Contra la institución y el reglamento, la virtud ingenua de la inocencia aflora con la fuerza de una revolución. En la víspera de Navidad, alrededor de un orfanato católico, sucede el milagro de Le pupille (2022), donde un grupo de niñas cuestionan y enfrentan la autoridad moral de sus maestras. Este fantástico mediometraje de Alice Rohrwacher tuvo su estreno en la 75ª edición del Festival de Cannes y llegó a Disney+ en diciembre de aquel mismo año, consolidándose en el circuito de festivales internacionales como Toronto y Mar del Plata.
En su apertura, la directora de El país de las maravillas (2014) o Lazzaro feliz (2018) presenta al grupo protagonista en una habitación a oscuras. Seguidamente, aparece una de las monjas para abrir las ventanas, acción que el espectador presencia fuera de campo, pues la atención de ese momento recae en la concatenación de varios planos detalle de los ojos de las niñas. Esa fijación sobre la mirada que se revela a la luz servirá como preámbulo al conflicto que la película sembrará a partir de entonces, especialmente presente en el personaje de Serafina (Melissa Falasconi), quien queda ligeramente apartada de sus compañeras. A pesar de destacar por encima del resto, es muy interesante como el grupo funciona como una unidad al estar sometidas —por contraste— a la verticalidad y rectitud apesadumbrada de los adultos que las rodean.
En ese mundo oscuro y protegido, situado en la Italia de la Segunda Guerra Mundial, las noticias del estado y el conflicto bélico llegan por radio como ecos de un lugar lejano. Tras la actualización de sus hazañas, la música empieza a sonar y las niñas cantan y bailotean una canción obscena a ojos de la ética cristiana que profesan los mayores. Ante esta situación, Serafina permanece impasible, pero cuando la Madre Superiora (Alba Rohrwacher) le pregunta si se sabe la letra y esta asiente, la expone ante sus compañeras al esconder su propia vergüenza por dentro. Esta circunstancia marcará a Serafina, quien esa misma noche se levantará angustiada, preguntando a sus amigas si ellas también oyen las palabras, acercando su cabeza a sus oídos con el fin de auscultarla.
Aquel mundo lejano, situado tras los muros del orfanato, toma presencia desde el personaje de una mujer que pide una plegaria a las niñas por la infidelidad de su marido. Esta influencia desesperada fortalece las dudas de Serafina, quien decide corresponder el rol que la Madre Superiora le asigna, advirtiendo de su postura a partir de ese momento. Sin embargo, este conflicto entre la fe castigadora y la desobediencia se desarrolla con un tono bienhumorado y ligero que traduce su discurso a través de transiciones animadas y canciones. De esta forma, el relato —inspirado en una carta de la escritora Elsa Morante— adopta una gran carga alegórica, fortaleciéndose por un trabajo de dirección de actores y puesta en escena absolutamente brillante.
Alice Rohrwacher condensa en cuarenta minutos una entrañable fábula navideña elaborada desde la ingenio y su formidable cualidad elemental, destinada a convertirse en un clásico a revisitar durante dichas fechas señaladas, como los trabajos animados basados en la obra de Raymond Briggs o el Cuento de Navidad (1971) de Richard Williams. Una moraleja abierta a su aprendizaje, llena de solidaridad humana y convicción combativa frente a la injusticia.