Quitando el polvo
Una tendencia en lo que llevamos de siglo XXI ha sido recuperar películas o series que dejaron huella en los espectadores en el pasado. Sin embargo, todas estas nuevas entregas son algo más que secuelas, remakes o reboots; más bien se trata de una combinación de las tres: nuevas historias que, sin embargo, mantienen una cierta continuidad, escenas que remiten a sus predecesoras y nuevos personajes acompañados por los originales (ya envejecidos).
El tiempo avanza sin detenerse y los recuerdos se convierten en una visión nebulosa de algo lejano. Pero los buenos momentos dejan un anhelo latente, un deseo de poder volver atrás: la nostalgia. Resultado de combinar las palabras griegas nóstos (regreso) y álgos (dolor), la nostalgia es un sentimiento agridulce consecuencia de la inevitabilidad del tiempo. Aceptar esta inevitabilidad y utilizarla como un recurso narrativo que invade el universo fílmico se ha convertido en una tendencia habitual en lo que llevamos del siglo XXI. La propuesta consiste en recuperar a esos personajes que el espectador recuerda con cariño —los cuales parecían atrapados en una capsula del tiempo, condenados a repetir en bucle esa pequeña porción de su vida de la que era testigo— y traerlos de vuelta, mostrando los estragos del tiempo, como si se tratara de un reencuentro para ponerse al día con un viejo amigo con el que habíamos perdido el contacto.
Un buen ejemplo de esto es Mark Renton (Ewan McGregor), protagonista de Trainspotting (1996): aquel chaval de aspecto poco saludable que, al inicio de la primera película, se inclinaba hacia atrás escuchando a Iggy Pop, vuelve a Edimburgo (y a la gran pantalla) en 2017 con T2: Trainspotting. Veinte años en la vida real que también han transcurrido en el universo fílmico, algo que vemos no sólo en el aspecto físico de Renton y sus amigos, sino también en su personalidad, en su forma de ver el mundo, muy presente en la escena “Escoge vida” recuperada en la segunda entrega. En 2017, el cinismo desenfadado de Renton deja paso a la decepción del hombre de cuarenta años que ya se ha cansado de esperar a que las cosas mejoren.
Además de puestas al día, esta tendencia de la nostalgia también ha servido para resucitar viejos iconos. La noche de Halloween de 1978 tuvo varias secuelas y reinicios, con un total de 10 entregas entre 1978 y 2009. Sin embargo, David Gordon Green decide ignorarlas todas y hacer una secuela de la película de Carpenter (la calabaza descompuesta que se regenera en los créditos iniciales es toda una declaración de intenciones). De este modo, en La noche de Halloween (2018), Michael Myers lleva recluso desde aquella terrorífica noche de 1978 sin decir ni hacer nada (aunque eso esté a punto de cambiar): quién sabe, quizás el silencioso asesino añora pasear siniestramente por las tranquilas calles de Haddonfield; quizás, del mismo modo que los aficionados al filme de Carpenter desean una película que les haga vivir la misma experiencia, es la propia nostalgia la que impulsa al homicida a ponerse la ya desgastada máscara y volver. Un retorno que, cuarenta años después, dialoga directamente con la obra de Carpenter, recreando planos y escenas de la original, como la mítica imagen de la máscara de Michael en la oscuridad tras el marco de una puerta (en esta ocasión, será la cara de Laurie Strode, interpretada de nuevo por Jamie Lee Curtis, la que se asome desde las tinieblas). Y es que la indefensa niñera, tras sobrevivir a la matanza de 1978, ha vivido sumida en la paranoia (y hacía bien, nadie está a salvo de la moda de la nostalgia) y es ahora la única capaz de hacer frente al psicópata. Por otro lado, Green aprovecha para actualizar la puesta en escena, porque aunque los personajes que estuvieron presentes en el primer filme recuerdan la leyenda de Michael con pavor, a los personajes más jóvenes de 2018 no les parece para tanto (“comparado con los estándares de hoy en día…”, comenta uno de ellos). Así, propone una escena en plano secuencia, muy de moda en el cine actual, siguiendo al enmascarado mientras allana casas ajenas y asesina a los ocupantes con una brutalidad que no se vio en 1978.
