Nuevo acercamiento al mundo de lo femenino, una historia de amor lésbico y dieciochesco, que no puede ser tildada de otra cosa que coherente dentro de la filmografía de Céline Sciamma, tras Water Lilies, Tomboy y La banda de las chicas. La película se abre con un flashback fruto de la regresión de la mente de la protagonista gracias a un cuadro que aparece inesperadamente en medio de una de sus clases de pintura. El cuadro, pintado por ella, es el retrato que da título al film, y que evoca un amor del pasado, uno de esos amores imposibles, cuya ausencia, por haber sido consumado, es aún más dolorosa que si perteneciese únicamente al ámbito de lo platónico. Sciamma conduce la narración a través del suspense, ejemplificado en varios hitos (ese rostro oculto, que debe ser retratado sin saberlo, en el primer paseo de las futuras amantes; la carrera, quizá suicida, durante ese mismo paseo; una mano embadurnada de pintura que podría ser delatora y ha de permanecer oculta o, incluso fuera del ámbito del romance, ese cuerpo colgando que podría convertirse en un cadáver, y del que se aleja el plano para atender una conversación banal, etc.)
Superado el obstáculo de tener que hacer un cuadro robado, se inicia un enfrentamiento entre pintora y modelo con el deseo como catalizador (una de las mejores secuencias de la película, al menos desde el punto de vista interpretativo, por todo lo que sugiere es aquella en que las dos exhiben su capacidad de observación sobre sus objetos de deseo respectivos, esto es, la una de la otra), y una vez es patente que existe la atracción entre ambas, entra en juego ese otro suspense, más convencional, durante el cual planea la incertidumbre sobre si el amor seguirá siéndolo en potencia o acabará materializándose. Una vez resuelto este punto se alcanza un clímax, puesto que lo que ocurrirá a partir de ahí es fácilmente deducible dado el inicio de la historia pero el relato es fluido y, con referencias pictóricas y reflejos en el mito de Orfeo y Eurídice, se van colocando las marcas, los nexos de unión, que permitirán aliviar el dolor de la ausencia con algo a lo que aferrarse, sea una página marcada o la arrebatadora música de Vivaldi que cierra el film en ese plano sostenido que es un resumen perfecto de toda la historia.