The Devil is in the details, dice un conocido refrán inglés, que nos avisa de que las apariencias engañan, nos previene de lecturas en diagonal, nos advierte de que siempre tenemos que revisar la letra pequeña, no sea que con sangre acabe entrando. Es un refrán que aplica muy bien a la última película de Jane Campion. Si por algo merece ser recordada El poder del perro, de entre sus muchas virtudes (que incluyen una banda sonora que ayuda a bascular la atmósfera del film entre la de un western y la de un suspense, a cargo del guitarrista de Radiohead Johnny Greenwood que compuso también la partitura de El hilo invisible, film con el que este comparte algún importante punto en común), es por la sutileza de una narración que guarda un respeto reverencial a su espectador. Un personaje que no aparece, pero que de algún modo está más presente que algunos que ocupan la pantalla, hablaba de ver cosas que otros no ven pero siempre han estado ahí. Esto lo decía en referencia a la silueta de un perro que se puede ver mirando de cierto modo, casi como uno de esos dibujos del ojo mágico, las montañas, y que no tiene que ver con el del título que es una referencia bíblica. La película juega con eso hasta el límite: El personaje de Phil (Benedict Cumberbatch) resulta una amenaza, sin embargo nunca le veremos utilizar la violencia física (solo unas voces más altas que otras en el bar de Rose, o en el granero, con un cabreo considerable que precipitará su desenlace); Rose, en la cena donde le presentan a sus suegros, está como si no estuviese, es humillada por omisión, lo que supondrá la gota que colma el vaso para que empiecen a correr las botellas por su gaznate; Peter, el hijo de Rose, deja notar bien su presencia ante todo el mundo, pero pocos ven lo que hay bajo esa extravagante superficie; George se pone a servir ensaladas sin que se lo pidan, sin previo aviso, solo actúa en base a una necesidad.
Y así con todo, la sutilidad nace de la forma en que la película cuenta muchas cosas con lo que calla; también de la elegancia con que las muestra cuando lo hace: Hay innumerables insertos, pero algunos además son colocados con mimo en determinados momentos clave (las siglas en el pañuelo de Phil, el corte en la piel del cadáver de una vaca, la sangre en contacto con el agua). También miradas que valen su precio en oro: la cara que pone Phil cuando ve a Peter poner fin a las miserias del conejo; la que pone Peter cuando ve a Phil sumergir la mano en ese bidón que le ha traído con tanto amor (filial); las que se dedican el uno al otro en ese momento tan Brokeback Mountain. Algún que otro plano panorámico a vista de dron de esos valles de Montana, las vistas desde el interior del granero que homenajean sin tapujos Centauros del desierto, esos planos simétricos y alternos en el interior del coche durante el trayecto que lleva a Rose hacia su nueva vida, ese montaje durante el «duelo» musical en el que Rose (a la que la cámara se va acercando desde las escaleras) no es rival para Phil (que termina siendo visto desde un contrapicado extremo mientras se deja los dedos en su instrumento), en lo que solo será el inicio de su tormento. Pero después de la tempestad siempre viene la calma.
Top 2021 – 8. El caballero verde, de David Lowery