ni siquiera participó. Pues sí… ¡Otra de Botet! Y otra, y otra más.

Ahora la diatriba ya no está en si dar o no el salto a Hollywood, ahora lo que más le preocupa es encontrar el momento adecuado para parar, para tomarse un descanso. Porque no es fácil. A nadie le gusta levantarse de la mesa cuando los camareros te ponen por delante una delicatessen detrás de otra, cada cual más apetitosa que la anterior. Pero todo esto, como su voluntad por dejar de ser el hombre detrás de la máscara —al menos durante un tiempo— y explotar su vis cómica en producciones alejadas del terror o lo fantástico, lo cuenta con la misma naturalidad con la que narra su periplo desde La Mancha hasta el cuartel general de Guillermo del Toro. Si tiene que pasar pasará. Si Botet cree que pasará, probablemente pase. Ahora, con media docena de trabajos aún por estrenar, entre ellos la segunda parte de It, era un buen momento para la recapitulación.

Javier Botet

En la premiere de It

Hace poco más de cinco años estabas haciendo las maletas para irte a Los Ángeles.

Sí, pero hay cosas que pensaba en aquel momento que han cambiado. Ha evolucionado todo mucho desde entonces.

¿Qué ha cambiado?

Yo veía la necesidad de irme a Los Ángeles, y no deja de ser positivo estar donde está toda la industria; pero, gracias a Dios, tras el estreno de Mama, que supuso un antes y un después en mi carrera, empecé a recibir muchas propuestas. Y durante estos cinco años no he parado de viajar; he trabajado en Londres, he trabajado en la India, en Marruecos, en Rumanía, he estado trabajando en un montón de sitios de Canadá… Me he recorrido el mundo, y entonces, gracias a que toda la gente de la industria que valora mi trabajo conocen mi nombre, no me faltan las ofertas. Así que ha llegado un momento en que no me ha parecido tan necesario ir a Los Ángeles. Era algo que tenía en la cabeza, para hacerme camino, pero lo he conseguido sin vivir allí. Por una serie de golpes de suerte y por el trabajo bien hecho he conseguido que me llamen de todas partes. ¿Y qué pasa? Si vivo en Los Ángeles y hay que trabajar en Londres pues tengo que desplazarme igual que si viviera en Londres y me tuviera que ir a Los Ángeles. O a Canadá, o adonde sea… Entonces, para estar para arriba y para abajo, al final en los meses que estoy un poco más tranquilo prefiero esta calidad de vida que tengo aquí en España, que es incomparable.

No has cambiado de sitio la oficina.

No, no. Sigo viviendo aquí los períodos que tengo libres, pero en esta última etapa ha habido años en que estado en Madrid tres meses, raspando cuatro. O sea, el resto del tiempo he estado viajando y trabajando. Vivo en Madrid, como dicen los americanos tengo aquí mi homebase, pero en realidad estoy viviendo en el mundo. En hoteles, en apartahoteles…

De todos los proyectos en los que has participado, la mitad son películas o series de los últimos tres años. Para ti, que te gusta tomarte las cosas con calma, esto ha debido de suponer un cambio de vida brutal.

Sí, soy un tío que se toma las cosas con calma. No me gustan las prisas, pero claro, si te llaman de tal producción con una historia y una criatura que dices, joder, es que no me lo quiero perder, es que no quiero que esa peli se haga sin mí… Quiero estar en todas. (Risas) Entonces, bah, venga, si no sabes hacer otra cosa que estar rodando. Te da la vida. Pero sí es verdad que ha habido algún año, hace dos años en concreto, que rodé nueve películas… Y se me fue un poco la mano. Hubo un momento de flojear, de no poder más. Tuve que parar y lo entendí. Ahora me muevo con un poquito más de cabeza, tengo mis pausas y tal, pero es que yo admiro a los actores con carreras largas y una dedicación absoluta al cine. Ya ni siquiera importa la fama, sino el hacerle el amor al cine, entregarle tu vida… Gente magnífica y mítica del terror, como Christopher Lee, que ves su IMDb y son cuatrocientos títulos. Qué envidia el haber podido… No tocar el cielo, sino trabajar duro cada día y dedicarle toda tu energía, ser tan mayor y seguir pudiendo participar en todas esas historias y películas. Una película es como una fiesta a la que te invitan o no te invitan, y si te invitan es un honor. No puedo rechazarlo. Aunque alguna vez he rechazado proyectos, pero para que eso suceda tiene que haber muchos factores en contra, porque me encanta estar ahí.

