Cuando Kim Ki-taek y sus dos hijos consiguen escapar sin ser descubiertos de la casa de los Park en plena noche y bajo una lluvia torrencial, la secuencia se alarga más allá del espléndido instante de suspense (que hubiera aplaudido el mismo Hitchcock) para enfatizar, algo evidente en todo momento, como es la diferencia entre los Kim y los Park, esto es, entre una familia obrera y sin futuro, y otra que vive en la abundancia. Este subrayado está formulado poniendo el foco en cómo deben bajar, literalmente, desde las zonas altas de la ciudad hasta su barrio, donde, ya sabíamos desde el principio, viven en un sótano donde los borrachos tienden a orinarse cerca de su ventanal… y que, lamentableme nte, cómo lo dejaron abierto se encuentran su piso inundado, y deben, como otros cientos, quizá miles, de vecinos, pernoctar en un pabellón deportivo (que recuerda un poco a The Host , 2006, quizá la película de su director que más puntos en común guarda con esta). Este episodio completo (huida, regreso, realidad) es el que mejor expone las intenciones finales de un relato que navega entre la sátira, el suspense y lo social, donde cierto humor negro no desajusta su apocada mirada sobre el mundo actual. Por ello, aunque desde luego el modus operandi de los Kim casa con gente sin escrúpulos, rastrera y chupóptera, vamos descubriendo capa tras capa, que son una especie de reflejo corrompido de esa sociedad de la que los mismos Park son parte y no están tan lejos de alguna manera de esa condición (baste como muestra ese genial detalle en el que Ki-taek, ya chófer de los Park, le recomienda a su jefe una empresa de élite para sustituir a la ama de llaves y le pasa una tarjeta de visita que aparenta esa exclusividad esperada)… De alguna manera son auténticos supervivientes, como lo es la anterior ama de llaves, a buen seguro privados de las mismas oportunidades que otros simplemente porque no tuvieron la suerte de cara o porque creyeron en la falacia de crearte la tuya propia (apostando en un negocio aun sin tener la experiencia y los recursos necesarios… o en un partido de fútbol, que puede llegar a ser lo mismo). Y el trágico desenlace exprime al máximo el enfrentamiento de clases pues al final caen los menos agradecidos, que siguen luchando entre ellos porque no parece haber ninguna otra salida posible. O quizá sí, como insinúa el ilusorio pero cálido desenlace, en el que Kim Ki-woo elucubra con alcanzar el éxito esforzándose para ganar mucho dinero y llegar a comprar la casa de los Park, reunirse todos de nuevo y vivir como una familia “normal».