A la felicidad añadida de disfrutar del Cine en mayúsculas (es decir, en salas), los Festivales nos permiten juguetear trazando itinerarios entre obras vistas durante el mismo. Dejando de lado los textos sobre alguna obra específica, hilvanamos lazos entre diversas películas.
Cara a cara con la muerte
Hubo varias obras que evolucionaban en torno al fin de nuestros días, al fin de la felicidad y de toda esperanza aunque todas ellas enfocaron el nudo argumental de modo distinto. En Sundown (Michel Franco, 2021), Neil Bennett ignora la noticia de la muerte de su madre, recibida durante unas vacaciones en Acapulco, hasta el punto de permanecer en la ciudad, dejando partir a su familia, para dejarse ir en un estado de languidez, bañado en cerveza y sol tropical y aderezado con algunas dosis de sexo. Tim Roth (colaborador de Franco en Chronic y productor en esta cinta) desarrolla al máximo su pose nihilista, tanto en las secuencias de conflicto con su mujer, tras un inesperado incidente que podría cambiar radicalmente su actitud, en el encierro sucesivo o en las escenas en que la felicidad debiera aparecer. Bennett opta por aislarse de trivialidades mundanas empapándose de los rayos solares que puedan, finalmente, amortajarle. Sundown es una tranquila mirada a un cierre asumido, a un telón luminoso, una prolongada despedida que reivindica dignidad y asume placeres básicos como adornos finales de una vida. Demasiado despojada a nivel argumental para relacionarla con Bajo el volcán de Lowry, aunque el entorno y el alcohol nos la recuerden en cierto modo. No obstante la excelente encarnación de Roth llena los vacíos y atrapa al espectador.
La protagonista de Delante de ti (Dangsin-eolgul-apeseo, Hong Sang-soo, 2021) está en situación semejante a la del protagonista de Sundown. El retorno a casa de una actriz coreana, que emigró a las Américas tras triunfos de antaño, se viste ante cercanos y extraños como el deseo de trivialidad o, quizás, de la voluntad por recuperar las relaciones de familia. Hay paseos con sol y con lluvia, hay comidas, hay té y hay, por supuesto, libación alcohólica, como es de rigor en el cine del autor coreano. Pero HSS nos deja entrever como, al despertar, el personaje repite una letanía agradeciendo la vida, agradeciendo estar viva y sin dolor alguno. Será tras una larga comida en la que un director, fan de la actriz, trata de convencerla para un comeback cuándo ella le confiese la realidad y admita que nunca habrá un regreso sino una partida. Hong y su personaje miran a la muerte a la cara y celebran la vida, la cotidianeidad, para romper el encanto de una comida íntima con tanta lucidez como levedad. La confesión se seguirá de otra confesión, ésta más arrebatada, situando el deseo por encima del arte. Pero el autor de La mujer que escapó nos reserva un giro final. Un giro dentro de la lógica social que permite al personaje (y al director) mantener y reivindicar de nuevo la dignidad humana con el estilo simple al que nos tiene acostumbrados.
Frente a ambas obras se situarían películas que contemplan la ausencia. Haruhara-san’s Recorder (Kyoshi Sugita, 2021) la contempla literalmente. La protagonista sufre el duelo tras la pérdida de una familiar. Sin embargo, eso lo sabemos por la sinopsis de la obra, no por el diálogo o por pista visual alguna. Llora en algunas ocasiones, otros personajes también dejan escapar alguna lagrimita, escuchan una melodía, miran por la ventana a nada en concreto… La obra de Sugita es tan extremadamente sutil que el espectador se sitúa ante una serie de imágenes que siente como inconexas, triviales y escasamente sugerentes. Si la obra se observa con atención es por el (inexistente) enigma que el espectador occidental trata de descifrar. Al final de cada proyección la platea se dividía en dos bandos. El de los desconcertados (entre los cuales, por supuesto, me sitúo) y el de aquellos que reivindicaban la película (iluminados, sin duda, por alguna capacidad de la que yo carezco… o por algún texto que yo no había leído antes del visionado).