¿Cuánto pesa en esto que me estás contando la ansiedad del actor ante la perspectiva de que el teléfono deje de sonar?

Fíjate, yo como cualquier otro he tenido años muy buenos, pero anteriormente vivía en España y de vez en cuando hacía algo, pero pasaban muchos meses hasta que conseguía hacer otra cosita. Vivía por los pelos. Sé muy bien lo que es que haya un par de ofertas, luego nada… Si he tenido algún paroncillo durante estos año y no fluía el trabajo, ha vuelto esa idea. Porque esa idea nos persigue a todos los actores y a todos los artistas. Cualquiera que se dedique a lo artístico tiene una vida muy inestable. Estás sobre una línea muy delgada; cualquier cosa puede suceder. De hecho, hace tres años, rodando en la India me partí una pierna y un brazo, y a raíz de ahí vino esa rachita que te decía, entre la recuperación, la fisioterapia. Pensaba, si no me recupero, si cualquier cosa se curase mal y no pudiera moverme como me muevo, que es lo que marca un poco la diferencia para que me quieran en una película, pues se acabó. Se acabó tu carrera. Ahí tienes a Kevin Spacey, que tiene merecido que lo echen a tomar por culo, pero pasa cualquier cosa que no esperas y tu carrera se acabó. Así que yo estoy trabajando duro, y respetando y queriendo lo que tengo, porque sé perfectamente que en cualquier momento podría cansarse el público, o que dejara de ser útil porque llegaran otras opciones mejores…

Javier Botet

Expediente Warren 2

La carrera de Kevin Spacey puede haberse acabado, pero hace mucho tiempo que este hombre no trabaja para comer caliente tres veces al día. ¿La mayor preocupación es el dinero o el trabajo en sí?

Haber ganado mucho dinero puede ayudarte para dejar de lado ciertos proyectos y meterte en otros que te interesan más, aunque cobres menos. Es importante que una película me interese, pero si la diferencia es muy grande en el tema económico obviamente te lo piensas. Sin embargo, si llega un momento en que tienes la vida solucionada, vas a hacer sólo lo que te pida el cuerpo. Autoproducirte, por ejemplo. Yo tengo muchos proyectos, y en un momento dado me gustaría que el dinero no me preocupara si me metiera a producir una película. La pasta tiene importancia pero para mí no es determinante. Si yo estuviera forrado y me quedara en mi casa, pues… Te metes unas cuantas fiestas, te vas de viaje; pero en cuanto te relajes un pelín te subes por las paredes. Yo necesito que me vuelvan a llamar para decirme que me quieren a mí. Que me quieren en ese proyecto, y yo lo leo y, hostia, qué bien quedaría si hacemos esto o aquello… Llevo toda la vida creando cositas, aunque sea con papel y lápiz, y necesito eso, a poder ser eternamente.

Te recuerdo muy seguro de que las cosas iban a salir bien a nivel internacional. ¿Autoestima a prueba de bombas o inconsciencia?

