Lo político en España (cine). Parte IV

4. Nueva política, nuevo ciclo (2002-2016) II

4.6. Nueva política, nuevo cine político

Llegamos finalmente al grupo de filmes que, junto a otros ya citados más arriba, representan de forma más específica lo que denomino nuevo ciclo del cine político español. La segunda legislatura de José María Aznar al frente del PP, caracterizada por el abuso de su amplísima mayoría absoluta y por la implicación en la guerra de Irak contra la voluntad popular, dio lugar a dos documentales colectivos de protesta, algo prácticamente inédito en el cine español hasta entonces: Los abajo firmantes (Joaquín Oristrell, 2003) y ¡Hay motivo! (Varios directores, 2004).

A partir de 2010 y muy especialmente desde 2014, el cine comienza a hacerse eco de los estragos provocados por la crisis financiera internacional desde 2008, dando lugar a un estimulante ciclo de cine que podríamos denominar genéricamente como anticapitalista, en películas como ¿Dónde se nacionaliza la marea? (Carlos Benpar, 2010) —sobre cómo afectan los intereses económicos al fenómeno de la inmigración, con el narcotráfico como trasfondo—, Mercado de futuros (Mercedes Álvarez, 2010) —sobre el enfrentamiento entre memoria emocional y sociedad capitalista, atenta al tema de los desahucios—, Globalización (Assumpta Rodríguez, 2010) —la lucha de diversos colectivos por tener monedas propias al margen de los bancos centrales—, Cinco metros cuadrados (Max Lemcke, 2011) —el colapso del sector inmobiliario y su influencia en nuestras vidas—, Nosotros (Adolfo Dufour, 2012) —los despidos masivos en el ámbito laboral—, Los fenómenos (Os fenómenos; Alfonso Zarauza, 2013) —la crisis en el sector de la construcción—, L’altra frontera (André Cruz, 2014) —que critica los valores propios del sistema capitalista con la inmigración como telón de fondo—, Murieron por encima de sus posibilidades (Isaki Lacuesta, 2014) —sátira sobre la crisis económica y sus consecuencias sobre la ciudadanía—, Historias de Lavapiés (Ramón Luque, 2014) —sobre la humilde cotidianidad de los vecinos del barrio de Madrid bajo la sombra de la crisis—, o En tierra extraña (Icíar Bollaín, 2014) —sobre la emigración de trabajadores ante la ausencia de perspectivas laborales en España—. Otras películas que cuestionan el modelo capitalista se enmarcarían más en lo social que en lo político, y por eso solo cito las más relevantes: Smoking Room (J.D. Wallovits y Roger Gual, 2002), El método (Marcelo Piñeyro, 2005), Casual Day (Max Lemcke, 2007), Bienvenido a Farewell-Gutmann (Xavi Puebla, 2008) o A puerta fría (Xavi Puebla, 2012).

Dentro de este nuevo ciclo de cine político es fundamental destacar las películas que analizan ya el acontecimiento más importante de la política española desde la Transición, las masivas manifestaciones espontáneas del 15 de mayo de 2011 en toda España: La plaza (gestación del movimiento 15-M) (Adriano Morán, 2011), Dormíamos, despertamos (Alfonso Domingo, Twiggy Hirota, Andrés Linares y Daniel Quiñónez, 2012) , la ya mencionada Libre te quiero (Basilio Martín Patino, 2012), Tres instantes, un grito (Cecilia Barriga, 2015), Demonstration (Victor Kossakovsky, 2014) —que también refleja las protestas mundiales durante 2012—, No estamos solos (Pere Joan Ventura, 2015) y 28 días al sol (Ramón Sempere Parrondo, 2016); asociada al 15-M aunque con entidad propia, la PAH también tiene ya sus películas, singularmente La granja del Paso (Silvia Munt, 2015) y Cerca de tu casa (Eduard Cortés, 2016).