En una apuesta opuesta a Haruhara-san’s Recorder, Abrázame fuerte (Serre moi fort, Mathieu Amalric, 2021) se constituye como una construcción mental que llena el vacío y trata de invertir la situación de pérdida. La nueva película de Mathieu Amalric es la historia de Clarisse, una mujer que ha padecido un accidente, y la relación que establece con su pareja e hijos. Si el autor japonés se situaba frente a la ausencia, Clarisse multiplica las vidas de sus familiares en gestos y actos cotidianos. Amalric diseña un laberinto vital y emocional que atrapa al espectador retándole a descubrir el secreto escondido en la trama. Pese a la desgracia que precede a la película y que se sitúa en un off visual (como en la obra japonesa antes comentada), no hay en Abrázame fuerte sensiblería ni excesivas estridencias, resultando mucho más accesible para el espectador y permitiéndole juguetear con las múltiples posibilidades argumentales que las imágenes insinúan. El inconveniente es, no obstante, que el dispositivo que utiliza el director supera a la historia en sí misma y Abrázame fuerte acaba resultando tan fría como sus imágenes en paisajes nevados.
Anatomy of Time (Jakrawal Nilthamrong, 2021) oscila entre la vida y la muerte, entre vidas y muertes de personajes duplicados o duplicables, en una Tailandia rural bajo la amenaza de una dictadura fascista. Los espectadores oscilamos entre la fascinación y la incomprensión. Saltos temporales adelante y atrás, elipsis y ausencias de personajes antes vistos, fuerzan la alerta ante una historia que, ora se desliza ante nuestras miradas de modo suave, ora da saltos de un espacio a otro, de un tiempo a otro. Veremos en ella a la joven Meam, enamorada de un joven del pueblo pero acosada por un militar. Veremos como este último da una paliza (¿mortal?) al joven. Y veremos, la mayor parte de la cinta, como Meam cuida a un postrado militar con la intención de que no muera y sufra el mayor tiempo posible. La idea del karma sobrevuela esta cinta tan bella como pausada, enfrentando la aparición de un militar de alto rango que pretende honrar al militar desahuciado como el desprecio que éste sufre por parte de sus convecinos en la única secuencia en que se incorpora para una fuga nocturna. Nilthamrong nos presenta, no obstante, dos finales alternativos que plantean en imágenes las posibilidades diversas que la vida ofrece. La belleza de la película no se limita a interludios rodados en el bosque que vinculan humanos y naturaleza, sino a la atención que Meam presta, cuidadosamente, al hombre que odia. Anatomy of Time resulta así tan fascinante como, puntualmente, incómoda. Desconozco la sociedad tailandesa y su historia política para comprender determinados pasajes de la cinta pero esta obra también suscita la sospecha de ser resultado de un manierismo que va más allá de lo cultural y se acerca a la mimesis del cine de Apitchapong.
Y qué mejor ejemplo para enlazar este capítulo y el siguiente que The Souvenir II (Joanna Hogg, 2021). The Souvenir (Joanna Hogg, 2019), la anterior película autobiográfica de Joana Hogg se centraba en su romance con un joven tan atractivo como misterioso. La construcción de los recuerdos se basaba en una narración dramática que culminaba en tragedia al desaparecer su amante de su vida y de este mundo, revelando una extensa patraña sobre la que construyera una falsa identidad. The Souvenir, segunda parte, se construye sobre esta pérdida, que no sólo deja tras de sí el dolor sino el desconcierto por saber hasta qué punto se vivió un romance real o éste formaba parte de una simulación. Con la misma elegancia que en la obra anterior, la directora de Exhibition prosigue su autobiografía, ahora centrada en el desarrollo de la película proyecto final de carrera. Si bien una parte de la cinta se centra en exceso en aspectos técnicos o estéticos del proyecto, el desarrollo del mismo nos lleva, precisamente, a la génesis de la película que estamos viendo, generando una obra metacinematográfica que no renuncia a mantener la identidad de sus personajes como personas reales. Hogg sublima la tragedia con la que concluía la obra anterior en las imágenes contenidas en ésta, en la vida que sigue, inmutable, y las replica en la propia película que vemos construir. La secuencia final, en una fusión entre cine y realidad, es un colofón impecable a este díptico.