Podría ser una mezcla de ambas cosas. Siempre he sido lo suficientemente inconsciente, de manera voluntaria. Porque si eres realista, si te ciñes a las probabilidades matemáticas y todo eso, no intentarías nunca nada arriesgado. De hecho, la propia palabra lo indica, es “arriesgado”, hay pocas probabilidades. Pero también es verdad que a nivel subconsciente uno suele percibir cuáles son sus opciones. Ves lo que opina la gente que te rodea, ves que las cosas empiezan a moverse de una manera determinada, la facilidad con la que sueles conseguir ciertas cosas. Y entiendes que hay bastantes opciones de que suceda. Es una mezcla entre ese instinto, que no es algo mágico sino el mismo subconsciente, en el que he confiado siempre mucho, y esa capacidad de ignorar el consciente, o esa inconsciencia de la que tú hablas. Desde crío he tenido esas sensaciones y sigo con ellas, y la verdad es que siempre que hago caso a ese instinto me suele funcionar. La confianza viene de eso, de la experiencia. Cuando ves que ese instinto tiene razón una y otra vez.

Tu caso es parecido al de Andy Serkis; millones de personas en el planeta han visto vuestras películas, han tenido delante a vuestras criaturas, pero la gran mayoría no sabrían reconoceros por la calle. ¿Esto te puede tocar la vanidad?

No, esto es fantástico. Y sé que en cualquier momento cambiará si sigo trabajando a este nivel. De hecho, hay proyectos que cada vez me acercan más a mostrarme. Pero si pudiera elegir creo que elegiría tirarme toda la vida trabajando en producciones enormes, cosas chulas, y mantenerme a este nivel de popularidad, que es algo muy ligero. De vez en cuando alguien me reconoce, piden hacerse una foto conmigo, y siempre me hace ilusión.Porque no molesta, porque no es a diario ni en todo momento. Si eso se agravara y me pasara como a algunos famosos con los que salgo, que es un poquito coñazo, que sé lo mucho que a ellos les pesa… Yo eso no lo quiero. Poder trabajar en cosas tan grandes y mantenerme un poco al margen me parece que es tener más suerte que nadie. Porque todo el mundo quiere el éxito, pero tienes que pagar un precio, y me da la impresión de que si yo siguiera así estaría triunfando a nivel profesional sin tener que pagar ese precio.

Lo mejor de los dos mundos.

Sí, pero sé que en cualquier momento se puede truncar mi flujo de trabajo y que en cualquier momento se puede truncar ese anonimato tan agradable, y aceptaré lo que venga. Porque esto es así. Aunque si se mantiene, mucho mejor… Es un poco cínico esto…

¿Cínico?

Bueno, porque cuando una persona concede entrevistas es una forma de trabajar el reconocimiento. Pero hay un punto que entiendo que hay que cuidar. Hay que cuidar tu imagen, mantenerla, y esta que me gusta a mí hay que mantenerla un poquito. Por ejemplo, a mí me invitan constantemente a festivales de cine, que es algo que me da pereza, y hay muchas cosas que no hago, pero entrevistas de vez en cuando…

Javier Botet

Mamá

Al fin y al cabo la entrevista es algo que en cierta manera controlas.

Eso es. Prefiero que quien me reconozca sepa un poquito más de mí, que por ejemplo se haya leído una entrevista. Y no eso de que alguien te pare y te diga: “Tú eres… Sí, hombre… Yo te he visto a ti en la tele…”. (Risas) Una entrevista deja al actor defenderse un poco más.

Hablemos de tus criaturas. ¿Cómo llega uno a especializarse en encarnar a monstruos?

Pues, gracias a Dios, siempre ha habido una pasión. Es algo a lo que he estado unido desde crío. Desde que tuve mis grandes shocks de descubrir mundos fantásticos. Recuerdo cuando vi por primera vez una peli de Star Wars, que fue El retorno del Jedi, la primera que vi en cine. Era muy crío y me dejó tocadísimo lo que vi. Me puse a dibujar, y siempre disfruté dibujando criaturas. No copiando nada real, sino monstruos de siete dedos, ochenta ojos, dientes. El terror y la ciencia-ficción me llamaban la atención sobre todo por las criaturas que creaban; algo que se salía de la realidad. Amaba el trabajo de Jim Henson, Dentro del laberinto, Cristal Oscuro. Todo lo que hubiera sido creado desde cero. El cine también me apasionaba. En cuanto pude me compré mi cámara y me puse a hacer cortos con mis amigos. Era el siguiente paso a los cómics que dibujaba. Pero la ciencia-ficción y el terror estaban fuera de mi alcance viviendo donde vivía.

