Terminamos la cobertura del Novos Cinemas con el resto de films que conformaban su Sección Oficial (omitiré Re granchio, de la que ya comentó Luis Fernández en nuestras páginas a propósito de su paso por el festival de Sevilla, así como del film de clausura, Espíritu sagrado, del que también hablara Luis desde Locarno) y un título más de una de las secciones paralelas. Un festival más que interesante, que también dedicó un foco a la prometedora trayectoria de María Pérez Sanz, que este año estrenó su primer film de ficción: Karen, una cinta contemplativa, muy bien narrada y con un gran poder de sugestión protagonizada por Christina Rosenvinge, que recrea los últimos días de Karen Blixen/Isak Dinesen, y que pudo verse en la cita pontevedresa junto con su anterior largometraje, el documental Malpartida Fluxus Village, los dos cortometrajes Ejercicio 2: Ficción y Ejercicio 3: Documental, y sus dos videoclips para la banda Tulsa (Autorretrato y Yo no nací así).
Rendir los machos (David Pantaleón). Sección Oficial
Comprensible premio del público para este film de David Pantaleón (protagonista además de la película ganadora, Eles transportan a morte) que se va ganando poco a poco al espectador con su coherente y atractiva narrativa visual (en esta ocasión la elección del plano fijo resulta todo un acierto, y me quedo con uno auténticamente magistral, una vista de dron cenital, perpendicular al suelo, con los protagonistas caminando y sus sombras verticales que parecen viajar paralelamente al eje horizontal de la pantalla), pero sobre todo con sus dos personajes, herméticos al principio, que se van abriendo según avanza su viaje, un viaje que une a estos dos hermanos obedeciendo a la última voluntad paterna, una última voluntad que se apoya en una de esas tradiciones que parecen pensadas única y exclusivamente para joder a los que se quedan. En Una historia verdadera los hermanos se odiaban, y aunque al final se encontraban, al menos no tenían que compartir el viaje. Allí, al personaje de Richard Farnsworth le pasaban muchas cosas; aquí, lo que va pasando al principio es el tiempo, y solo vemos a esos dos hermanos día tras día pastoreando y dirigiendo a esos machos (cabríos) hacia su destino, con el viento prácticamente como único sonido, a través de los desiertos de Fuerteventura, pero la cosa va de menos a más. Por las noches, uno de ellos le repite a su esposa los mismos lugares comunes aunque ella no entiende la tradición, una tradición machista como lo son ellos, cuyo punto de unión ante la adversidad es reírse de su hermana, que no tolera que la ninguneen. Entre tanto, escapadas nocturnas a bares donde la soledad es casi obligada y cuya iluminación es el anuncio garantizado de la resaca, lucha canaria entre tipos vestidos con monos de obrero, una comunión que no deja de ser una reunión social que ellos utilizan para negociar, como los Corleone, salvando las distancias, aunque en realidad el mejor plano de esta celebración es una brutal y divertida crítica a la mercantilización de estos eventos. Al final del viaje nos daremos cuenta de que hemos asistido a toda una aventura, un proceso, y que los asuntos de familia son cosa seria. Y de que en el purgatorio hay machos de fuego y las pobres almas de ellos son cabreros.
Absolute Denial (Ryan Braund). Sección Oficial
Ryan Braund escribe, dirige y realiza las animaciones en este thriller informático que podría ser la pesadilla de cualquier programador dedicado a crear inteligencia artificial: El temor a que esta cobre conciencia de sí misma, no deje de crecer, se vuelva malvada y subyugue a la humanidad. Sí, original no es, pero la película juega con muy buenas ideas de partida y de fondo y su desarrollo las va ensamblando y haciendo que funcionen integradas en un todo, al margen del importante giro que toma la narración en determinado momento. El protagonista es eso, un programador que llena un almacén de CPU’s, y (oh, sorpresa) no para minar criptomonedas precisamente. Con un algoritmo de compresión que ya querrían los protagonistas de Sillicon Valley se descarga la wikipedia en menos de una hora y la distribuye entre las máquinas, con una serie de algoritmos de aprendizaje, y a ver qué pasa. Con una animación sencilla, en blanco y negro basada en fondos fijos, el protagonista es el único humano que veremos durante todo el film, y eso es otro mérito, sostener el interés del espectador con un único personaje, aunque es trampa, porque la IA también lo es, y también se comunica por teléfono con el mundo exterior. Su aislamiento se torna en pesadilla, la desconexión con en mundo, en desconexión con la realidad (como le ocurría al personaje principal de Pi, fe en en caos, con la que guarda más de una similitud más allá del blanco y negro y la música electrónica, aquí únicamente presente, pero de qué manera, en el tema de los créditos finales), y al final, en un descenso a la locura o algo peor, que como en una banda de Moebius, le lleva de vuelta al punto de partida.
No existen 36 maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo (Nicolás Zukerfeld). Latexos
El film de una hora de Nicolás Zukerfeld se divide en tres capítulos. El primero comienza haciendo referencia a su título, mostrando hombres montando a caballo. Después de unos cuantos, probablemente en el momento en que empezamos a preguntarnos si toda la película va a ser así, se sigue haciendo acopio de material de archivo, un bombardeo de fragmentos en los que ahora es gente siendo transportada en brazos, o recibiendo telegramas, remoloneando, dando los buenos días, etc. Cuarenta minutos reflejando que, contradiciendo el título del film, hay probablemente infinitas formas de representar cualquier tipo de acción en el cine. Esto, que puede parecer reiterativo, e incluso puede que lo sea, no deja de verse con agrado, además hemos de tener en cuenta que el material de partida se ha obtenido enteramente de la filmografía de Raoul Walsh, siete u ocho personas están acreditadas visionando y seleccionando contenido de más de setenta películas (aproximadamente la mitad de su extensa filmografía) del realizador de Murieron con las botas puestas, Al rojo vivo o El mundo en sus manos (estaremos de acuerdo con que el material de partida es droga de la buena). Mi problema con el documental viene después. En el segundo capítulo el autor intenta desarrollar la investigación que realizó sobre el origen de la frase de Walsh que da pie al título del film. Y es que convertir una anécdota sobre una investigación, por apasionante que está haya podido ser (y aunque no la intuyo carente de interés para el investigador, desde la distancia, y seguramente también desde el desconocimiento, tampoco la calificaría de apasionante), en veinte minutos de metraje, en el que, sinceramente, se podría prescindir del vídeo, me parece un acercamiento fallido (no sé si habría sido mejor ficcionar esta investigación, incluir animación, un primer plano del tipo hablando, como en cualquiera de esos aburridos documentales al uso que se dedican a concatenar fragmentos de entrevistas o si habría otra forma mejor de hacerlo, quizá no la hay). No deja de ser un arduo trabajo de leer revistas, artículos, y llamar o escribir a críticos de todo el mundo para preguntarles por entrevistas remotas o cosas que escribieron hace años. Si ese último tramo de película fuese un podcast o un artículo escrito, el resultado sería exactamente el mismo. Estamos hablando de veinte minutos con la pantalla en negro, interrumpida esporádicamente con la foto de un artículo o una portada de revista, quizá una frase sobreimpresionada, y una voz en off relatando las pesquisas realizadas. El tercer capítulo, simplemente un breve epílogo aportando las conclusiones obtenidas no es muy diferente.