Sobre sorpresas y temporalidades
La edición anterior del Americana Film Festival fue probablemente la del último festival de cine que alojó la ciudad de Barcelona antes de que el confinamiento domiciliario por la covid-19 fuera decretado. Así, para muchos, la última experiencia en una sala de cine antes de encerrarse en casa durante tantos meses fue en los Cines Girona, repletos entonces para concluir la muestra con las últimas sesiones programadas después de las diez de la noche (¡más tarde del toque de queda!). Ese domingo pudimos ver dos comedias excelentes no solo para finalizar el festival, sino para despedirse a carcajadas de las salas durante un tiempo: The Death of Dick Long (Daniel Scheinert, 2019) y The Beach Bum (Harmony Korine, 2019).
Este año el festival se ha adaptado por completo, no solo restringiendo aforos y horarios en los Girona, sino mudándose durante un fin de semana al Círculo de Bellas Artes de Madrid y ofreciendo gran parte de la programación en Filmin. El caso de las plataformas es de lo más interesante. Si bien es increíble la oportunidad que ha dado Filmin a los espectadores barceloneses de acercarse a festivales a los que en épocas sin restricciones de movilidad era difícil acceder (como es el caso del Zinebi, bilbaíno; del Zoom, igualadino, o del Rizoma, madrileño), también es cierto que resulta extraño ver volver a la plataforma filmes que en su momento creímos que iban a ser alojados ahí de forma circunstancial y exclusiva. Hablamos, efectivamente y entre otros, de Shiva Baby (Emma Seligman, 2020) programada en el Zinebi y ganadora del premio de la Crítica de la presente edición del Americana Film Festival; de Feels Good Man (Arthur Jones, 2020), programada en el Festival Zoom; y de Bloody Nose Empty Pockets (Bill y Turner Ross, 2020), programada en el Rizoma. Probablemente estas sean las tres películas más sobresalientes de la programación del festival.
Por otro lado, también resulta interesante ver cómo ha afectado a la pandemia al acuerdo con Movistar + del que gozaba el Americana Film Festival. Si en otras ocasiones se programaban películas que durante la misma semana aparecían (más de tapadillo de lo que cabría desear) en el catálogo V.O.D. de la plataforma de Telefónica, esta vez también han entrado en juego las ventanas de distribución. Así, la divertidísima comedia romántica Palm Springs (Max Barbakow, 2020), probablemente el estreno en España con mayor renombre de todo el mes de enero (en exclusiva para Movistar +), es presentada en salas fuera de los circuitos de exhibición tradicionales gracias a su programación en el Americana Film Festival (2 meses después de su estreno), y aparece en Filmin disponible en alquiler, coincidiendo con el final del festival.
Más allá de las extraordinarias circunstancias temporales de programación, distribución y exhibición de algunos de los filmes, vale la pena indagar en los largometrajes programados de forma exclusiva por el festival. En ese sentido, y una vez superada la llanura (muy) discreta de la película de inauguración, El verano de Cody (Driveways, Andrew Ahn, 2020), el Americana Film Festival ofrece varias propuestas del cine independiente norteamericano de lo más selectas.
En el ámbito del coming-of-age, probablemente el género más habitual en las sucesivas programaciones del festival, destacan este año Sweet Thing (Alexandre Rockwell, 2020), Shithouse (Cooper Raiff, 2020) y Blanco de verano (Rodrigo Ruiz Patterson, 2020).
La primera soporta en la puesta en escena (que juega de forma utilitaria entre el sucísimo blanco y negro y el granulado colorido) una historia formularia y arquetípica de figuras paternas irresponsables y situaciones desagradables. Sweet Thing se convierte así en un paseo por la miseria mucho menos trascendente y estimulante que The Florida Project (Sean Baker, 2017), la que podría ser su mayor referente. La segunda propuesta, Shithouse, pese a la encomiable ligereza y honestidad por la que transitan sus pasajes más cercanos a la comedia universitaria estadounidense al uso, se ve lastrada por la pesadumbre de un cine romántico que emula los tempos de Richard Linklater sin contar con su trasfondo, y por un cierre argumental que roza lo patético.
Blanco de verano, ganadora de la sección NEXT del festival, empieza con la célebre cita de Ray Loriga “la memoria es el perro más estúpido, le tiras un palo y trae cualquier cosa”. Se inicia así un filme en el que no queda ni rastro de la levedad del escritor madrileño. En la asfixiante película mexicana, el cerradísimo y contenido triángulo amoroso entre un chaval de trece años, su madre, y el novio que esta se echa en los primeros compases del filme, los protagonistas parecen encogidos por la falta de secundarios. El previsible desarrollo de estos se ve aderezado por unos elementos o simbolismos clave muy bien trazados (el baile, la pintura, el tabaco, la conducción, el fuego, lo abandonado), por tres grandes actuaciones y por un empleo magnético y ejemplar de la cámara y de los ritmos.
También en NEXT aparece la sorprendente y notable La nuit des rois (Philippe Lacôte, 2020). Con una ambientación carcelaria cuidadísima y absorbente, el creativo viaje narrativo que recorre el protagonista, bautizado como Roman, emplea recursos del suspense con suma gracia para dibujar un insólito retrato de la sociedad marfileña. En su empleo de la oratoria, Lacôte concentra Las mil y una noches en una sola velada (permitiendo a la película incluso así enredarse en sí misma), lo que no hace más que despertar una sensación de inquietud y misterio de alto calibre, que, si bien cae en un exótico subrayado formal en un par de ocasiones, deja huella.
Otra de las películas más intrigantes de la programación del Americana Film Fest es Black Bear (Lawrence Michael Levine, 2020), protagonizada por la omnipresente en el festival Aubrey Plaza. Con una estructura de temporalidades terciarias que recuerdan muchísimo al cine de Hong Sang-soo (en este caso en clave igualmente lúdica pero mucho menos sensible y algo más cínica), se establece un discurso inteligentísimo sobre el utilitarismo cruel y machista de algunos procesos creativos. Abrazando la comedia enrarecida, metafílmica y desquiciada en todo momento, Black Bear parece enredarse en un inicio de lo más tosco, dirigido sin gusto estético y con pocos recursos de puesta en escena, y con un arco dramático redundante. Por suerte, en su notable segunda parte, el conjunto de la película apenas queda enmarañado.
Por último, la gran sorpresa de esta edición del Americana Film Fest la encontramos en The Killing of Two Lovers (Robert Machoian, 2020), encabezada por un Clay Clawford que ofrece una actuación tan áspera y contundente que por momentos recuerda al Casey Affleck de Manchester frente al mar (Manchester by The Sea, Kenneth Lonergan, 2016). La película de Machoian, pese a ser menos equilibrada que la de Lonergan, hace de la crueldad de las dinámicas del interior rural de Estados Unidos su fortín. Se sitúa así la ruptura del matrimonio protagonista en un drama devastador y austero que concentra formalmente el distanciamiento de los personajes con un elegante y apenas efectista uso del plano secuencia.