Poca ciencia-ficción en Granada…

Yo he vivido en Ciudad Real, en Cuenca, en Almería, en Granada… En muchos sitios. Hasta que no acabé la carrera de Bellas Artes, que ya me vine yo solo a Madrid. En Madrid había un poquito más de industria, pero poco. Soñar con ser parte de Alien, o Star Wars, o todas estas cosas, era absurdo. Aquí en Madrid empecé a hacer cortos, conocí a gente, ya vi varios talleres de efectos en los que hacían cositas, y hacia ahí es adonde me dirigí, ahí es donde fabriqué mi primera oportunidad. Usando mi cuerpo, que era ideal para todo esto. Propuse que explotaran esa parte de mí.

¿Hay que ser un poco monstruo cabeza adentro para hacer lo que haces?

Sí es verdad que todo el mundo tiene una predisposición para ciertas cosas, y a mí, en general… Bueno, siempre he sido un poco sádico y cabrón. (Risas) Sí, me gustaba mucho asustar a mis hermanos. El terror requiere percepción del ritmo y de muchas cosas que son ambientales. Es como surfear; hay que percibir una ola para poder cogerla. Tiene que ver con el criterio. Y desde el principio se me dio bien, lo entendía. Es cierto que el terror no fue nunca por sí solo mi género favorito, como te decía a mí lo que me gustaban eran las criaturas. De crío era muy soñador, tenía siempre en la cabeza a los alienígenas, que entraban en casa, que me iban a coger y a llevárseme, que yo era uno de ellos. Que me habían dejado aquí como explorador, como sonda. Siempre tuve obsesiones, miedos. Y aparte estaba mi cuerpo, que siempre fue tan peculiar. Fue algo que exploré mucho, con lo que jugué mucho. Desde niño me tuve en una consideración estética importante, sabía que era especial, que era interesante. Una serie de cosas que son ventajas para luego dedicarte a ello y utilizarlo.

Tu físico marcó tu destino, pero tú ya estabas predispuesto a que lo hiciera.

Pero yo no premedité centrarme en el terror. Quiero decir, el terror me ha abrazado y yo me he dejado querer, pero no me he encerrado en esto. Lo estoy disfrutando, me he convertido en un especialista y vivo de ello, pero no me cierro a nada. He hecho muchas cosas de ciencia-ficción, he hecho comedias –sobre todo aquí en España, por el tema del idioma, claro-, y sigo luchando para hacer ese tipo de cosas que no son terror puro y duro. No soy un actor de terror. O exclusivamente de terror.

Javier Botet

Slender Man

¿Te preocupa el encasillamiento?

No me preocupa. A veces puede cansar un poquito, pero los proyectos siempre son diferentes, siempre hay nuevos retos. Lo ideal sería bascular, ir un poquito a la comedia, ir a otro lado, volver al terror. Eso es lo más sano y lo más oxigenador. En eso pongo más empeño. Ya que de los otros trabajos, las películas de terror, por ahora no tengo que estar esperando a que me llamen, dedico tiempo a buscar otras cosas. No sólo porque me guste, es que considero que se me da muy bien la comedia y que hay algo ahí que explotar que ya se descubrirá en su momento. Irán saliendo más cosas y habrá un flujo de comedia importante en mi carrera. No tengo prisa.

Entonces seguro que dentro de cinco años volvemos a hablar y ya serás el rey de la comedia.

