Fresh, de Mimi Cave

FreshHay muy pocos monólogos que me hagan gracia, pero los que menos (en términos generales, siempre puede haber excepciones) son esos que empiezan interpelando directamente al público: ¿Se han fijado en que últimamente blablabla? ¿No les ha pasado que suben al autobús y blablabla? Fresh comienza, figuradamente, en mi cabeza al menos, como uno de esos monólogos. ¿Se han dado cuenta de que últimamente la gente solo liga por internet? ¿Se han fijado en que primera cita fallida tras primera cita fallida puede convertirse en algo aberrante y desmoralizante? Ese sería el comienzo figurado; el literal nos muestra una de esas primeras citas donde el maromo es una pura caricatura de lo que nadie querría encontrarse, y que podría ser gracioso si resultase más verosímil pero la hiperbolización del comportamiento desafortunado y/o desagradable del individuo nos distancia desde un primer momento (hace hincapié en el pago a escote, e incluso sugiere quedarse parte de la propina, se lleva las sobras en un tupper, es racista con la camarera, se mete con la indumentaria de su cita defendiendo la feminidad clásica, y por supuesto la llama puta cuando ella ni siquiera le permite acercarse tanto como para poder hacerle la cobra). Después de esa primera media hora de la que esa cita es solo la introducción (hay cabida, por supuesto, para una fotopolla posterior, que hay que admitir que no está mal para Disney+, y un encuentro, casual, en el supermercado, diametralmente opuesto al primero, y por tanto igualmente inverosímil, en la que todo parece apuntar a una comedia romántica (spoiler: no lo es), tras un giro y unos créditos quizá más remolones que los de Drive my Car (Doraibu mai kâ, Ryusuke Hamaguchi, 2021), si nos atenemos porcentualmente a la duración de la película, nos advierte de que por ahí hay mucho catfish y mucha doble vida —¿Se han fijado que en internet hay gente que se hace pasar por quién no es? Incluso fuera de internet, en el programa First Dates (un programa que seguro que no tiene guion) hubo uno que fue varias veces interpretando distintos papeles hasta que le pilló Carlos Sobera—, y que hay que desconfiar de ciertas señales, pero a veces, el amor, o lo que mucha gente confunde con este cuando la sangre se les fuga de la cabeza a zonas más sureñas, es ciego e incluso sordomudo. La comedia romántica, de repente, tras ese plot twist que aún sin saber nada de la película podría ser previsible pues no es difícil reconocer a ciertos lobos con piel de cordero (la perfección no existe, y si parece perfecto hay que sospechar), o en última instancia saber reconocer que el plano de un coche en una carretera vacía rodeada de bosque tomado desde un dron con un siniestro acento musical nunca es gratuito, se convierte en un film de género, o intenta convertirse en uno. Una cosa es que aparezcan referencias cómicas a costa de La Sirenita (The Little Mermaid, Ron Clements, John Musker, 1989), o incluso la mencionada fotopolla, pero me costaría imaginar la inclusión en su catálogo de una película gore o algo que se le acerque. Por su argumento, con fragmentos que podrían encajar en un torture porn o en un rape and revenge, y que quizá por momentos sea ambas cosas, pero descafeinado, o mejor aún desangrado, porque como ocurría en Promising Young Woman con la que también comparte esa enunciación de la violencia (y de la estupidez) machista en varios niveles de profundidad, Fresh pretende pasar por un film de género pero se queda a medio camino en la parte gore que prácticamente exigen algunos de los pilares del guion (de Lauryn Kahn) que podrían remitir a El coleccionista (The Collector, William Wyler, 1965) y todas sus variantes posteriores o a las más explícitas Hostel (Eli Roth, 2005) y derivados, un guion que también invoca temáticas tratadas en títulos como Searching (Aneesh Chaganty, 2018) o El timador de Tinder (The Tinder Swindler, Felicity Morris, 2021).

Fresh

Pero al margen de todo esto, es la puesta en escena de Mimi Cave la que no solo salva a Fresh de la quema, sino que además la dota de cierta entidad y consigue que resulte un producto interesante, mucho más allá de una temática que podría haber sido tratada de una forma más cuidada desde el texto. Un primer ejemplo se da en el restaurante de la cita del prólogo: Noa (Daisy Edgar-Jones) se queda mirando fija a la pecera, concretamente a un cangrejo con el que se identifica, ignorando todo lo que dice su acompañante, que suena como amortiguado por el agua, recuperándose el sonido normal cuando ella fija en él su mirada, reconectando nuevamente con la realidad. Reviste de cierta originalidad los diálogos en plano contraplano, bien con ángulos de cámara no tan obvios o con planos escorados o mostrando solo fragmentos de los rostros, potenciando la expresividad de los actores (principalmente de la citada Edgar-Jones y su contraparte Sebastian Stan), y el empleo de espejos: una metáfora visual de la parte chunga y oculta de la que habla la película, manida, sí, pero siempre mejor que un guion carente de sutilidad que, dicho de paso, tiene alguna inverosimilitud más en su tramo final, en el comportamiento de alguno de sus personajes. Otras soluciones de puesta en escena interesantes son planos subjetivos de lo que ve la protagonista en momentos puntuales en los que se fija de un modo particular en todo lo que le rodea, algunos insertos o ráfagas, más desagradables por lo que sugieren que por lo que realmente muestran, lo que también les otorga valor, el empleo de planos cenitales y nadires, y de la profundidad de campo con fines más allá de lo estético o la inclusión de versiones de temas míticos en momentos clave como el Thank you for Being a Friend, sintonía de Las chicas de oro, como melodía de un móvil que suena en un momento de lo más (in)oportuno, o el Perfect Day de Lou Reed en una secuencia que incluye el tercer giro de guion, casi inmediato al segundo, de una forma puramente visual, sin nada de diálogos. Fresh es un ejemplo de cómo un guion defectuoso, al que hay que reconocer buenas ideas como ese giro recién mencionado, puede convertirse en una película estimable, aunque tampoco del todo satisfactoria para cualquiera que espere un film 100% de género, con todo lo que ello conlleva.