Adolescencias quebradas
No deja de ser curioso el paralelismo que la producción de Futura tiene con la estructura de otras películas de Alice Rohrwacher, aun no siendo en absoluto buscado. Tanto en El país de las maravillas (Le meraviglie, 2014) como en Lazzaro feliz (Lazzaro Felice, 2018) hay una observación de un mundo infantil que se quiebra, de un modo u otro, pasando a un universo totalmente distinto. La producción de Futura se prolongó durante más de un año para arrancar el rodaje durante el invierno a primeros de 2020. Ya sabemos todos lo que sucedería en poco más de un mes a partir, precisamente, del Norte de Italia.
Hay que contextualizar pues, forzosamente, el resultado del rodaje y el material editado en una situación pandémica en la que no sólo se canceló y dificultó la filmación, tanto por los cierres como por las posteriores medidas de seguridad y distanciamiento, sino también, y muy precisamente, por el impacto que todo ello tuvo en la sociedad en general y en los adolescentes en particular.
La intención de Pietro Marcello, Francesco Munzi y Alice Rohrwacher era identificar y reflejar las opiniones, ansias, expectativas, ilusiones y temores de gran número de adolescentes, a camino de abandonar su infancia y entrar en la edad adulta. Ver cómo veían Italia entrado el siglo XXI, saber el punto de vista de quienes serían los adultos que podían determinar el futuro del país a partir de la tercera década del siglo. Lamentablemente la pandemia distorsionó el proyecto y no sabemos hasta qué punto el resultado se corresponde con las intenciones originales.
Futura presenta entrevistas a decenas, casi cientos, de jóvenes, de entre 14 y 25 años aproximadamente y de diferentes (muy diferentes) grupos sociales. Se desarrollan en diversos puntos de la península, de Cerdeña y Sicilia y buscan ámbitos diversos: zona rural en entorno campesino, formación técnica (estética o cocina), nivel de estudios superior o universitario urbanos e incluso apuntan grupos de nivel social elevado. Desconozco hasta qué punto las entrevistas previstas inicialmente se diseñaron como un estudio cualitativo, buscando representatividad social, etaria y de género pero, fuera como fuera, la pandemia condicionó el procedimiento. Así, tras el cierre y las olas epidémicas, las entrevistas se repiten a grupos ya vistos y a algunos de nuevos, siendo difícil saber hasta qué punto los comentarios y la visión de futuro son espúreos, condicionados por los últimos sucesos, o realmente se mantendrán las opiniones y determinarán el futuro social italiano.
Las respuestas, es inevitable, muy diversas. Un grupo de adolescentes gitanos creen que su futuro será mejor que el de sus padres, porque no se les impondrá matrimonio y podrán comprar coche. Jóvenes de zona rural se divierten corriendo con triciclos tuneados y, preguntados acerca de su posible trabajo, coinciden en no alejarse de su terruño. Niños y jóvenes venecianos añoran turistas perdidos por la pandemia y tienen clara su dependencia del mismo. El contraste entre Norte y Sur evidencia las dos Italias. Mientras las estudiantes de esteticienne reivindican feminismo e identidad sexual, o aspiran a viajar y conocer mundo, los jóvenes boxeadores de Cagliari aspiran a triunfar como futbolistas o, en su defecto, incorporarse a filas, al ejército o la policía. El contraste más dramático se hace patente en Palermo, dónde estudiantes de arte ven difícil su futuro laboral pero reconocen que a cuatro calles hay un barrio olvidado en el tiempo, una suerte de villa miseria en el centro de la capital siciliana, cuyos jóvenes no ven futuro alguno y dónde los mayores, aspirantes también a militares, miran burlonamente a la adolescente que pretende hacer medicina.
El recorrido acaba, nada casualmente, en el Instituto Díaz de Génova. Después de escuchar los comentarios de los jóvenes se les pregunta por los hechos sucedidos durante la contracumbre del G8 en 2001. Los disturbios entonces sucedidos en toda la ciudad se agravaron precisamente en ese centro en el que las “fuerzas del orden” irrumpieron, arguyendo la presencia de material peligroso, y causando destrozos y numerosos heridos. Los jóvenes entrevistados, no obstante, parecen no saber nada de tales hechos, no estar informados de la situación que se dio y se limitan a comentar cuán desafortunadas fueron los desperfectos. Ya se sabe, si no se recuerda el pasado, podemos repetir los mismos errores en el futuro.