El fin de los superhéroes

Un repaso del auge y evolución del género superheroico contemporáneo y su aparente colapso

De entre todas las tendencias que han plagado lo que llevamos de siglo, pocas siquiera se acercan a las monstruosas dimensiones que ha alcanzado el cine de superhéroes, convirtiéndose en una suerte de ameba gigante siempre creciente y aparentemente dispuesta a fagocitar todo aquello que ose cruzarse en su camino. Sin embargo, el antaño renovador y distendido género superheroico parece haber sucumbido a los caprichos de una industria hambrienta de taquillazos, reduciéndose poco a poco a una fórmula que parece estar dejando sin aire a nuestros bienamados héroes y heroínas, que empiezan a evidenciar su agotamiento con múltiples fracasos en taquilla por primera vez en años. Pero… ¿será este el final de los superhéroes?

Cómics y grecorromanos 

Las historias de héroes y heroínas no son nada nuevo: más allá incluso del mundo del cómic, grandes relatos de hazañas de hombres y mujeres circulan desde la mitología grecorromana. Este mecanismo alegórico narrativo ancestral cumplía el propósito de ordenar y explicar lo irracional a través de personajes míticos que, a parte de sus proezas y labor explicativa, transmitían toda una serie de valores morales preestablecidos en la sociedad del momento. Esta concepción primaria fue la semilla que terminó derivando en su versión más actual y politizada gracias al surgimiento del cómic, que posibilitó la popularización y actualización de los mitos de antaño. Pero no fue hasta las adaptaciones a la gran pantalla cuando el género alcanzó su estado más global. Una hazaña que, de no ser por Richard Donner y su Superman en 1978, no habría sido posible.

Superman

Superman y el nacimiento del género (1978-1990) 

Si bien es cierto que no fue la primera adaptación cinematográfica de un superhéroe, sí que fue la primera hecha con unos estándares de producción dignos de Hollywood y con una tecnología lo suficientemente desarrollada como para otorgar esa imperiosa sensación de credibilidad y seriedad  a un género infantilizado hasta la fecha. Gracias a Superman, personalidades de la talla de Tim Burton empezarían a interesarse por el  género, estableciendo así un diálogo primario entre películas que, poco a poco, enriquecerían la  fórmula. Esto se demuestra con Batman en 1989, siendo esta la respuesta política al estoico referente defensor de la american way of life. Su ahora un tanto infantil Batman (aunque más complejo que el Superman de Donner) y una Gotham llena de violencia y corrupción, generaron cierto estupor en la época, siendo estos elementos que ayudarían a que se empezara a construir y debatir sobre los propósitos y misiones del género. De este modo, se estableció un caldo de cultivo perfecto para que toda una serie de películas venideras empezaran a experimentar durante los 90 con presentaciones menos típicas, como Darkman (Sam Raimi, 1990), El Cuervo (Alex Proyas, 1994) o Blade (Stephen Norrington, 1998), al mismo tiempo que su potencial como franquicias empezaba a explotarse con las múltiples secuelas de los iconos fílmicos creados por Burton y Donner.

Del superhéroe endiosado al hombre de a pie (2000-2010) 

Si a finales de siglo XX se exploraban los mecanismos para trasladar sus hazañas y epicidad a la  gran pantalla, los inicios de los dos mil rebajaron las expectativas y empezaron a buscar las personas tras el látex. Con El Protegido (2000) Shyamalan homenajeó al mundo de los superhéroes y las viñetas, poniendo el foco en un hombre deprimido con una familia al borde del  precipicio que empieza a contemplar la posibilidad de que tenga poderes. Un enfoque nuevo que planteaba cierta ambivalencia sobre el impacto de este tipo de habilidades extraordinarias en la vida cotidiana y, sobre todo, en traer el conflicto al ciudadano de a pie. Este testigo sería recogido y ampliado por otras películas más propias del género como Spider-Man (Sam Raimi, 2002), en la que el foco real está en la imposibilidad de conjugar vida normal y superheroica, o en Batman Begins (Christopher Nolan, 2005), en la que se expanden las ideas sembradas por Burton y se establece una complejidad psicológica en la suerte de playboy millonario que se debate acerca de la moralidad del “vigilantismo”.

Durante el resto de la década continuarán explorándose y adaptándose personajes míticos del  mundo del cómic, pero desde esas tendencias más personales y sociales que cintas como X Men (Bryan Singer, 2000) y las previamente mencionadas contribuyeron a crear. Gracias a eso surgieron experimentos como Hellboy (Guillermo del Toro, 2004), V de Vendetta (James McTeigue, 2005), Hancock (Peter Berg, 2008), Iron Man (Jon Favreau, 2008) o  Watchmen (Zack Snyder, 2009) que mostraron y dotaron de cierta versatilidad tonal y personalidad al género, abrazando su vertiente más política y social al mismo tiempo que asentaban su potencial como franquicias.

