Ecos allende los mares
La sección Cannes Classics de la pasada edición del festival nos trajo la restauración en 4K de dos películas no muy conocidas dentro de la extensa filmografía de Yasujirō Ozu: Historia de un vecindario (Nagaya Shinshiroku, 1947) y Las hermanas Munekata (Munekata kyōdai, 1950). Ambas películas, realizadas poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial y pertenecientes al periodo sonoro en blanco y negro del cineasta, han sido quizás enterradas por las grandes obras maestras de Ozu producidas también en estos años (Primavera tardía, Banshun, 1949 o Cuentos de Tokio, Tokyo monogatari, 1953). Al igual que pudimos encontrar en las carteleras de nuestro país Historia de un vecindario a finales del año pasado, ahora es el turno de Las hermanas Munekata, si bien seguramente puede descubrirse como una película menor dentro de su obra, siempre es un regalo poder de nuevo disfrutar en pantalla grande de uno de los grandes maestros no sólo del cine japonés, sino también un pionero fundamental de aquello que vendría a llamarse la modernidad cinematográfica.
Siendo precisamente un tema central en la cultura japonesa y en especial en las postrimerías de la catástrofe nuclear, el conflicto tradición frente a modernidad aparece representado en las dos hermanas que dan nombre al título de la película. Setsuko viste en kimono y le recrimina a su hermana Mariko que entienda la modernidad cómo llevar faldas cada vez más cortas. Mariko por su parte, entiende que ambas vivieron infancias muy distintas, transcurriendo la de su hermana durante una larga guerra. Ambas se sienten atraídas por Hiroshi, que ha regresado recientemente a Japón tras un periodo emigrado en Francia. A propósito de Hiroshi, resulta curioso descubrir a Ozu, caracterizado usualmente por su descripción detallista del modo de vida japonés, mostrando aquí interiores inspirados en el modo de vida occidental; pues este personaje se dedica a vender muebles traídos del viejo continente o, como los llama Mariko, furniture (forzada a utilizar un anglicismo para describir estos extraños objetos).
En tintes generales el argumento, de claros tintes melodramáticos supone una anomalía dentro del cine de su autor, acostumbrado a un ritmo más pausado y contemplativo del que requiere la historia que pretende adaptar. En este sentido, especialmente la utilización de la banda sonora presenta un tono muy alejado de su estilo y que recuerda más bien el cine clásico americano. Siendo una de sus pocas películas producidas fuera de la Shochiku, puede ser éste un factor que explique su naturaleza de rara avis. Aun así, aunque diluidas, las marcas formales de Ozu siguen presentes aquí: largos planos estáticos con la cámara en el suelo, “respirados” por sus conocidos pillow shots. Estos últimos optan por mostrar de forma recurrente el paso de un tren, que probablemente podría interpretarse en un doble sentido: primero y una vez más, la llegada de la modernidad pero también y en segundo lugar la de aquellos como Setsuko que no pudieron llegar nunca a coger esos billetes hacia el nuevo Japón y cuyas vidas quedaron truncadas en el andén tras la devastación de la guerra. Así mismo encontramos aquí a uno de los actores fetiches del director, Chishu Ryu, el abuelo de Cuentos de Tokio que aquí interpreta análogamente al padre de las hermanas protagonistas, con una importancia menor dentro de la trama global pero continuista con ese tono melancólico pero entrañable e incluso cómico tan presente en Ozu.
Pese a sus altibajos, Las hermanas Munekata sigue siendo claramente una obra de Yasujirō Ozu. Una obra conmovedora y reflexiva que ofrece una mirada profunda a la familia japonesa de posguerras y sus conflictos internos. La complejidad de las relaciones humanas a través de la cotidianeidad de la vida. Dentro de un autor fundamental en la historia de la cinematografía mundial cuya gran parte de su filmografía se ha perdido para siempre, resulta siempre una buena noticia tener la oportunidad de descubrir una de sus obras más desconocidas.