Terror sin límites
El género de terror tiene sus altos y sus bajos, oscilando entre épocas en las que goza de gran éxito entre el público y otros períodos con una menor recepción. Sin embargo, siempre dispone de un gran número de aficionados, cinéfilos o no, que se mantienen fieles al género y esperan apasionados cada nueva entrega con ganas de disfrutar de un buen mal rato. Y es que el terror es una poderosa emoción que, si se puede vivir desde la comodidad de un asiento, sabiendo que el peligro no puede (y deseando que no pueda) salir de la pantalla y alcanzarnos, puede llegar a ser realmente adictiva. Además, teniendo en cuenta que es habitual que las películas de terror dispongan de un presupuesto más bien ajustado, pueden salir rentables sin necesidad de un público masivo como el que requieren superproducciones como las de superhéroes. El mercado doméstico también suele ser de ayuda, en ocasiones incluso el objetivo principal. Es normal que, cuando una de estas películas funciona, surja la tentación de producir por poco una nueva entrega y asegurar la rentabilidad atrayendo al público de la primera, pero, ¿Qué tiene este género para enganchar tanto y mantener a sus fieles seguidores?
Las historias de terror ofrecen conceptos y situaciones que con una simple sinopsis ya pueden despertar fascinación. Como las leyendas que se cuentan en la oscuridad de la noche, en torno a una hoguera en medio de la tranquila naturaleza, este género ofrece planteamientos que recurren a miedos reales del día a día y los elevan, incrustándose en la cabeza del oyente. Las películas trasladan esos cuentos a las pantallas manteniendo su encanto hipnótico, añadiendo poderosas imágenes e iconos repletos de símbolos que remiten a situaciones cotidianas, introduciendo elementos extraordinarios, fascinantes y misteriosos que invitan a querer saber más, aunque cuanto más averiguan los protagonistas más desearían que hubiera permanecido oculto.
Un ejemplo son los monstruos, ya sean criaturas sobrenaturales o psicópatas enmascarados, los villanos habituales que atormentan a sus víctimas a lo largo del metraje y quizás también al espectador una vez finalizada la película. Son criaturas apasionantes cuyo llamativo diseño resulta más atractivo cuanto mayor repulsión causa. Seres que se rigen por sus propias normas, al margen de la sociedad, que atrapan al público consiguiendo amasar fans como si de estrellas de rock se tratara. Cuando uno de estos personajes destaca, es normal querer más. Al fin y al cabo, aunque ejerzan el papel del malo, son los verdaderos protagonistas. Si se estrena una nueva película de Spiderman o Batman, el público quiere ver al superhéroe arácnido y al justiciero de la noche, ¿no? Sería un chasco que no aparecieran en sus secuelas. Del mismo modo, lo que el aficionado espera de una nueva entrega de Pesadilla en Elm Street es que esté Freddy Krueger, o reencontrarse con Michael Myers en una secuela de Halloween.
Ya pasaba con las monstruos clásicos. Personajes como el monstruo de Frankenstein o Drácula han sido motivo de un gran número de películas, ya sea con nuevas adaptaciones o reescrituras de los mitos, y en el caso de la productora Hammer hasta dieron lugar a sagas que llegaban a las siete películas. Pero no es fácil ser el malo, por lo general no tienen el mejor de los finales. Desde acabar quemado, anclado en el fondo de un lago o enterrado bajo tierra, los monstruos acaban sus películas catastróficamente (aunque a veces se reserven algún susto para antes de los créditos). Por eso es sorprendente lo prolongadas que llegan a ser algunas de estas sagas, y puede ser tan fascinante como irrisorio ver las locuras con las que estos personajes volvían a las andadas. La saga Pesadilla en Elm Street llegó a contar con hasta siete películas, además del crossover Freddy contra Jason y un remake en 2010, y en todas ellas Freddy Krueger acaba derrotado y su maldición supuestamente sellada para siempre. Pero al tratarse de un ser sobrenatural, no hay límites, cualquier excusa es buena para que vuelva: en una de las entregas basta con que un perro se mee en el lugar que sus restos están enterrados para resucitarlo de nuevo. En Freddy contra Jason, el carismático asesino de cara quemada hasta se cachondea de sus múltiples y variadas muertes en una delirante introducción a modo de resumen. Ahora bien, solo hay que ver los números para entender la insistencia de traer al personaje de vuelta una y otra vez: la media del presupuesto de las siete entregas ronda los 6 millones de dólares mientras que la media recaudada en taquilla son 32 millones, y eso solo en Estados Unidos. Lo mismo ocurría con Jason Voorhees, otro de los villanos que parecía no tener fin. La saga Viernes 13, sin contar el crossover mencionado ni el remake de 2009, cuenta con diez películas que se hicieron con un presupuesto bajo, recuperando fácilmente la inversión. El asesino de la máscara de hockey, aparte de la primera y quinta película, fue el asesino principal de la saga. Un personaje que parecía tener la excusa de ser inmortal para volver a levantarse una y otra vez en las siguientes secuelas sin importar ni un ápice lo que le hubiera sucedido anteriormente. Ya su primera aparición era bastante gratuita. A fin de cuentas, en Viernes 13: 2º parte, resucitaba sin explicación alguna y se liaba a matar gente. En fin, que así es el terror: Michael Myers en Halloween, Pinhead en Hellraiser, el muñeco diabólico Chucky, hasta Víctor Crowley en la saga más reciente Hatchet, todos ellos van a volver pase lo que pase. Parece que la única forma de detenerlos es que las productoras se encuentren con problemas de tipo legal.
