¡Al abordaje!, de Guillaume Brac

Cuento de verano

Al inicio de La isla del tesoro (L’île au trésor, Guillaume Brac, 2018), el anterior largometraje del autor de ¡Al abordaje!, un grupo de niños, menores de edad, tratan de convencer a los guardias de seguridad de un parque acuático que les permitan el paso. Han llegado tras una ruta en tren de varias horas y han acudido solos puesto que sus padres, habitantes de la banlieu parisina, tienen que estar trabajando. Félix, desencadenante de la acción en ¡Al abordaje! deja atrás París y su banlieu y recorre (Blablacar de por medio) 600 kilómetros para encontrarse con la joven con la que ligara unas noches atrás. Su impertinente insistencia dará pie a un pequeño accidente que derivará en una forzada estancia en un camping de Félix, su paciente amigo Chérif y del timorato Edouard, conductor (que no propietario) del vehículo en el que han viajado. 

Guillaume Brac seguía puntualmente durante el metraje de su documental anterior las idas y venidas de niños y adolescentes que trataban de alcanzar un destino vacacional, ni que fuera por unas muy breves horas, para desvincularse de la realidad y la pobreza en la que vivían. El parque se antoja un espacio sobresaturado de niños en la zona de piscina y un escenario pobremente edulcorado para los habitantes de la periferia parisina. Sin embargo, la adrenalina que confería a los jóvenes el salto prohibido desde un puente o la barbacoa familiar con los amigos a inmigrantes afganos les alejaban de la cotidianeidad o de las pesadillas que les hostigaran desde un pasado de terror. Documental muy heterogéneo que mezclaba el día a día del parque con las aspiraciones de los que lo habitaban, La isla del tesoro arrancaba con un comentario de la homónima novela de Stevenson en la que se duda de la existencia del tesoro pero se asegura el peligro en forma de fiebres. En la película, la efímera felicidad, la promesa de diversión, sexo o vacaciones no iba de la mano de unas imágenes que en realidad transmitían sensación de precariedad y en la que se salpimentaban aquí y allí comentarios sobre la situación social o laboral, llegando a explicitar la búsqueda de posibles trabajos que permitieran acceder a un utópico futuro mejor, fuera en los cuerpos de seguridad, fuera de cajera de Lidl, como sorprendentemente afirma una pequeña. 

¡Al abordaje!

En ¡Al abordaje!, el deseo de Félix de reencontrarse con Alma deriva en un inesperado paréntesis de vacaciones rurales para el inaudito trío. La agresiva impulsividad del improvisado Romeo y la veleidad de Alma mantienen al conjunto de personajes en una suerte de paréntesis estival, favoreciendo las amistades insospechadas entre Edouard y los dos amigos (un blanco pequeñoburgués y dos proletarios africanos) pero también entre el reservado Chérif y Héléna, una joven madre a quien su pareja ha dejado con su bebé en el camping. Brac construye unos personajes de comedia que funcionan muy adecuadamente y los integra en una puesta de escena de tal naturalidad que da pie a escenas que podrían pertenecer a La isla del tesoro: la relación que Chérif establece con la bebé de su nueva amiga, las momentos compartidos por Chérif y Edouard o el paseo por el pueblo del inesperado trío… Todas ellas son secuencias veraniegas que nos podrían remitir, erróneamente, a Rohmer, por la edad de los personajes, por la intrascendencia de la historia, por la fugacidad de los amores, por la incoherencia entre lo manifestado y lo realizado o, sobre todo, por el tono suave y a la vez luminoso de diálogos e imagen. Sin embargo ¡Al abordaje! no pretende representar ningún refrán ni sentar cátedra. Sus personajes son absolutamente libres en su inoperancia y su inocencia y Brac los respeta, aun en sus errores, permitiéndoles una libertad que, en apariencia, no queda limitada por el guion. Brac puntúa la narración con explícitas escenas de comedia mediante el enfrentamiento de personajes (Félix contra el socorrista ligón, todos contra todos en la poza) y los contrapone con los sucesivos acercamientos de unos hacia otros (de Felix y Alma en el río, de Felix y Edouard sobre las bicis, de Edouard y Chérif, de Chérif y Héléna) favoreciendo que esta crónica juvenil desarrolle su trama carcajada mediante. De este modo ¡Al abordaje! navega en paralelo al universo de Rohmer, compartiendo sus claves de comedia, pero evita la densidad de diálogos y la angustia que brotaba de algunos de sus personajes. Se aleja, por otro lado, de las Comedias y Proverbios con el protagonismo de estos personajes de origen social y étnico que raramente protagonizaron las obras de Eric Rohmer. 

No habría, sin embargo, que considerar a ¡Al abordaje! como una obra menor o intrascendente. Esta deliciosa comedia de Brac no sólo contagia el buen humor y el relax vacacional sino que permite considerar cuán fácil es conseguir la felicidad y, simultáneamente, cuán frágil es para algunos la línea que la separa de la infelicidad. Guillaume Brac arranca la obra con el personaje de Félix en movimiento, buscando un objetivo, que consigue al encontrar a Alma en un baile popular. Tras una secuencia musical en el karaoke dónde convergen Edouard, Cherif y Héléna, Brac cerrará la obra bruscamente sin que sepamos qué sucederá con cada uno de ellos. Podemos especular que Edouard seguirá su ruta para encontrarse con su madre, que Héléna se reencontrará con su pareja y que Félix y Chérif dejarán atrás a Alma para volver a sus precarios trabajos. Sin embargo, a diferencia de Rohmer, Guillaume Brac evita un cierre dogmático y deja, indefinidamente, a los tres personajes en un limbo vacacional que, pese a todas las contrariedades, se hace contagiosamente deseable para el espectador.