Marvel Studios empieza el año 2023 con el lanzamiento de Ant-Man y la Avispa: Quantumania, tercer filme protagonizado por el pequeño superhéroe al que encarna Paul Rudd y es, además, el pistoletazo de salida para la quinta fase del universo cinematográfico de Marvel. Esta aventura representa para la saga la (muy esperada por algunos) incorporación del mundo cuántico y la primera aparición del nuevo supervillano de la franquicia: Kang el conquistador, interpretado por un gran Jonathan Majors.
La cinta la dirige Peyton Reed y esta decisión, a pesar de haber dirigido él las dos entregas anteriores, resulta poco acertada. Las dos primeras entregas de Ant-Man eran películas muy disfrutables, pero funcionaban por su tono cómico y su poca ambición épica y grandilocuente, lo que contrastaba con otras producciones de Marvel. Paul Rudd encajaba como anillo al dedo con ese tipo de propuesta, pero, en Quantumania, Reed intenta cambiar a un estilo más propio del universo Star Wars, y todos los elementos parecen fuera de lugar.
Narrativamente, la cinta es precipitada con un primer acto que prescinde del contexto para adentrarse de lleno en la aventura a los diez minutos del inicio de la cinta. A pesar de que la totalidad de la trama se desarrolla en un mundo desconocido para el espectador, se da muy poca importancia a explicar las leyes y las características de este, y, por lo tanto, los obstáculos para los protagonistas resultan poco intimidantes. Lo único rescatable a nivel de guion son un par de personajes, que destacan por el visible esfuerzo de sus intérpretes en levantar la calidad de la película. Para empezar se nos introduce al que será el próximo rival de los vengadores: Kang el conquistador. Su personaje está poco desarrollado y su peso reside en hacer saber a la audiencia que debe ser temido, pero Jonathan Majors pone todo su repertorio interpretativo al servicio del personaje. La esperanza está en ver si su aparición en otras producciones futuras puede redimir su falta de desarrollo en esta. El otro personaje que vale la pena es Cassie Lang, la hija del mismísimo Ant-Man a quien da vida Kathryn Newton. Es la única actriz del equipo protagonista a quien se le intuye un interés por aparecer en el filme, sobre todo comparada con las actuaciones perezosas de los gigantes Michael Douglas y Michelle Pfeiffer.
A nivel visual la película tampoco destaca positivamente. Hasta el momento, en el universo Marvel, las localizaciones fantásticas sacadas directamente de los cómics se plasmaban con una mínima pretensión artística: encontramos un brillante diseño de arte y vestuario en Wakanda, unos efectos visuales espectaculares en los multiversos del Doctor Extraño o un paleta de colores novedosa en los mundos de los Guardianes de la galaxia o Thor. En el mundo cuántico, Peyton Reed no parece ser capaz de aportar nada visualmente y la estética resulta genérica y poco interesante. Incluso el momento en que se juega con las leyes de la cuántica y la probabilidad, que debería dar lugar a jugar el guión y los efectos visuales, el espectador se encuentra con una secuencia de relleno, sin peso ni interés narrativo y visualmente insustancial.
En definitiva, Ant-Man y la Avispa: Quantumania supone una de las entradas más flojas en un Universo Cinematográfico de Marvel que parece estar perdiendo tirón apostando por la cantidad antes que por la calidad. La película parece ser un mal necesario para construir hacia adelante y anticipar lo que va a ser el nuevo encuentro de los vengadores. La pregunta está en cuantas más producciones olvidables puede aguantar el público antes de sentir que está perdiendo el tiempo con tantas series y películas que conforman este universo año a año. La esperanza está puesta, ahora, en la próxima entrega de los guardianes de la galaxia de James Gunn y en que, al final del camino, con el estreno de Vengadores: La dinastía de Kang, podamos recordar la tercera película de Ant-Man como una piedra importante en el camino para llegar a un merecido final.