La noche de Halloween, además, siguió su viaje por la nostalgia con dos entregas más (Halloween Kills y Halloween Ends), pero no es la única saga que se sumó a estos viajes al pasado. Scream le siguió poco después en 2022 con su particular sentido paródico de las tendencias del terror, y si lo dice Scream, es que algo hay. Ya parodió el género slasher, las secuelas, las trilogías y hasta los remakes/reboots. Los propios personajes definen la nueva entrega de 2022 como una “recuela” (requel), una mezcla de reboot y secuela. La idea es crear una nueva historia con nuevos personajes, pero incluir caras reconocibles, los personajes “legacy” (Neve Campbell en el papel de Sydney Prescott, por ejemplo) para mantener contentos a los fans. En este intento de viajar al pasado, la película recrea la mítica escena inicial de Scream (1996), con Ghostface llamando por teléfono a una potencial víctima para preguntarle por su película de terror favorita. “Babadook”, le contesta la joven cinéfila, que está a la última y le gusta el “terror elevado”; y es que en 2022 el objetivo de Ghostface es repetir la película original, harto de esperar a que lo haga otro, porque el cine de nostalgia permite el retorno de películas que ya no están de actualidad, de recuperar lo que ya no tiene cabida en la moda del momento.
Pero fueron las ardillas Chip y Chop quienes llevaron la parodia un paso más allá con la divertidísima Chip y Chop: los guardianes rescatadores (Chip ‘n Dale: Rescue Rangers, Akiva Schaffer, 2022). Sin ir más lejos, la película propone que las simpáticas ardillas actuaban para la serie de animación que se emitió entre 1989 y 1990 y que, desde la cancelación de la misma, siguieron caminos diferentes. Treinta y dos años después, Chip es contable en una empresa, mientras que Chop, consciente de la tendencia nostálgica, se somete a la “cirugía CGI” para actualizar su aspecto y atraer a las nuevas audiencias. Con esta premisa y siguiendo la estela de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1998), el mundo real y la animación se fusionan y cada plano se satura de referencias de todo tipo. Chip y Chop es una aproximación que explota tanto como parodia la nostalgia, hasta el punto que el villano de la película es el mismísimo Peter Pan, que se ha hecho mayor. “La muerte nos llega a todos”, nos recuerda con el vozarrón de Will Arnett. Chop cumplirá su nostálgico deseo y, como en 1989, unirá fuerzas con Chip para adentrarse en una nueva aventura.
Y cómo las ya mencionadas hay muchas más que no dejaron escapar el tren de la nostalgia. Por ejemplo, la saga Phantasm cerró en 2016 con una entrega que reunía a todos los personajes (incluso los que llevaban muertos desde la primera película). O el reencuentro de Winnie The Pooh y un adulto Christopher Robin (de nuevo McGregor) en Christopher Robin (2018). O también sagas míticas como Star Wars, Jurassic World y Matrix, además de las sorprendentes Blade Runner 2049 y Top Gun: Maverick (por no hablar del evento que supuso volver a ver a Toby Maguire y Andrew Garfield en Spiderman: No Way Home). Todo en un intento de volver atrás, un intento por recuperar aquellos recuerdos almacenados a los que ahora les quitamos el polvo, como Mark Renton al final de T2: Trainspotting, recordando con cariño la primera película, inclinándose hacia atrás en su habitación escuchando Iggy Pop en su tocadiscos. Escoge vida, escoge nostalgia.
Este texto ha sido escrito en el marco del curso 2022-2023 de Taller de Crítica de La Casa del Cine (Barcelona). A propósito del seminario “¿Existe un canon del siglo XXI?”, impartido en la misma escuela, los alumnos reflexionan sobre las principales tendencias y movimientos del cine del presente siglo.