Cine y política en España

La plaza (gestación del movimiento 15-M) (Adriano Morán, 2011)

Desde 2014, cuando el cine sociopolítico se multiplica significativamente, toda la producción puede agruparse en cuatro grandes temáticas: el tratamiento específico de la crisis, la alusión a las consecuencias económicas de la crisis, la crítica de fondo al sistema capitalista en su conjunto, y el enfoque sobre los nuevos partidos y acontecimientos políticos. Esta última perspectiva, que habría que engancharla temáticamente al tratamiento del 15-M, ha dado tres filmes tan interesantes como Alcaldesa (Pau Faus Catasus, 2016), sobre Ada Colau; Política, manual de instrucciones (Fernando León de Aranoa, 2016), sobre el ascenso de Podemos como partido político; y Metamorphosis (Manuel Pérez Cáceres, 2016), sobre el éxito electoral de Barcelona en Comú. En cuanto a la concreción de los problemas económicos como consecuencia de la crisis cabe citar numerosas películas que, al fin y al cabo, nos cuentan historias de seres humanos incapaces de construir una vida: Muchachos (Raúl Jiménez Pastor, 2014), Hermosa juventud (Jaime Rosales, 2014), Las aventuras de Moriana (David Perea Ríos y Luis Soravilla, 2015), A cambio de nada (Daniel Guzmán, 2015), Techo y comida (Juan Miguel del Castillo, 2015), Todo saldrá bien (Jesús Ponce, 2015), Bregando historias (Nacho Bello, 2015) —documental sobre la encrucijada del cine canario durante la crisis—, Que Dios nos perdone (Rodrigo Sorogoyen, 2015) —que, aunque tangencialmente, refleja el Madrid del 15-M y la crisis incipiente— o Garantía personal (Rodrigo Rivas, 2016). En cuanto a las películas que tratan la crisis de forma más concreta, se deben destacar Crisis, ¿qué crisis? (Manuel Mira Albero, 2015), Perdiendo el norte (Nacho G. Velilla, 2015) —ambas en tono cómico— y Hablar (Joaquín Oristrell, 2015). Finalmente, ese cine anticapitalista al que nos referíamos antes como una de las novedades desde 2010 es también el que más se ha desarrollado desde 2014, tratando temas como los abusos de la industria textil —Do We Change It? (Carlos Isabel La Moneda, 2014)—, el riesgo para la salud de las microondas y el conflicto de intereses que subyace —Una amenaza invisible (Pablo Coca, 2014)—, un posible cambio en el sistema de salud bajo una nueva óptica —El médico atento (Raúl Veiga, 2015)—, el control institucional de nuestros datos —Big Data-Ciutadans sota control (Alexandre Valentí y Pedro Barbadillo Rank, 2015)—, la construcción de Europa —Informe general II. El nuevo rapto de Europa (Informe general II, el nou rapte d’europa; Pere Portabella, 2015), segunda parte del clásico de la Transición—, el ambiente laboral enfermizo en las grandes empresas —La punta del iceberg (David Cánovas, 2015)—, el capitalismo de casino —Nacida para ganar (Vicente Villanueva Ribes, 2015)—, las consecuencias laborales para los empleados bancarios de bajo nivel —Tenemos que hablar (David Serrano, 2016) e Igelak (Ranas) (Patxo Tellería, 2016), ambas comedias— o las disfunciones económicas en diversos lugares del mundo —Frágil equilibrio (Guillermo García López, 2016)—.

