La commune (Paris, 1871)

Setenta días para comenzar otra Historia: La commune (siglo XXI)

La singular obra del director británico Peter Watkins (nacido en 1935) es una lucha constante por ofrecer películas que vayan a contracorriente de las numerosas falsedades vomitadas por los medios de comunicación. Sus películas tratan, también, ser una puerta abierta que permita la reflexión del espectador primero dentro del espacio cinematográfico y, más tarde, como ciudadanos en su cotidianidad.

Su película de mayor alcance y máxima depuración creo que es La commune (Paris, 1871), pues en ella desarrolla lo que solo aparece parcialmente en obras anteriores, como The Trap-Fallän (1975) y The Freethinker (1992-94). En La commune (Paris, 1871) consigue una obra alejada totalmente de lo que definió como la Monoforma [1], realiza además una película impredecible –a pesar de que, en principio, los hechos relatados, son conocidos, son parte de la Historia– y consigue que la película vaya más allá, al motivar la participación de los miembros de la misma en su construcción y, una vez finalizado su rodaje y montaje, parte de ese equipo crearon una asociación, Le Rebond pour la Commune, para seguir reuniéndose y discutir y dar a conocer algunos de los numerosos temas que abarca la película de Watkins.

La commune (Paris, 1871) representa, si se permite el uso de dicho verbo, los acontecimientos que se produjeron en París entre el 18 de marzo de 1871 –cuando comenzó a organizarse el proletariado en una Comuna, tras una insurrección popular que obligó al poder burgués a huir a Versalles– y el 29 de mayo, cuando el ejército francés derroca a los comuneros, dejando más de 30.000 muertos y 50.000 encarcelados. En esos setenta y un días la «Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo [2]».

Pero Peter Watkins no se dedica sólo a relatar un acontecimiento histórico. Lo deja claro desde el principio, mediante un anacronismo, la aparición de dos cadenas de televisión rivales –la revolucionaria de la Comuna y la burguesa de Versalles– que le permite confrontar dos ideologías e ir un paso más allá, al incitar a través de los actores, la «participación directa, seria y profunda del público en el uso expresivo de los medios de comunicación para analizar la historia, pasada, presente y futura [3]», para buscar que su película sea un análisis de muchos de los aspectos sociales de la sociedad del año 2000. Como vemos, esta película de 345 minutos acabó siendo un work in progress, tal como se afirma en el rótulo inicial: «Esta película ha sido realizada gracias a la participación de más de 200 ciudadanos de París y de sus suburbios, de Picardie, Nord Pas de Calais, Limousin, Burgogne, sin olvidar el grupo de sin-papeles de Argelia, Marruecos y Túnez. Esta película es el fruto de un trabajo preparatorio en grupo donde los participantes han podido elaborar sus personajes en función de sus propias búsquedas y motivaciones. Las declaraciones expresadas están ampliamente fundadas en sus propias convicciones y sentimientos personales.» Si la Historia ha de reflejar el presente, La commune (Paris, 1871) es una preciosa invitación para (re)pensar la Historia, para discutirla, para aprender de ella. Sus magnos resultados debieron de asustar a los propios productores, y así se señala en un rótulo inserto en la película: «La participación activa de loa actores en esta película es lo que más temen los medios de comunicación. Y quizá uno de los motivos por los que las cadenas de Televisión consultadas se negaron a financiar la película. Lo que más temen los medios de comunicaciones ver al hombrecito en la pequeña pantalla sustituido por una multitud, por el público…».  Y fruto de ese miedo fue el hecho de que fuera proyectada en ARTE en un lamentable horario y en un único pase, desde la 10 de la noche del 26 de mayo de 2000 hasta pasadas las 4 de la madrugada, una forma de evitar que una película se vea, una forma discreta pero potente de censura.

Pocos directores son capaces de hacer una Historia reflexiva en el cine. El engranaje de planos secuencia como instrumento formal permite que tenga lugar el proceso, pero sin el proceso la forma carecería de sentido. Actores comprometidos, actores aprendiendo, actores reflexionando sobre sus identidades, una película que cambia su forma de ver sus vidas, esperando que los espectadores se aventuren a opinar, discutir, confrontarse con los demás. Cine guerrillero, cine hecho por y para las barricadas.


[1] Según define Watkins en «La crisis de los medios» en Ángel Quintana (ed) Peter Watkins. Historia de una resistencia, Festival Internacional de Cine de Gijón, 2004, «la Monoforma es la forma interna de lenguaje (montaje, estructura narrativa, etc) utilizada por el cine y la televisión comerciales para representar sus mensajes. Es el bombardeo denso y rápido de imágenes y sonidos, la estructura modular de apariencia «fluida», aunque fragmentada, que tan bien conocemos todos».

[2] Carlos Marx, «Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la Guerra Civil en Francia en 1871» en Marx, Engels, Lenin La Comuna de París, Editorial Revolución, Madrid, 1980.

[3] La crisis de los medios, p. 104