Iván Zulueta siempre ha sido un autor escurridizo. No por sólo por el mito que se ha generado alrededor de su distanciamiento de la dirección después de tan solo dos película, entre las cuales se encuentra la legendaria Arrebato, sino por el equilibrio en el que construyó su obra. Parece evidente hablar de Zulueta como un director de culto, porque según la lógica lo es, pero es interesante contrastar su obra con sus referentes para encontrar un director aún más interesante. Incluso es interesante comparar sus dos películas para entender las tensiones que definieron su práctica. Desde el cine más yeyé, lleno de ironía y admiración por una escena pop cercana a su fin en Un dos, tres al escondite inglés, hasta la experimentación formal en Arrebato. Lo interesante no es tanto señalar sus diferencias y apelar a una hipotética evolución sino intentar entender como Zulueta utiliza esa cultura pop para construir un cine que, en principio no tiene nada que ver. Zulueta, utiliza la fragmentación de sus referentes para construir imágenes, más que un creador se parecería más a ese recolector que enuncia imágenes para construir algo nuevo.
En este caso, la obra del director donostiarra se suma a un disco compuesto específicamente para sus cortometrajes por Jota, vocalista de Los Planetas, dando lugar al disco-cd Plena pausa. El grupo granadino además celebra treinta aniversario de Super 8, el disco que definió su carrera y el estreno de la película Segundo Premio dirigida por Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez e inspirada en la historia del grupo. Muchos de lo cortos, encontrados en el archivo de Zulueta al borde de la extinción, se ven ahora por primera vez acompañados de las guitarras y la voz que tantas veces hemos escuchado en canciones como Qué puedo hacer o Si está bien. Esta unión ideada por la filmoteca española, da una nueva vida al director y convierte su obra en algo parecido a una recopilación e videoclips. Estos cortometrajes, son producto de la obra de Zulueta cuando vivía en Madrid, de alguna forma romántica, podríamos entenderlos como testimonios de una época. La grabación de un momento histórico como fueron los últimos setenta, vistos por alguien muy poco interesado por nada que tuviera que ver con la actualidad del momento.
Mencionaba antes la proximidad de Zulueta a los fetiches de la cultura popular, y de alguna forma estos cortometrajes, originalmente sin sonido, llenos de imágenes abstractas y juegos de luces, vuelven a adoptar esa idea pop, de imagen como acompañamiento, cuando se les suma música. Destaca en la música de Jota, la fuerte noción de canción, conscientemente alejada de la idea de banda sonora. Cada una de las canciones ha sido escrita y compuesta, junto a otros artistas como el grupo argentino 107 Faunos, para encajar en cada corto lo que provoca unos encuentros entre la letra, la música y la imagen muy interesantes por la literalidad de la letra y a la vez porque cualquier encuentro parece casualidad, planteando una relación que si existe parece una accidente. En un corto concreto, uno de mis favoritos, El hotel, la canción parece ir alargándose a medida que el cortometraje no termina, convirtiéndose en un juego de persecución, de ritmo y de aceleración. Incluso, el cortometraje se alarga tanto que en él se escuchan dos canciones. Esta perspectiva en la que la canción es maleable, tanto para adaptarse a la duración del vídeo como para no exceder la duración “conveniente” de una canción, es una idea muy divertida que aproxima aún más a las imágenes a un videoclip actual. De hecho, tal es al autonomía entre canción e imagen que cada canción tiene su propio título aparte del corto. Aprovecho para destacar algunas canciones del disco que espero se queden en la memoria musical del país como Era una flecha, Natalia dice o Un buen día para Iván.
Los cortos de Zulueta siempre parecen partir de esa angustia por rodar su alrededor sin necesidad de que sea un registro de lo que pasa sino una manera de acortar la distancia entre el mundo y él. De alguna forma parece buscar una manera de representar la propia ficción a partir de pedazos de su vida cotidiana. De encontrar y construir la imagen cinematográfica en cada esquina y que eso le sirva. Lo podemos ver en la tendencia de rodar directamente la pantalla del televisor o las luces de las farolas de un Madrid que desaparece entre el grano de los 16mm. Volviendo a ese juego entre pop y vanguardia, parece querer recrear Star Wars desde su ventana en cada gesto de cámara y a la vez querer montar algo que nadie hubiera visto antes. En definitiva, Plena Pausa, es una de las formas más interesantes y divertidas de acercarse a la obra menos conocida de un director tan inspirador como Zulueta. En Youtube hay algunos de los cortos, muy recomendables, aunque si tenéis la posibilidad de disfrutar en su totalidad de ellos no dejéis de ver el DVD que editó la filmoteca.