La capacidad de Ali Abbasi para jugar con las estructuras narrativas provoca una tentación por la etiqueta rimbombante y petulante a la que uno es incapaz de reprimirse. Abbasi es capaz de bregarse con igual maestría en géneros tan distintos como el folk horror maternal de Shelley, la fábula fantástica aduanera de Border o, como en el caso que nos ocupa, el psychothriller docu procedimental persa. Abbasi, por desgracia, ha tenido suerte. Presentó Holy Spider (Araña sagrada) en Cannes, prácticamente al mismo tiempo que la muerte de Mahsa Amini, tras enfrentarse a la llamada Policía de la Moral por llevar mal el preceptivo velo, desencadenara una serie de protestas en Irán que todavía se mantienen activas. Un espeluznante prólogo que nos lleva a otro.
Prólogo
El planteamiento del filme puede ser, sin demasiado esfuerzo, el mejor de las películas presentadas en 2022. Una mujer con el cuerpo golpeado se prepara para salir de casa. No sabemos nada de ella, pero su extraño ritual a los ojos de un occidental nos revela que habita en un país musulmán. Combina la sordidez expositiva del primer Martin Scorsese y la frialdad quirúrgica del cine cerebral de Michael Mann. Se encabalgan escenas sobre el inframundo nocturno de su ciudad: prostitución, drogadicción, delincuencia… No es solo la elegancia en los movimientos de cámara, es, también, la magnífica dirección artística, recreando la Mashhad en la que transcurre la acción en Jordania, igual que otro maravilloso thriller reciente, El Cairo Confidencial (Tarik Saleh, 2017), recreó la capital egipcia en Túnez. La noche es asfixiante y peligrosa. Algo va a pasar… Algo tiene que pasar… Y pasa, claro. En un momento la mujer se topa con un asesino en serie. Para nuestro estupor, lo vemos asesinar a cara descubierta. Conocemos a la bestia, un humilde y lacónico padre de familia.
Nudo
A partir de entonces, seguimos los pasos de la protagonista, la intrépida periodista Arezoo Rahimi, interpretada por una Zar Amir Ebrahimi que se alzó con un merecido premio a la Mejor Actriz en el pasado Festival de Cannes. Se supone que descubrimos un caso, pero, en realidad, asistimos a un crimen doble: el material de Saeed y el del machismo que asola la sociedad iraní. Hay quien lo ha calificado de neo-noir, por eso de que investigar un crimen siempre queda más pintón y atractivo para la audiencia, pero tal vez sería más justo decir que Holy Spider (Araña sagrada) es cine realista o (vaya vicio lo de las etiquetas) realismo terrorífico. Entronca así con otras muy recuperables obras del cine iraní reciente, como Parviz (Majid Barzegar, 2012) o Fish and Cat (Shahkram Mokri, 2013), obras que nos obligan como Abbasi, a replantearnos los límites de los géneros. Arezoo conoce a los cómplices necesarios para que Saeed campe a sus anchas y, hastiada por la falta de colaboración de la policía y las instituciones (a fin de cuentas, el asesino cumple una función higienizante de aquellas que van contra la moral oficial), decide exponerse ella misma.
Epílogo
Si deslumbrante es el prólogo, igualmente lo es su epílogo, que parece tomado del recurso de la recreación del cine documental y su falta de imágenes —pensemos en S21: La máquina roja de matar, de Rithy Panh (2003)—, popularizado más tarde por otra producción —danesa como Holy Spider (Araña sagrada)—, The Act of Killing (2012). A través de la representación, el monstruo resucita. Porque mucho más escalofriante que los asesinatos son los motivos, agazapados en el interior de la sociedad esperando a su nueva víctima. Un virus machista, cruel e inmisericorde, que afecta a todos (y a todas). Uno sale del cine con las retinas llenas de horror… y de una manera de entender el arte que conciencia y purifica.