Alien Romulus, de Fede Álvarez

Alien: RomulusEstamos en una época en la que Hollywood está comprometido a revivir franquicias y propiedades intelectuales que tuvieron éxito en las décadas de los 70, 80 y 90. La nostalgia se ha convertido en un producto para vender y consumir en el cine comercial actual. Claros ejemplos de esto son el reboot de El Exorcista: Creyente (2023), los live-actions de Disney y el estreno de Deadpool & Lobezno (2024), que recurre a cameos y referencias a la época de las producciones de 20th Century Fox basadas en Marvel Comics, como la saga de X-Men (2000-2020), Blade (1998) y Elektra (2005).

Ahora ha llegado el turno de que los gigantes estudios traigan de vuelta a la pantalla grande al xenomorfo, la aterradora criatura que Ridley Scott nos presentó en su película Alien: el octavo pasajero (1979). Desde entonces, la franquicia ha tenido altibajos, cambiando de directores en diversas secuelas que exploraron diferentes aspectos del universo creado por Scott. Entre los cineastas que han estado al mando, James Cameron destacó al entregarnos una de las mejores secuelas en la historia de Hollywood con Aliens: El regreso (1986). Fede Álvarez, cineasta uruguayo que previamente ha dirigido cintas como el remake de Evil Dead (2013) y No Respires (2016), nos presenta una interquel que se encuentra entre los eventos de las cintas dirigidas por Scott y Cameron.

Alien: Romulus

La película se enfoca en un grupo de adolescentes que queda varado en el espacio y debe enfrentarse a la forma de vida más espeluznante del universo, el xenomorfo, mientras intentan escapar y sobrevivir. Siguiendo los mismos beats de las anteriores películas, por un largo tiempo Fede Alvarez no presenta nada innovador y refrescante. Sus personajes simplemente están como referentes al slasher, víctimas de la máquina mortal y asesina que los atormentará por el resto del metraje. Sin ánimos de desarrollar emociones o arcos dramáticos, el director se enfoca en crear secuencias de tensión y suspenso, una siguiendo a la otra.

A diferencia de sus predecesores, Fede Álvarez parece más interesado en el ruido, la acción y el espectáculo en la puesta en escena y cámara, influenciada por videojuegos como Dead Space y Alien: Isolation. La acción frenética y la estética priorizan el impacto visual sobre la sutileza. La cinta de Álvarez es creativa cuando juega con la gravedad-cero (elemento que no se había utilizado en la franquicia de manera tan efectiva visualmente), pero resulta contraproducente, ya que sacrifica el drama en favor de un espectáculo vacuo.

Desde su secuencia inicial en donde la corporación Weyland-Yutani investiga los restos del Nostromo (sí, la nave espacial de la primera película) y recoge un objeto misterioso que contiene un xenomorfo, el guión, escrito junto a Rodo Sayagues, se desentiende de la filosofía y el existencialismo de Prometheus (2012) y Alien: Covenant (2017), enfocándose únicamente en repetir la fórmula de copiar y pegar lo que ya vimos en la saga para revivir la franquicia. Cada vez que intenta algo nuevo, resulta frustrante pensar en todo lo que podría haber logrado sin sus ataduras nostálgicas.

Alien: Romulus

Entre esas ataduras están los diálogos (“Get Away From Her, You Bitch!” de Aliens) y un deepfake para resucitar al fallecido actor Ian Holm como Hook, un androide similar a Ash de la película de Ridley Scott. Una decisión de poca ética de los productores y el cineasta que refleja ese terror y miedo a presentar nuevas ideas en la franquicia. Atorado en los fantasmas del pasado, Alien: Romulus se tropieza al imitar los mismos pasos de las anteriores entregas y no es hasta en su tercer acto donde Álvarez se atreve a mezclar elementos del cine serie B, con el body-horror y el terror de Alien. Un clímax que llega demasiado tarde y que pudo ofrecer mucho más si se hubiera mantenido en esta línea de frescura y no en la nostalgia. Un festín de terror extremo que incluye una manipulación genuina del horror psicológico o el uso de líquidos, disfraces y marionetas de efectos prácticos y digitales, mostrando ese estilo del cineasta uruguayo que vimos en Evil Dead.

En las cintas de Cameron y Scott predominaba la construcción de la atmósfera y el desarrollo de personajes, elementos que potencian la acción y el suspenso. La brusquedad de Alien: Romulus sugiere que Álvarez no estaba muy interesado en desarrollar ninguno de estos aspectos. Incluso en sus errores, Fincher y Jeunet lograban imprimir más personalidad en Alien 3 (1992) y Resurrección (1997), ya que se esforzaban en ir más allá de lo que hicieron Cameron y Scott. Álvarez, en cambio, se queda a medio camino, atrapado entre easter eggs y la resurrección de actores y diálogos que solo restan personalidad y emoción a secuencias tan ingeniosas como la de la gravedad cero y su tercer acto. Tanto potencial desgastado en la fórmula nostálgica convierte a Alien: Romulus en una experiencia frustrante.

El exorcista: Creyente, de David Gordon Green

Deadpool y Lobezno, de Shawn Levy

Prometheus