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El (re)descubrimiento de la epicidad (2010-2018) 

En 2008, con el lanzamiento de Iron Man, Marvel dio el pistoletazo de salida o lo que terminaría  siendo su gran proyecto y marca de la casa: el MCU. La creación de un universo cinematográfico era un paso ambicioso que iba varios años luz más allá de la mera visión de franquicia. Este fenómeno abría las posibilidades narrativas hasta el punto en que todas las películas terminaban impulsándose entre sí, dejando siembras y guiños entre títulos que recompensaban al espectador al adquirir así una mayor sensación de conjunto, pero sin tener per se que perjudicar (al menos al  principio) a la película a nivel individual. De aquí surgieron los grandes fenómenos taquilleros del último siglo, como Civil War, Infinity War o Endgame, todas caracterizadas por cruzar películas ya existentes y consolidar un conflicto a gran escala al que llevaba haciéndose referencia y  gestándose en otros títulos de Marvel.

Más allá de la sensación de universo vivo, esta construcción fílmica recondujo al género a sus tendencias épicas y algo más simplistas de “salvar el mundo” de sus orígenes. Tal fue el éxito de la tendencia que el mismo modelo ha intentado ser reproducido por DC con su Liga de la justicia y títulos previos como El hombre de acero, Wonder Woman o Batman Vs Superman; pero también más allá del propio género, ya que franquicias como Expediente Warren o Annabelle crearon en el terror el “Warrenverso”. 

El colapso superheroico (2018-actualidad) 

Precisamente el haber supeditado y encorsetado toda una serie de películas a un código o fórmula para crear algo mayor con visión de conjunto, es lo que ahora mismo parece estar constriñendo al género. Marvel dio con la gallina de los huevos de oro (y así lo demuestran los números) pero si por algo funcionó y se hizo la vista gorda a productos más genéricos surgidos de la explotación a partir de 2010, fue por la construcción hacia ese “algo” más grande. Una vez Marvel resuelve su principal línea narrativa con Engdame, el resto de sus películas, ahora excesivamente condicionadas por una manera de hacer industrial, acusan la falta de dirección y personalidad. Por eso, el surgimiento de nuevas cintas como Black Adam (2022), evidencian toda una generación de películas contaminadas por la mentalidad del MCU que no se toman el tiempo necesario para construir conflictos o personajes al buscar la épica por encima de todo, haciendo patente la saturación al haberse quedado tan solo con su potencial de masas, diluyendo su carga  política y comunicativa en busca de llegar al máximo número de personas posible.

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Sin embargo no todo son malas noticias. Tras Endgame, el surgimiento de películas como Joker (Todd Phillips, 2019) o The Batman (Matt Reeves, 2022) dan cierta esperanza al género, pues ambas comparten una  deliberada voluntad autoral que separa su forma de la que en los últimos años se había atribuido  a las cintas superheroicas. Gracias a un enfoque más intimista que busca recolocar el foco sobre  los personajes, ambos títulos se permiten ya no solo coquetear con otras formas, sino abrazar por completo otros géneros, haciendo del universo y temáticas superheroicas más un pretexto presente en una película que va más allá. Dando (quizás) de este modo el paso que se esperaba y se prometía a inicios de siglo con toda esa generación de películas que consiguieron dotar de seriedad y posibilidades a un género que, hasta entonces, había quedado relegado al mero  entretenimiento.

Entonces… ¿está muriendo el cine superheroico? Más que en su muerte, creo que nos encontramos en un momento de cambio. Del mismo modo que hoy catalogamos a los superhéroes como una moda, también lo fueron en su momento los westerns, el noir o incluso las nuevas olas del cine moderno. Lo único que cambia son las dimensiones brindadas por las nuevas tecnologías  y el “sesgo de actualidad”. Y creo que es precisamente por esto último que parece haber producirse este catastrofismo tan característico de la historia cinematográfica, porque al ser un género relativamente joven y que ha vivido un crecimiento exponencial, se ha generado un conflicto sobre el cine vs. el cine de superhéroes, cuando este en el fondo todavía estaba buscando su lugar dentro del panorama fílmico. Cineastas de renombre y personalidades de la crítica atacan  sin piedad a lo que consideran “el espectáculo por el espectáculo”, tildando al género de no ser cine. Pero si algo precisamente creo que demuestra repasar su historia, es que sí que lo es. Proyectos como El protegido, el Spiderman de Sam Raimi o The Batman por citar algunos, lo demuestran.

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Este boom de los superhéroes como modelo industrial y fábrica de billetes lo único que ha hecho ha sido separar a sus películas de lo que, en esencia, las hacía interesantes: las personas. Esa  búsqueda de grandeza y de épica constantes, coartan el tiempo dedicado a la construcción de los humanos tras la máscara y, una vez ya se han destruido múltiples ciudades y mundos en la  gran pantalla, la propuesta empieza a perder su gancho. Pero, como con todos los géneros y modas previamente popularizados, todo se reduce a una cuestión de tiempo. Poco a poco baja la hinchazón y, si bien es cierto que se ha construido un modelo interconectado de productos superheroicos que seguirá generando contenido durante años, es cuestión de tiempo que los superhéroes vuelvan a su lugar: contar historias.

Este texto ha sido escrito en el marco del curso 2022-2023 de Taller de Crítica de La Casa del Cine (Barcelona). A propósito del seminario “¿Existe un canon del siglo XXI?”, impartido en la misma escuela, los alumnos reflexionan sobre las principales tendencias y movimientos del cine del presente siglo.