Ataque de blandura
Aunque muy prestigiada antaño, la revisión de Attack! (1956) resulta dolorosa para el cinéfilo. Nada o poco que ver con el cinismo y la dureza de películas anteriores como Veracruz (Vera Cruz, 1954) o El beso mortal (Kiss me deadly, 1955) o con la espectacularidad de la más famosa cinta bélica de Aldrich, Doce del patíbulo (The dirty dozen, 1967) o de la interesante Comando en el mar de China (Too late the hero, 1970).
Attack! se inicia con una suerte de prólogo, en el que un pelotón trata de conquistar una cumbre fuertemente defendida. El pelotón no recibe soporte alguno por parte del Capitán Erskine Cooney pese a los repetidos llamados de ayuda de Joe Costa, el teniente de la compañía, atrapado en otra posición. Tras varias tomas generales vemos como el pelotón es aniquilado sin remedio. Un casco vacío rueda cuesta abajo y aparecen los títulos de crédito. Una elipsis nos llevará al segundo acto en el que se presenta el enfrentamiento entre los principales personajes: Costa, un militar íntegro, valiente y que defiende a sus hombres, Cooney, un cobarde traidor incapaz de sobrellevar el mando con entereza, y el Coronel Bartlet, jefe del batallón quien protege a Cooney por que el padre de éste puede asegurarle carrera política al regreso de la guerra. En una escena concisa, Aldrich pone las cartas boca arriba y no oculta pues el origen teatral de la obra. De modo muy consecuente, mantendrá el mismo tono a lo largo de toda la cinta. Una opción discutible que le aleja tanto de la fisicidad de su contemporáneo Samuel Fuller (autor del mejor conjunto de películas sobre la guerra y hombres en guerra) como de sus propias películas bélicas anteriormente citadas. Opción, no obstante, válida, para aquellas escenas en que la teatralidad refuerza la intensidad mediante un efecto claustrofóbico. Gracias a este efecto, las mejores escenas de la película presentan a otro pelotón acorralado entre las ruinas bombardeadas de una población, abandonado de nuevo por su mando y asediado por un gran número de enemigos a uno y otro lado… La tensión generada entre las paredes es superior a la producida por el acecho de los rivales.
Lamentablemente, la contención narrativa se acompaña de una teatralidad interpretativa a todas luces exagerada y, a todas luces, buscada por el propio director en unos intérpretes con tendencia al histrionismo (y que actuarán en varias obras del director). Aldrich busca el refuerzo maniqueo de la interpretación para reflejar esta tensión que no radica en el enemigo sino en las propias filas. El enemigo está en nosotros. Aldrich se aleja, pues, del género bélico para adentrarse, como en muchas otras ocasiones, en el melodrama. Su cine no es sólo un cine de acción sino más bien un cine de pasiones. Attack! no es tanto una cinta bélica (que refleja el duelo entre dos ejércitos o bien denuncia a la guerra y/o la institución militar) como una cinta que refleja la lucha entre personalidades y entre posturas morales. Aldrich quiere dejar claro cómo, a menudo, y paradójicamente, la más fuerte es derrotada por una personalidad o una actitud que recurre a la traición e ignominia.
El impostado epilogo malogra por completo la cinta, marcando un tono positivo que parece negar la autoría, habitualmente cínica, de Bob Aldrich. Habrá que esperar unos veinte años, hasta Alerta: Misiles (Twilight’s Last Gleaming, 1977) para ver un nuevo ejercicio de claustrofobia bélico, en esta ocasión con mayor amargura y radicalidad.