There’s no bussiness…
Mathieu Amalric pone en los títulos de crédito, modestamente, su nombre tras el de las demás intérpretes y protagonistas de esta Tournée y del New American Burlesque que representan, que viven, en la película. Modestamente, porque el personaje que interpreta, Joachim Zand, es el auténtico protagonista de la cinta. Coherentemente por que Zand, el atribulado productor que trata de tirar adelante la gira contra viento y marea, se pone continuamente al servicio de sus star. Es él, con la única ayuda de un Ulises desbordado por los cantos de las sirenas, quien se esfuerza por mantener el esprit de corps del grupo, los ánimos de las mujeres y la ilusión de triunfar en Paris.
Tournée es, por una parte, la crónica de un grupo de desheredados. Las norteamericanas star del New Burlesque evidencian ser buenos profesionales pero, tratándose de un ámbito minoritario y poco conocido, siendo actrices en busca de una segunda oportunidad, su desembarco en Normandía tiene más de éxodo que de conquista. La cámara nerviosa, móvil, el ágil montaje de la película, transmite tanto la itinerancia como la inestabilidad de la situación personal de las estrellas de cabaret. Amalric recoge tanto, de modo intermitente, sincopado pero certero, las intervenciones de las actrices sobre las tablas en un escenario que son todos los escenarios, a la vez como sus desplazamientos por los no lugares (hoteles, supermercados, trenes) que transitan. En un momento de la película Roky dibuja la ruta a seguir. Es el único momento en que hay cierta orientación geográfica, dado que el grupo se desplaza de modo tan anónimo como anónimos son los puntos (más allá del nombre de las ciudades) dónde presentan su espectáculo. Si la película concentra su interés fuera de los teatros y las salas de fiesta, dónde los conflictos se desarrollan, destaca a la perfección los espacios de paso que son los espacios de vida de tan peculiar compañía: pasillos y lobbys de hotel, baños, gasolineras, bares…, La contraposición entre el encanto de los oropeles, la música, el strip tease, las plumas y la soledad, la nostalgia por el hogar, la extrañeza del inmigrante se mantiene de modo admirable. El respeto, la admiración, por los números de cabaret y sus intérpretes que manifiesta Amalric, no niegan en absoluto la tristeza del desplazamiento forzoso, la soledad del corredor de fondo.
Por otro lado, y a la vez, Tournée es el retrato de un personaje caído en desgracia. Buen profesional y, según como se valore, mala persona, Zand tiene demasiadas deudas, económicas, profesionales y personales, como para efectuar un retorno triunfal que, posiblemente, no se planteó nunca. Como Mimi asevera acertadamente su mayor interés en regresar al continente ha sido el reencuentro con sus hijos. Y Amalric, como intérprete y como director, crea un asombroso, por lo certero y lo complejo, retrato de un individuo que, aun zarandeado por las circunstancias, reivindica su dignidad y su profesión. Amalric supera con brillantez otra buena propuesta, la de Mia Hansen – Love en El padre de mis hijos (Le père de mes enfants, 2009), otra historia en torno a un productor (en esta ocasión cinematográfico) zarandeado, como Zand, en su vida personal y profesional y que, aparentemente, se basaba en la misma figura real, Humbert Balsan. Al final, descartada la opción de actuar en París, Zand echa el freno al frenesí profesional y personal, se detiene con ellas en un nuevo no lugar, un hotel solitario al borde del mar y se funde, balsámicamente, con ellas.
En definitiva, una nueva constatación del nivel de calidad de un actor que se implica en sus proyectos con entusiasmo y que se revela como un auténtico autor, innovador e inteligente, en esta Tournée y en la siguiente La illusion comique (2010), ambas un acto de amor hacia las artes escénicas. No hay ninguna duda: «There’s no Business Like Show Business«.