El anuario Cine para leer, un clásico de la literatura cinematográfica en España, celebra este año su cuarenta aniversario con la salida al mercado de su último volumen, correspondiente al semestre julio-diciembre de 2011. Pionero en recopilar información y crítica cinematográfica de las películas estrenadas en nuestro país, Cine para leer tuvo como soporte, durante mucho tiempo, la revista Reseña, una publicación mensual de análisis de novela, poesía, teatro, artes plástica, música y, por supuesto, cine. Entre la veintena de críticos que participan en los anuarios, el Equipo Reseña, se encuentran colaboradores de Miradas de cine como Rafael Arias Carrión y José A. Planes Pedreño.
Por una serie de circunstancias que no son al caso coincidimos en Madrid, en la redacción de la sección de cine de la revista Reseña de Literatura, Arte y Espectáculos, un grupo de personas de entre 25 y 30 años que tomábamos el relevo al equipo fundacional de la publicación, compuesto en su mayoría por prestigiados críticos de la prensa diaria. Los recién llegados éramos unos aficionados al cine que habíamos pasado por la Universidad de Valladolid, de Bérgamo o Roma, y por otras escuelas donde habíamos cursado estudios sobre el arte que tanto nos gustaba. Veníamos, pues, con un bagaje intelectual y cultural que se había ido completando con la asistencia y participación en cine-clubs y cine-fórums.
Intentábamos, además, darle a nuestra crítica un enfoque social, porque entonces el cine era un espectáculo de masas e influía enormemente en las costumbres e ideas. Y, a su vez, las ideologías se encarnaban en los films para darles difusión más amplia. Eran los voraginosos años sesenta que culminaron en el mayo francés y dio origen al movimiento hippy y beat, los años de la llamada revolución sexual, la era Aquarius, la consagración de Fromm, Marcuse, McLuhan, Wilhelm Reich y Lacan, entre otros, como mentores de aquella generación. Es la época en que los «progres» ven en cualquier signo la inminencia de los funerales de la burguesía a la que se considera una clase social condenada a una muerte inmediata.
El fenómeno de los nuevos cines, que se ha solapado con el de los «jóvenes airados» británicos, da paso a la politización (la cámara como arma de combate), a la decadencia agónica del western y al final de la carrera de los maestros del sonoro. En España pugnan los mesetarios y los partidarios del cine de la mugre con la «derecha divina» catalana y unos y otros se quejan de una censura inmisericorde que obliga a los españolitos a periódicas excursiones allende los Pirineos para ponerse al día. Mientras, el cine del destape campa a sus anchas.
En este caldo de cultivo nace en 1972 el anuario Cine para leer. La idea es imitar a este tipo de libros que se editaban en Francia, Italia y el Reino Unido. Aprovechando las críticas publicadas en la revista, se añadieron dos panorámicas introductorias al cine en España y en el mundo, las fichas de todos los estrenos y algunos complementos más. Así se compuso el primer volumen. En su contraportada, se definía a sus autores con estas palabras: «sin credos cinematográficos uniformantes, sin posturas estéticas preconcebidas, el equipo de RESEÑA encara el cine con independencia y rigor, valorando la obra en sí misma y en su incidencia sociológica. Este libro, en definitiva, nos ayuda a calibrar y enjuiciar el mundo en que vivimos, reflejado y conformado por el cine». Toda una declaración de principios.
Se imprimieron dos mil ejemplares. Se agotaron y hubo que hacer a toda prisa una reimpresión. Componían el equipo, por orden alfabético, Manuel Alcalá, Norberto Alcover, Carlos J. Barbáchano, Ángel Camiña, Pedro Crespo, Marise Fontanet, Miguel Garau, Joaquín Hidalgo, Pedro Miguel Lamet, Margarita Lobo, Ángel A. Pérez Gómez (el que esto escribe), Carlos Pumares, José María Ródenas, Manuel Spínola, Luis Úrbez, Alberto Valero y Manuel Vidal. Las fichas las recopilaba Ángel Falquina que, durante años, había cumplido dicha labor en las revistas Film Ideal y Cinestudio. De todos éstos seguimos al pie del cañón Alcalá, Alcover, Lamet y “Tano” (mi nombre de guerra), empeñados en alcanzar las bodas de oro con este anuario.
El cine ha cambiado mucho en estos años. Espero que nosotros también hayamos cambiado con él. Contra los agoreros que anuncian su defunción cercana, el cine no va a desaparecer. Las nuevas tecnologías han modificado su industria de producción, visionado y comercialización, pero no su entraña. Su lenguaje, universal, salta y seguirá saltando todas las barreras para proporcionarnos sueños en los que vernos reflejados y retratados.