El Edén reconquistado
Lars von Trier dedica Anticristo a Andréi Tarkovski, como agradecimiento por la influencia expresamente reconocida [1] que El Espejo (Zerkalo. 1975) ha tenido en su nueva película. Y la oportunidad de la cita es absoluta: El Espejo constituye «la concreción definitiva de un tema capital para el director ruso, el retorno a sí mismo, el tortuoso camino que ha de recorrer el individuo para llegar a ese punto en que todo él se recobra como unidad». [2] Anticristo aborda el mismo tema, y además funciona como reflejo del film de Tarkovski en tanto crítica del ecosistema sociohistórico en que tiene lugar ese retorno. Contra el que tiene lugar ese retorno.
En el caso de Tarkovski, el opaco régimen soviético, al que El Espejo oponía un anhelo esperanzado de transparencia, con lo que ello acarreaba en términos de sacrificio y ruptura. En el de von Trier, nuestro presente; el cineasta danés se identifica en los títulos de crédito iniciales con el máximo antagonista que haya tenido jamás el orden establecido, y a continuación nos brinda un prólogo que evoca formalmente sus primeros trabajos y lo publicitario —medio que von Trier ha frecuentado— para prestar un aliento irónico al paraíso laico, lúdico y líquido que habitan Ella (Charlotte Gainsbourg) y Él (Willem Dafoe). La escena se ve acompañada musicalmente por un aria de Rinaldo, ópera de Händel que cuenta una historia de amor y guerra ambientada en la Primera Cruzada cristiana, y que fue escrita originalmente para dos castrati; por tanto, su inclusión no tiene carácter ilustrativo, sino de comentario perverso sobre la ordalía que aguarda a los protagonistas. Su Edén artificial, en el que el dolor, la desesperación y el desconsuelo no tienen más valor moral que el decorativo, y en el que es imposible apreciar una proyección de futuro (¡cuántos niños muertos pueblan el cine de von Trier!), se desvela muy pronto una impostura que incitará a ambos a profundizar en el natural…
Sin embargo, como ya nos advertía hace unos meses Señales del Futuro (Knowing. Alex Proyas, 2009), quien está contaminado por los frutos del árbol del bien y del mal no podrá volver a probar los del árbol de la vida, los únicos que garantizan estar a salvo de «sufrimientos, plagas, tormentos y calamidades».[3] ¿O sí? Von Trier fuerza la posibilidad, pero, «sumido en una profunda depresión»,[4] y con la convicción de que «aun amando la existencia me resulta difícil creer que haya sido organizada por un Dios»,[5] no tiene otra opción que hacer pasar a Ella y Él por el Infierno si quieren aspirar a un estado de comunión primigenia con la naturaleza. Algo que justifica su empleo de constantes genéricas propias del survival horror e incluso del torture porn, en sintonía con un caudal inagotable de cine contemporáneo sabedor de que «los dioses se tornan demonios una vez han decaído sus cultos».[6]
A lo largo de cuatro capítulos cuya realización peca de arrítmica y arbitraria, contagiada del caos reinante en un escenario que revive las pinturas de El Bosco, Ella renunciará a su condición de libre y fatídica Lilith, adoptará la de Eva, y aceptará inmolarse para purgar su responsabilidad en el pecado original; Él se verá obligado a abandonar el discurso racional de las palabras, y a abrazar una inocencia primitiva que ha sobrepuesto al pensamiento los instintos. Y en el epílogo, volverán a florecer entre las ramas del árbol de la vida cuerpos desnudos de culpa, mientras infinitas mujeres sin atributos prometen al renacido Adán una eternidad, ahora sí, de placer, gozo y armonía.
El arriba firmante no se ha atrevido a calificar Anticristo en el topcine de esta publicación más que de interesante pese a considerar que, en muchos aspectos, se trata de una cinta excepcional, revulsiva a un nivel mucho más profundo del que dan a entender esas mutilaciones genitales tan explícitas, imposibles de soslayar. La razón para nuestra cautela reside en que todavía no hemos sido capaces de determinar si Anticristo es la obra de un genio, o la de un perturbado. En demasiados momentos de la película, uno ha tenido la sensación de no asistir sino a la lucha bronca, muy poco artística, de alguien contra sus demonios interiores; una lucha de manifestaciones delirantes, apenas accesibles al receptor, como las de un mendigo que farfullase bajo el cielo estrellado acerca de ciervos, cuervos y zorros. El caos reina, sobre todo, entre los enfermos mentales.
[1] Lars von Trier… on Antichrist. Screenrush.co.uk. 23 de julio de 2009.
[2] CRUZ SÁNCHEZ, Pedro A. «El espejo (Zerkalo)», de Andrei Tarkovski: el cine como memoria universal. Biblioteca Universal Miguel de Cervantes.
[3] El libro de Enoc (25:2-6). Editorial Hacer, 2001 (introducción y traducción de Emilio Ricou Barceló).
[4] PANDO, Juan. Anticristo: la película más escandalosa del año. La Luna de Metrópoli, nº 277 (21 al 27 de agosto de 2009). Página 7.
[5] ¿De qué va Lars von Trier?. El blog de Hildy (decine21.com). 19 de agosto de 2009.
[6] FREUD, Sigmund. Una mentalidad demoníaca del siglo XVII. (Obras Completas, tomo XIX). Editorial Amorrortu. Buenos Aires, 1979.