(Risas) Seguro, seguro. Y en un par de años, escucha lo que te digo. De todas formas, si no hiciera nada más que cine de terror y estuviera totalmente encasillado, aun así estaría eternamente agradecido por tener la suerte de vivir de un mundo tan mágico como el cine, del que toda la gente desearía formar parte. Es un privilegio. Siempre recibes mucho más de lo que mereces por tu trabajo. Un buen abogado, un buen registrador de la propiedad, hacen un trabajo de puta madre y a lo mejor su gente les dice, “Mú bien”. (Risas) Pero en el cine haces tu trabajo y parece que has hecho algo especial. Si curas a los niños enfermos, te mereces todos los elogios del mundo, pero tanta felicitación y tanto agradecimiento por hacer cine…

¿Crees que los actores reciben un exceso de gratitud?

Es un exceso de feedback positivo que no es natural. Es desproporcionado, e igual que el dolor traumatiza a una persona, cuando hay un exceso de halagos también hay un proceso traumático y un desorden que deforman al ser humano. Los ejemplos más claros son gente muy famosa que luego tienen un comportamiento tan enfermizo.

Sobre todo cuando empiezan de muy chavales. De cien hay uno que no termina con esos traumas que dices…

Como Christian Bale.

No sé si Christian Bale está muy bien del todo…

Sí, es verdad. Está un poco “taraíllo”. (Risas)

Javier Botet

Al otro lado de la puerta

¿Y llega uno a quedarse “tarado” cuando pasa tantas horas al día caracterizado como un monstruo? Verte así en el espejo, en la pantalla…

Nada. Cero. Hay gente más susceptible, se cuentan historias de gente a la que maquillaron, se miraron en el espejo y decían, “No, no, quítame esto, me siento mal”. Yo ya te digo que desde crío he estado obsesionado con las criaturas, dibujándolas, esculpiéndolas. Adoraba el proceso, el making of de todas aquellas marionetas de Jim Henson. Veo tan claro qué parte es la persona y qué parte es silicona, látex… El proceso mecánico lo veo tan claro que jamás he tenido ningún problema. Además, cuando se rueda una película de terror, aparte del momento en el que nos concentramos más, suelo ser una persona cachonda y andamos siempre con bromas y tal. Nunca ha habido ninguna sensación extraña, ni he soñado nada raro… Todo muy normal.

Precisamente te iba preguntar eso. ¿Qué monstruos visitan los sueños del que encarna a los monstruos? ¿Los abogados y los registradores de la propiedad que decías antes?

(Risas) Sí, yo tengo pesadillas más típicas. Agobios, ansiedades, angustias. He tenido pequeñas pesadillas recurrentes, pero más aproximadas a las matemáticas que al terror. Un terror matemático. Sensaciones numéricas y cosas así; pero nunca hay monstruos, nunca hay criaturas deformes o aterradoras, ni bestias. No, puede ser que se haya muerto alguien que quiero, que me haya quedado en la calle y se haya acabado el mundo. Ir corriendo desnudo por ahí… Cosas estudiables a nivel psicológico, pero no monstruos. Cero monstruos. De crío sí recuerdo algunos, pero muy de crío.

Te has inmunizado.

Me cuesta mucho tener miedo, incluso viendo pelis de terror. Hace ya muchos años que no encuentro nada que me aterre.

¿Cuál fue la última película que te dio de tu propia medicina?

En los últimos veinticinco años, más o menos, creo que he tenido dos o tres momentos de sentir algún escalofrío. Uno fue en El proyecto de la Bruja de Blair, cuando están dentro de la tienda de campaña y oyen a unos niños gritar. Y luego… Fue muy emocionante el momento en que aparece la niña Medeiros en [Rec]. No puedo identificar si fue terror o fue emoción, pero sentí que estaba muy bien hecho y que era un momento aterrador. También en la primera Expediente Warren, cuando Joey King —la niña, con la que he trabajado hace poco— empieza a gritar y a decir que está viendo a alguien detrás de la puerta, pero nadie ve nada. No se ve nada. Ese momento para mí fue muy grande.