La riqueza de los planteamientos sociopolíticos en el cine español contemporáneo, singularmente desde 2014, nos obliga a citar algunas películas que se inscribirían más pertinentemente como cine social que como cine político, pero que dadas las circunstancias actuales se pasean indudablemente por el ámbito de lo político. El grupo más interesante es el de todas aquellas películas que recogen singularidades regionales o realidades sociales de algunas de las Comunidades Autónomas donde el discurso nacional es más destacado: 160 metros: Una historia del rock en Bizkaia (Álvaro Fierro y Joseba Gorordo, 2014), sobre la evolución de la ciudad de Bilbao desde su desindustrialización hasta su actual modernidad; Pep Gimeno Botifarra, El cant de les arrels (Albert Montón, 2014), sobre la canción valenciana; Urban Street (Marcelo Zambrano Puertas, 2015), sobre los hijos de emigrantes casados con catalanes; Amama (Asier Altuna, 2015), sobre la evolución de la sociedad vasca, entre el pasado y el futuro, entre lo urbano y lo rural; y Transeúntes (Luis Aller, 2016), un caleidoscopio de la sociedad barcelonesa. El tratamiento de otras zonas de España, a través de sus especificidades, nos ofrece perspectivas nuevas sobre asuntos polémicos, como los entresijos políticos que dieron al traste con un yacimiento histórico en Ávila —Maqbara (José Ramón Rebollada, 2016)— o el drama social vivido en las aldeas de Ourense tras la construcción del embalse portugués de Lindoso —Os días afogados (César Souto Vilanova, Luis Avilés Baquero y Cristina Liz Graña, 2016)—. El feminismo se ha hecho un pequeño espacio durante estos años con un documental sobre la trata de personas en relación con la prostitución —Chicas nuevas 24 horas (Mabel Lozano, 2015)— y una historia de las reinas de Europa con reivindicación de género —El viaje de las reinas (Patricia Roda Amador, 2015)—. También la educación, que comienza a ser por fin uno de los grandes temas de debate público, tiene un lugar en el relato de lo social durante los últimos años, en el documental Profes, la buena educación (Giovanna Ribes, 2015). Un tema tan concreto como la defensa de los Derechos Humanos en la era de Internet ha tenido también su tratamiento en The Cubby House Project (Óscar Vega Arribas, 2015). De manera verdaderamente insólita, Jorge Fernández Díaz —ministro cuando se realizó la película— habla sobre religión en El colibrí (Francisco Campos Barba, 2015). Desde un punto de vista más global, a modo de retrato colectivo de una sociedad, nos encontramos con cuatro películas, dos desde una perspectiva satírica y otras dos desde una perspectiva más seria y dramática; desde la óptica más divertida encontramos La Murga, ópera popular (David Baute, 2014) y Rey Gitano (Juanma Bajo Ulloa, 2015); por otro lado, Spain in a day (Isabel Coixet, 2016) se propone como reflejo de conjunto de la sociedad española mediante la suma de vivencias personales, y La madre (Alberto Morais, 2016) se ofrece como descripción global de una sociedad desestructurada.

