Lazzaro feliz (Lazzaro felice, Alice Rohrwacher, 2018)

El gran engaño

Lazzaro felizEn el festival de Cannes de 2018, la aclamada directora italiana Alice Rohrwacher competía para la Palma de Oro con su tercer largometraje de ficción, Lazzaro feliz (Lazzaro Felice), siendo galardonada con el premio al mejor guion. En la película, Rohrwacher cuenta la historia de Lazzaro con su particular estilo, tanto en lo audiovisual como en lo narrativo, que mezcla en perfecta sintonía la magia y lo tangible. Un cuento fantástico envuelto por un retrato mordaz de aspectos más pertenecientes a la cruda realidad, como por ejemplo la degradación que conlleva la sociedad moderna o la siempre presente diferencia de clases. Todo mostrado en un filme que usa los contrastes y similitudes de dos épocas aparentemente distintas, pero brillantemente entremezcladas mediante un ingenioso guion dividido en dos partes, siendo Lazzaro el factor común que conecta ambas particiones.

Lazzaro feliz comienza en tono festivo con un simpático retrato de las gentes de La Inviolata, una pequeña comunidad de trabajadores que conviven felices y en harmonía con su entorno rural. Hay algo especial respecto a este tema en el cine de Rohrwacher, siempre capturando esos momentos en los que las relaciones humanas son lo primordial, esas escenas hermosas y llenas de vida que la directora italiana representa con tanta naturalidad y que estarán presentes a lo largo de todo el filme. Sin embargo, tras esta alegre fachada asoma una realidad que conlleva engaños, deudas y esclavitud. De un modo similar a la familia que protagonizaba El País de las Maravillas (Le Meraviglie, 2014), la obra anterior de Rohrwacher, los trabajadores de La Inviolata viven aislados del resto del mundo, pero en lugar de ser por decisión propia, en esta ocasión están siendo engañados y explotados por la marquesa Alfonsina de Luna, dueña de una empresa tabacalera. Alfonsina mantiene a los campesinos en la ignorancia absoluta de lo que hay más allá de los terrenos de la aldea, al margen de la sociedad moderna y de las leyes vigentes en ella. De este modo, la marquesa se aprovecha de los campesinos y los obliga a trabajar para ella. El paisaje rural y las tradiciones afloran en esta primera parte, impregnada de una cierta extrañeza que da rienda suelta a la imaginación más allá de lo que muestran las imágenes.

Lazzaro feliz

Entre los aldeanos de La Inviolata se encuentra el inocente y siempre servicial Lazzaro, que jamás se niega a ningún favor que se le pida. El tono de cuento de hadas, muy presente en la filmografía de la directora italiana, cobra especial fuerza en su tercer largometraje con la presencia de Lazzaro y su inmensa bondad, personaje sobre el que se construye la fábula mientras deambula por el mundo. La muerte de Lazzaro supone la partición de la historia y da pie a la segunda parte del largometraje. Como Lázaro de Betania, el bondadoso campesino resucita para descubrir que el resto de aldeanos han sido trasladados a la ciudad para reincorporarse en la sociedad y liberarse del yugo de la marquesa, despertarse del Gran Engaño, nombrado así por la prensa, en el que habían vivido hasta entonces. Ahora bien, esta libertad tiene un precio y lo que encuentra Lazzaro no es mucho mejor. Los aldeanos, ahora mayores por el paso del tiempo (interpretados por un reparto distinto a la primera parte), siguen aislados y viviendo al margen de la ley, esta vez siendo ellos mismos los que la quebrantan, robando y engañando para conseguir dinero. Se mantiene su espíritu de convivencia, la simpatía que transmiten y los momentos afectuosos entre ellos, cambiando la tradición rural que Rohrwacher siempre reivindica por los tonos más grises y fríos de la urbe. Un nuevo escenario que no tiene cabida para alguien como Lazzaro, su inocencia y buenas intenciones no encajan en el mundo moderno.

Lazzaro feliz

Lleno de misterio y de símbolos típicos de la fábula como el lobo, el tirachinas que Tancredi, hijo de la marquesa, le regala a Lazzaro o la lámpara de la familia de Luna, el cuento que supone Lazzaro Feliz es tan alegre como trágico, una muestra más de la capacidad de Rohrwacher para extraer destellos de belleza del interior de un mundo impregnado de negatividad y pesimismo. Una entrañable historia capaz de sacar sonrisas pero también lágrimas, y que mientras los créditos finales cierran la película, uno no puede evitar preguntarse cual ha sido realmente el gran engaño.