Ahí se te ponen los pelos de punta, sí. Y lo que no son los pelos.

Es genial. Y aunque yo cobro por interpretar a las criaturas, siempre hablo de lo importante que es insinuar, no mostrar. El terror que emana de la actriz o del actor que se asusta es el setenta por ciento de lo que consigues del público. Hay que conseguir que haya miedo en los ojos del actor, que te transmita que está viendo algo increíblemente aterrador. Tu imaginación hace el resto.

Javier Botet

Las brujas de Zugarramurdi

En esa secuencia que has mencionado de la niña Medeiros en [Rec] en realidad vemos casi todo el rato la cara de Manuela Velasco. Tu criatura está en la periferia del plano.

Balagueró se centró en la cara de Manuela, en los ojos abiertos; el momento de pánico, de no querer hacer ni un ruido. Es muy importante que el actor asustado explique a qué nivel de terror está llegando. Mostrar a la criatura sin mostrarla del todo para que la mente del espectador rellene los huecos con sus propios miedos. Es algo muy sutil.

Ahora que trabajas en grandes producciones, ¿te siguen dejando aportar ideas tanto para el maquillaje como para el diseño de las criaturas?

Sí, en grandes producciones o donde sea, muchas veces me consultan, me preguntan. En algunas no, pero ha seguido sucediendo. Hay películas en las que el director sabe a un nivel general lo que quiere, pero me pide opinión y compongo con él los efectos. En otras directamente me contratan para hacer un trabajo previo. Lo más bonito de mi participación en Alien no fue que me contrataran para ir a Londres y grabar mis movimientos, sino que me llamasen antes para explicarme cómo era la criatura, el Neomorpho, y preguntarme qué podía aportar, si se me ocurría algo. Y durante un tiempo estuve desarrollando los movimientos, estuve en casa, en mi sitio de trabajo, buscando cosas que proponer… El hecho de que me tuvieran en cuenta en el desarrollo del concepto, previo al rodaje, es un premio y un reconocimiento. Ya entienden que no sólo soy un actor que domina equis movimientos sino que también tengo un conocimiento práctico que es útil y que es interesante gestionar.

Soñabas con Alien y has terminado trabajando en Alien. ¿De Star Wars siguen sin llamarte?

(Risas) Siguen sin llamar. Ha habido algún viso de acercamiento, pero casi irreal por lo que parece… Sí, he soñado con lo de Alien. He soñado con todo. Pese a dormir poco, he soñado mucho despierto y he pensado en muchísimas cosas, en demasiadas. Se me ha pasado por la cabeza participar en Alien, en Star Wars, en Star Trek. Hay muchos sueños que se han ido cumpliendo, pero para mí lo más importante es soñar incluso con lo imposible, sabiendo que es eso, un sueño, que caben bastantes posibilidades de que el deseo no se cumpla. Aun así, lo intentas.

Tus personajes, desde la niña Medeiros, hasta ese Neomorpho de Alien, están marcando una época. No sé si eres consciente de que buena parte de la artilleria “monstruosa” que se viene utilizando en los últimos diez o quince años parte de creaciones tuyas.

Sí, decía hace poco un amigo mío que hay una escuela Botet, que hay cosas que están copiando de mi estilo. Por ejemplo, me llamaron para El secreto de Marrowbone, para hacer una cosita, pero no pude hacerla porque estaba rodando It. Y entonces se buscaron la vida por otro lado. Claro, luego vi la película y hay un momento en que debajo de las escaleras se ve algo que se mueve —y entiendo que me querían para esa parte en concreto—, y el actor hace un movimiento muy mío, como en Mama, con los brazos en plan araña y en ángulo de noventa grados, el pecho muy pegado al suelo. De hecho, cuando la vi en Sitges alguien del público gritó: “¡Otra peli con Botet!”. (Risas)

¿Cómo nace un monstruo?