Otra consecuencia de la longevidad de estas franquicias es la inconsistencia formal, argumental e incluso temática. Volviendo a las mencionadas anteriormente, en Viernes 13. El final: Jason va al infierno (toma título, casi nada), el hasta ahora asesino que deambulaba por el bosque a machetazos se convertía en un parásito, y cambiaba de un cuerpo a otro para tomar el control de su huésped y seguir con la matanza. De un modo similar, Pesadilla en Elm Street 2: la venganza de Freddy pasó a ser una película de posesiones y, en vez de atacar en los sueños, Freddy tenía que poseer al protagonista para poder actuar. Y la séptima, La nueva pesadilla de Wes Craven, era un juego de metacine en el que Freddy aparecía en el mundo real y atormentaba a parte del equipo que trabajó en la primera (hasta al propio Robert Englund). Por poner más ejemplos, Hellraiser V se convirtió en un thriller noir de lo más macabro, cambiando radicalmente el enfoque de la saga pero obteniendo un resultado realmente interesante. En Halloween parecían reescribir el trasfondo argumental en cada nueva entrega, además Halloween H20: 20 años después y Halloween: Resurrection cambiaron radicalmente al adaptarse formalmente a su época, separándose del estilo ochentero de las anteriores. Pero si hablamos de inconsistencia, hay que mencionar a La matanza de Texas, que después de la crudísima y rudimentaria primera entrega, la segunda parecía una especie de caricatura de dibujos animados que por momentos era una comedia. Y a cada nueva película no solo cambiaban el trasfondo y los personajes, sino hasta el propio Leatherface, que lo único que parecía mantener de una entrega a otra era una máscara y la motosierra.
En la actualidad todavía hay sagas longevas como Camino sangriento, con seis películas y un reboot, o las curiosas antologías de cortometrajes V/H/S. Además, las secuelas legacy están recuperando viejas marcas y estirándolas aún más, como con la reciente trilogía de Halloween de David Gordon Green o la saga Scream, que en la sexta película bromeaba sobre su actual longevidad. Dos de las sagas a tener más en cuenta en estos momentos serían el universo Expediente Warren y Saw, ambas iniciadas por James Wan. La primera sigue la estela del Marvel, creando un universo compartido en el que se van presentando diferentes espíritus y demonios, los cuales pueden llegar a protagonizar sus propias películas. Sería el caso de Annabelle o La Monja, presentadas en Expediente Warren y Expediente Warren: el caso Enfield respectivamente. En el caso de Saw, la saga se centra en el asesino del puzle, Jigsaw, un villano mucho más terrenal que no cuenta con el poder de la inmortalidad y que prefiere mantenerse en las sombras. Un “monstruo” que no ataca directamente a sus víctimas, sino que las tortura con intrincadas trampas mortales. Aun así, la serie es consistente y Saw ha elaborado una historia que evoluciona con cada entrega, construyendo y profundizando en el complejo entramado que se esconde tras el pseudónimo Jigsaw. Después del spin off de 2021 Spiral, que buscaba un enfoque más detectivesco y se centraba en un imitador del asesino del puzle, ahora en 2023 la saga ha vuelto a su asesino original con Saw X, llegando así a un total de diez películas.
El terror ofrece infinitas posibilidades y no parece tener fin. Por mucho que cambien los gustos, las modas y las temáticas, este género se adapta y se mantiene en pie, volviendo siempre a por más, como los aterradores (y queridísimos) monstruos que aparecen en las películas y se niegan a permanecer muertos.