Àma Gloria, el primer largometraje en solitario de la cineasta francesa Marie Amachoukeli-Barsacq, que inauguraba la Semana de la Crítica en Cannes el año pasado, llega a salas españolas el próximo 26 de abril de la mano de Surtsey Films. Una historia sobre relaciones que traspasan el ámbito familiar protagonizada por dos actrices debutantes: la jovencísima Louise Mauroy-Panzani y la caboverdiana Ilça Moreno Zego.
Ante la ausencia paternal, Gloria se convierte en la adulta referente para la magnética Cléo, que perdió a su madre hace un tiempo y cuyo padre pasa las horas fuera de casa debido al trabajo. El vínculo entre ambas es presentado desde el inicio como un lazo mágico e inquebrantable, donde las actividades cotidianas se convierten en juegos infantiles, alimentando la intimidad de la relación con todo aquello que la niña no logra obtener de su progenitor: tiempo, dedicación y cuidados. Ante la noticia de la muerte de su madre, Gloria debe volver a Cabo Verde para atender a sus propios hijos, César, quien le guarda rencor por haberlos dejado con la abuela, y Fernanda, una adolescente que está a punto de convertirse en madre soltera. Antes de su marcha, la institutriz y el padre acuerdan que la niña pase el verano con ella y su familia en la isla africana, y así suavizar el dolor de la despedida.
El relato se construye como un díptico que contrapone dos realidades distintas: por un lado, la vida en París, donde Cléo es el centro absoluto de la vida de Gloria, y por otro, la estancia en Cabo Verde, donde la mujer, además de sus hijos, tiene otras labores que atender, sirviendo como choque de realidad para la criatura, quien en un ataque de celos llegará a poner su vida en peligro (y la de otros), con tal de llamar la atención de su cuidadora. También existe cierto contraste cultural cuando se muestra el peso de la religión en la comunidad de Gloria, o la diferencia entre los espacios: el parque de la ciudad europea se transforma en una playa abarrotada, donde jóvenes pasan el rato y adultos se amontonan para vender y comprar pescado.
Cléo, de tan solo seis años, ha tenido que hacer frente a la pérdida de su madre, y el verano junto a Gloria servirá como punto y aparte en una relación que deja en un segundo término la consanguinidad, apostando por un retrato de amor visceral basado en la incondicionalidad y el cariño, que en ocasiones nada tiene que ver con el concepto de familia tradicional. En este sentido, Àma Gloria podría entenderse como el coming of age de una niña cuyas circunstancias la obligan a crecer de golpe, sirviendo el viaje como metáfora del desarrollo emocional al que deberá someterse durante este duro aprendizaje: dejar ir a las personas que amamos es también una muestra de amor.
A lo largo del metraje se cuelan un puñado de animaciones impresionistas, de ritmo entrecortado, que aluden al pasado y las emociones de las protagonistas, ilustrando momentos clave como el funeral de la madre de Cléo o sus primeros pasos. Son descansos que nos sumergen en un ambiente algo sombrío pero donde la naturaleza siempre está presente: las olas del mar y las hojas de los árboles configuran este universo artístico paralelo a la ficción. El uso de una cámara muy próxima a los personajes, inundando la pantalla de primeros planos, rompe una distancia que se antoja como inexistente desde el primer momento. La voluntad de la cineasta es acercarnos a la realidad que nos cuenta, pretendiendo, de alguna manera, que vivamos la experiencia en primera persona, que sintamos sus vivencias como propias. La magia del filme radica precisamente en esta búsqueda de lo real: nada es artificioso ni impostado. La decisión de contar con dos intérpretes sin experiencia también alimenta la sensación de naturalidad, construyendo un cuento realista que huye de los periplos exageradamente melodramáticos. Las películas, como la vida, también pueden ser tristes, y la honestidad que desprende Àma Gloria la convierte en una bella historia que consigue emocionar al público a través de un relato verdaderamente cautivador.