Todo director que se precie busca sus efectos, busca materializar cosas que le aterran, y ya depende de lo creativo que sea cada cual. Pero al final la industria criba en base a los resultados. Si hace mucha taquilla, si todo el mundo clama lo terrorífico que es un tío con un gorro de cocinero, pues obviamente los gorros de cocinero y los tíos así van a proliferar. Y mientras el público responda con aplausos, se desarrollará esa escuela.

Javier Botet

Alien: Covenant

Has participado en el remake de It, que no deja de ser una adaptación a medida de los gustos de las nuevas generaciones. ¿Esa es una manera de hacer evolucionar a los monstruos?

Si estamos haciendo el remake es porque aquella película fue un shock, fue un éxito. Fue algo mítico, de culto. Quizá en su momento no fuese un pelotazo económico, porque era un telefilme, pero ha quedado en la retina de tanta gente que ha habido que hacer un remake, porque It tiene muchos amantes y seguidores. En su día recuerdo el terror de ver solamente el tráiler. Tenía una magia y un encanto… Y una frescura. También éramos bastante más ingenuos. Ahora lo hemos visto todo, y es más difícil llegar a asustarnos. La película que hemos hecho es muy efectiva, y sobre todo muy divertida; está muy bien rodada, estéticamente es de diez. Ha conseguido ser un éxito, dentro de lo difícil que es cumplir con las expectativas de tanto fan, con lo exigentes que son. Pero creo que lo que marca la diferencia entre el terror de antes y el de ahora, esa evolución que dices, es que antes es verdad que todo estaba menos mediatizado, no estábamos tan “educados”. Hay ahora un cine de terror que es básicamente un producto comercial cortado siempre por el mismo patrón. Antes, por esa ingenuidad que te decía, con poco nos convencían. Un personaje con el maquillaje de Tim Curry en la It original a lo mejor ahora nos parecería más ridículo, pero no hay que olvidar la interpretación de Tim. Era magistral, y eso hace que cualquier maquillaje sea fetén. De hecho, creo que el potencial terrorífico de ese personaje radica en que era prácticamente real. Daba la sensación de que era un psicópata, un enfermo mental que se pintaba. Es más, estaba basado en un asesino real.

En John Wayne Gacy.

Ese mismo. Pues eso, ese toque de real, de algo que podrías llegara encontrarte, es fundamental para generar miedo.

Antes hablabas de lo importante de sugerir, en detrimento de mostrar. Pienso en aquellas películas de Roger Corman basadas en relatos de Edgar Allan Poe. Un castillo, cuatro telarañas, una historia de aristócratas malditos, Vincent Price, y a tirar millas. ¿Ese tipo de cine sería viable hoy en día? ¿Respondería la taquilla?

Por supuesto. Suele ser el mejor tipo de terror, siempre. Cuando le pones imaginación y no gastas en medios ni en monstruos en 3D, cuando tienes que currarte el efecto y el público percibe que todo es tangible, que todo es real. Al no tener dinero para mostrar demasiadas cosas hay que apelar, como te decía antes, a la imaginación del espectador. Conseguir eso, conseguir activar la imaginación de los demás, es valiosísimo. Porque los terrores de cada espectador son mucho más efectivos que los que el director proponga.

¿Cómo se deja atrás al monstruo cuando termina un rodaje?

Pues me desmaquillan, guardo siempre algo de ese maquillaje, algún fetiche, una máscara, una dentadura, los grilletes de Las brujas de Zugarramurdi… Siempre guardo algo. Me lo traigo a casa, y tengo cosas de todos los personajes. No me he alejado nunca de ellos. Simplemente pasan a otro estado. Quedan ahí, en el subconsciente; pero no tengo necesidad de dejár atrás criaturas a las que les pillo cariño. Si fuera algo negativo… Pero todos tienen algo que me gusta, que me divierte, que me simpatiza. Jamás me deshago de ellos. Siguen aquí.