¿Siempre es tan mala?
¿Qué quieres decir con “mala”?
Me refiero a “protectora”.
La británica Andrea Arnold —Fish Tank (2009), American Honey (2016)— sorprende con su quinta película y primer documental, Vaca, que ha estado filmando durante cuatro años y que, tal y como su nombre indica, sigue a Luma, una vaca lechera a la que conocemos en su día a día en la granja, donde come, pare y da leche. Sin voz en off ni entrevistas, Arnold nos sumerge en una de las historias más puras y crudas que veremos en los cines este año.
Sin narración explícita y con todo el argumento puramente formulado en la mente del espectador, el documental va de lo mostrativo a lo reflexivo, convirtiéndose en un visionado activo en el que la percepción y los pensamientos de los espectadores representan una gran parte de la experiencia del mismo. La directora apuesta por desaparecer del relato y colocar la cámara a la altura de los ojos del animal, para estar en igualdad. Luma no es un objeto de estudio al que observamos en picado, sino que estamos con ella. Nos encontramos con un gran ejercicio sobre la mirada, una inaccesible, donde es necesario indagar en profundidad para ver qué hay detrás de los ojos negros de ese animal que nunca podrá explicarse por sí mismo. Sin embargo, la conexión que se establece con la protagonista es íntima y, por consecuencia, dura, dejando tatuadas en la mente del espectador escenas como la separación de Luma de su ternero, donde en un largo plano fijo muge mirando a cámara, y consecuentemente al equipo de rodaje y la audiencia.
Es inevitable hablar sobre las nociones de maternidad y deshumanización que el filme expone. Aunque sería mejor hablar de “humanización”, como un concepto en contra de la naturaleza y del comportamiento innato de los animales. Luma es una vaca que con el tiempo se ha vuelto más protectora hacia sus crías, siendo esta una característica con connotaciones negativas dentro del implacable sistema de la granja. Este sentimiento del animal es contrastado con el conjunto de actos, repletos de simbolismo, que mecanizan esta relación tan ancestral, desde no permitir que el ternero mame la leche de su madre hasta conducir a las crías con un dedo en su boca simulando la ubre. Dentro de la filmografía de Arnold, la maternidad no es nada nuevo, ya que se alzó con el Oscar a mejor cortometraje en 2003 por Wasp, un duro retrato de la maternidad cuando no se han asumido las responsabilidades pertinentes. Dos obras sobre las dificultades de encarnar este rol, una maternidad no adquirida y otra truncada.
Vaca podría ser una suerte de secuela de First Cow de Kelly Reichardt, convirtiendo un similar deseo por la leche en un negocio que corrompe el orden natural. El filme de Arnold establece un diálogo interesante con el nuevo corto de Gerard Ortín Agrilogistics, estrenado en la pasada edición de la Berlinale y que nos lleva al interior de unas instalaciones de agricultura ultra-tecnificada, donde los robots y algoritmos dirigen la orquesta. Dos apuestas que confían en el show, don’t tell, con potentes imágenes capturadas por unas cámaras que no pueden ser más diferentes: la impredecible de Arnold, atada a Luma, y la perfectamente estéril y calculada de Ortín, atada a las máquinas. Ambas devuelven la pelota a nuestro tejado para que creemos nuestro propio discurso sobre el presente de la agricultura y la ganadería. Curiosamente, las dos piezas sorprenden en sus bandas sonoras, optando por dejar las cadenas de radio que suenan en estos espacios; un elemento casi paródico cuando empieza a sonar Prayer in C de Robin Schulz entre los brazos robóticos de Agrilogistics, o las cantantes Billie Eilish o Kali Uchis en la gran sala de extracción de leche giratoria, que recuerda a una trampa siniestra propia de la saga Saw.
Vaca es sin duda uno de los filmes a ver esta primavera. Aprovechad e id a los pocos cines donde ha llegado la historia de Luma. Puede que ya no volváis a ver esa bebida de la misma manera, pero este documental es la leche.
Este artículo forma parte de la colaboración entre Miradas de Cine y La Casa del Cine, donde Gerard Simó es alumno.