4.7. Singularidades

Finalmente, me gustaría destacar algunas películas que muestran el nuevo interés por la política en nuestro cine, y que por su singularidad merecen capítulo aparte. Noviembre (Achero Mañas, 2003), en mi opinión una de las mejores películas españolas de los últimos veinte años, recupera la idea de la libertad individual frente al poder establecido, en un sentido amplio y sin derivaciones políticas concretas, y por ello aún más interesante. Ágora (Alejandro Amenábar, 2009) no me parece una obra especialmente valiosa desde el punto de vista cinematográfico, pero resulta estimulante su intento de recuperar una discusión olvidada (la de los orígenes del cristianismo, tema central en el desarrollo de la política occidental) para poner encima de la mesa el daño cultural proveniente del radicalismo ideológico. Muy interesante es la propuesta de José María Nunes en Res pública (2009), donde se plantea la dificultad de conservar el libre albedrío en la sociedad en que vivimos, con un planteamiento extremadamente dramático. El camino del olvido (Pablo Bravo, 2012), a modo de compilación histórico-sentimental, ofrece un panorama intergeneracional de la sociedad española, desde quienes tuvieron que emigrar para encontrar un presente hasta los que tienen que irse ahora de nuevo, pasando por la convivencia con la inmigración y la ruptura aparejada al alejamiento de las raíces. La lucha contra el poder establecido, encarnada en el economista Arcadi Olivares, se expresa en continuidad histórica en Mai és tan fosc (Erika Sánchez Marcos, 2014), desde el franquismo hasta el 15-M, erigiéndose así en un documental biográfico tanto del protagonista como de la sociedad española contemporánea. En Desde que el mundo es mundo (Günter Schwaiger, 2015) se plantea de forma radical un modo de vivir completamente distinto al modelo capitalista contemporáneo, en este caso localizado en un pequeño pueblo castellano, sumando así algunas de las distintas ópticas que ya hemos tratado en estas páginas, como el ecologismo y el anticapitalismo. Mi gran noche (Álex de la Iglesia, 2015) es, en mi opinión, la obra maestra del periodo, en un tono de sátira inteligente que quizá no haya sido del todo entendido, y que presenta no solo una crítica del sistema (los medios de comunicación, los políticos, la corrupción, etc.), sino también de la ciudadanía en su conjunto, que se entrega con entusiasmo a la falsa fiesta que tiene ante sus ojos. En Política correcta (Belén Anguas, 2015) se plantean los límites entre ética y política, proponiendo un escenario en el que la pragmática de la gestión podría chocar con otros principios e intereses que tradicionalmente se manejan en la acción política. La revolución de los ángeles (Marc Barbena, 2015) presenta un argumento muy original, mezclando política y ciencia-ficción, en una España con las autonomías abolidas, la crisis económica profundizada, la corrupción disparada y la soberanía definitivamente perdida en favor de los poderes económicos. Regresión (2015) es la película más política de Alejandro Amenábar, aunque se envuelve en el aparato genérico del thriller, puesto que su final nos pone ante la tesitura de aceptar que se pueden construir relatos comunicativos para diversas realidades, y hasta qué punto la ciudadanía es capaz de dar por buena una apariencia con tan solo principios de fe y bajo manipulación. En El rey tuerto (Marc Crehuet, 2016) algo tan cotidiano como una cena de parejas se convierte en algo diferente debido a la conflictividad social de fondo y el discurso político de las conversaciones. Boye (Sebastián Arabia, 2016) es un documental sobre Gonzalo Boye, editor de Mongolia, en el que toda la política contemporánea —con los medios de comunicación en el centro del debate— aparece como la verdadera protagonista de la película.

Cine y política en España

Noviembre (Achero Mañas, 2009)

Merece la pena detenerse brevemente en un caso muy particular, que no puede encuadrarse dentro del cine político pero cuyo desarrollo a lo largo del tiempo (1998-2014) presenta ciertas particularidades. Se trata de la serie de películas creada por Santiago Segura con Torrente como protagonista: Torrente, el brazo tonto de la ley (1998), Torrente 2: Misión en Marbella (2001), Torrente 3: El protector (2005), Torrente 4: Lethal Crisis (Crisis letal) (2011) y Torrente 5: Operación Eurovegas (2014). La propia definición del personaje, a la que se dedica sobre todo la primera parte, contiene algunos rasgos ideológicos (españolismo, ultraderecha, racismo) que se ubican claramente en uno de los dos extremos que políticamente han marcado la vida española desde hace al menos un siglo; el título de la segunda parte nos informa ya de que la corrupción es uno de los temas principales de la serie, centrada aquí en el tráfico de armas; en la tercera parte, protagonizada por una ficticia eurodiputada italiana, se introducen aspectos relativos al medioambiente y los desmanes empresariales al respecto; las consecuencias de la crisis económica ya aparecen en la cuarta entrega y son esenciales en la quinta y de momento última, donde se propone una España apocalíptica vendida a las multinacionales y asolada por la corrupción. Lógicamente, las referencias políticas son mucho más numerosas que las resumidas aquí, pero no es menos cierto que su falta de profundidad no las hace merecedoras de mayor atención, en un grupo de películas de ambición estrictamente comercial con las que Segura elige en cada momento, de forma oportunista, el tema más apropiado para sus objetivos. Una de las razones para citarla aquí, más allá de su singularidad, es que se trata de una serie de cinco películas que abarca dos de las etapas definidas en este texto (1975-2002 y 2002-2016), con la consiguiente multiplicidad de temas tratados en ambos periodos.

 

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