Top 2021 – 1. Annette, de Leos Carax

Arrastrados por el abismo

AnnetteEs difícil de explicar cómo una historia, que podría ser cualquiera pero sabemos realmente que es justo todo lo contrario, puede causar estragos a todos los niveles en cuanto arranca… Si esto ocurre cuando no hay expectativas concretas el impacto es definitivo y se hace manifiesto, como si fuera una revelación, de estar ante algo extraordinario. Porque lo habitual con las grandes obras es adquirir esa certidumbre, naturalmente subjetiva, cuando se reposan y se piensan, o en el mejor de los casos justo cuando concluyen. Pero Annette es casi única también en la manera en que se despoja del misterio creativo ante el espectador incluso antes de empezar, antes de exponerse de verdad. Lo cual, paradójicamente, deviene en un enigma mayor, si bien, rizando el rizo, se trata a su vez de un relato completamente transparente.

Es difícil de explicar el alcance de una ópera-rock construida como un conjunto de piezas con cierta autonomía sin dejar de estar ceñidas a una estructura clásica que alcanzan un magisterio inusual en su deslumbrante representación donde prosa y lírica funcionan a un nivel único liberando en cada plano, tono, ritmo, movimiento… las ideas exactas añadiendo una explosión de sentidos y significados. En una de esas piezas, de las más simples y escuetas que forma parte de la introducción para el último acto, El Acompañante convertido ahora en director de orquesta explica, mientras está ensayando, sus dudas, su relación frustrada con Ann y cómo se siente: escenificado con un travelling circular en el que el ensayo se integra en el aparte del personaje exprimiendo contenido junto al continente hasta salirse, casi literalmente, del cuadro: una elocuente muestra de los mecanismos audiovisuales desplegados por la narración. Estos, puestos sobre la mesa desde la memorable secuencia de apertura, son dinamitados en un grande finale de dimensiones inabarcables en el cual Henry McHenry, el protagonista, se enfrenta en un dueto a su hija Annette, materializada por fin en carne y hueso, la cual aniquila cualquier esperanza suya y del espectador más o menos ingenuo.

Annette

Es difícil de explicar como una crónica sobre amores venenosos, romances idealizados y vínculos posesivos, que se dirige sin opciones al abismo, lugar donde se precipita el propio Henry McHenry, como él mismo advierte de forma progresivamente más explícita, y al que termina arrastrando a todos, se articule hacia lo espectacular y fulgurante para enfatizar y confrontar la superficie, y la superficialidad, con lo que subyace tras los flashes y los focos. Porque el resultado nos despoja también a nosotros de asidero posible y apenas podemos sentirnos cómodos en ningún instante, aun estando apaciguados, tan solo momentáneamente, por la música que eleva el espíritu y altera la percepción. Una tragedia retórica y apabullante que a partir de lo maravilloso nos aturde y, sin grandes aspavientos, certifica que no hay redención posible, que el amor verdadero no se puede cantar, ni siquiera imaginar y ya solo resta esperar el final.