¿Cuántas mujeres han sufrido algún tipo de abuso de poder por parte de un hombre? ¿Cuántos casos de abusos sexuales acaben impunes? ¿Cuántas mujeres han tenido que renunciar a su sueño simplemente por ser mujer? ¿Y por qué no nos aprovechamos un poco de esta absurda sociedad en la que vivimos para reírnos y reflexionar sobre el mundo que nos rodea? Ambientada en el París de los años 30, pero más actual que nunca, Mi Crimen de François Ozon adapta una obra de teatro escrita por Georges Berr y Louis Verneuil, sobre dos amigas sin dinero que persiguen sus sueños a la vez que luchan contra una sociedad patriarcal, y en la que, contra todo pronóstico, se salen con la suya.
Después de volcarse por completo al drama en sus últimas películas, François Ozon vuelve a hacernos reír con esta desacomplejada comedia. Tal y como explicó el propio director el día de la inauguración del BCN Film Festival 2023, «después del confinamiento quería hacer algo más ligero y divertido», y así fue, pero evidentemente sin dejar atrás la temática reivindicativa y social que recoge en todas sus películas. Mi crimen cierra una improvisada trilogía sobre el feminismo. En 8 Mujeres (2002) ambientada en los años 50, empieza a desmantelar el patriarcado, en Potiche mujeres al poder (2010), ubicada en los años 70, las mujeres empiezan a tomar el control de sus vidas y, finalmente, en Mi Crimen, la sororidad triunfa para vengarse de los hombres y sobrevivir en la injusticia.
Madeleine (Nadia Tereszkiewicz) y Pauline (Rebecca Marder) comparten una cama de noventa centímetros en un apartamento del que las están a punto de echar, mientras Madelenie intenta (sin éxito) abrirse camino como actriz por sus propios méritos y Pauline fracasa como abogada. Dentro de este absoluto caos, la suerte se va a poner a favor de las jóvenes cuando Montferrand (Jean-Christophe Bouvet), un famoso productor teatral, aparece muerto en su mansión unas horas después de intentar abusar sexualmente de la joven Madeleine. Todo apunta a que la joven es la culpable de este terrible e insensible asesinato, pues Madeline, casi sin pensárselo y sin mucho que perder, se declara culpable.
Con este giro de guion, la aspirante a actriz interpretará el papel de su vida delante del juez y Pauline le ofrecerá una magnífica defensa con un discurso más que revelador. De golpe, este inocente (y falso) crimen despertará el afán de libertad de todas las mujeres. Con una trama que se acerca al movimiento me too, el director francés logra la carcajada poniendo énfasis en lo absurdo al ritmo de un vodevil.
A través una puesta en escena tan cinematográfica como teatral, Ozon también rinde un bonito homenaje al cine de los años 30 con guiños al cine clásico y a películas como Curvas Peligrosas (Mauvaise graine, Billy Wilder, Alexander Esway, 1934). Y, cuando parece que ya no puede pasar nada más, irrumpe una, como siempre, espléndida Isabelle Huppert que acentúa la intriga y acaba de elevar esta alocada comedia a un nivel superior.