Lino Escalera

Entrevista Lino Escalera

El 30 de mayo se estrena Hamburgo, el nuevo largometraje del director Lino Escalera tras su debut de 2017 No sé decir adiós. Apostando por el thriller, Escalera busca su voz en el género y sumerge a su protagonista, Germán (Jaime Lorente), en el mundo de la trata, sacando a la superficie la cruda realidad a medida este se ve obligado a confrontarlo en su día a día. En la conversación con Escalera, el director nos cuenta cómo se gesta un proyecto de esta índole, tanto en la construcción argumenta y la investigación que conlleva, como en el aspecto formal cuando se aproxima al thriller.

Quería comenzar hablando un poco sobre el proyecto en sí. ¿Cómo surge este proyecto? ¿Cómo empiezas a trabajar en Hamburgo?

Es un proyecto que ha pasado por muchos años de desarrollo, así que es difícil resumirlo en pocas palabras. Intentaré hacerlo lo más breve posible. Ha dado muchas vueltas y ha mutado bastante. Este proyecto me lo presentaron Pablo Martín Maiztegui y Daniel Remón cuando estábamos trabajando en la promoción de No sé decir adiós, por alrededor de 2017. El guion inicial no tenía nada que ver con lo que terminó siendo, más allá del título y el nombre del protagonista, Germán. Aunque el Germán de aquel guion ya compartía bastantes rasgos con el que ha acabado siendo el personaje definitivo. Hubo un momento en que Pablo se bajó del proyecto, y entonces los reescribimos Dani y yo. Nos interesaba hacer un thriller con aquel material, y además ya teníamos la decisión de partida de que Germán, el protagonista, debía ser un personaje muy evitativo, narcisista, casi infantil. Un hombre que además acabó siendo adicto y, básicamente, que no afronta el dolor, ni el suyo ni el ajeno. Una vez ya teníamos decidido que queríamos llevar la historia al género, necesitábamos una realidad para contraponer a un personaje que por naturaleza es evitativo y narcisista. Necesitábamos una realidad de una profundidad y gravedad que obligaran a este personaje parar y ver lo que tiene delante. De ahí llegamos al mundo de la trata. Recuerdo que, en ese momento, ya conocía el problema, pero no comprendía su magnitud. Fue entonces cuando vi un programa en La Sexta de Jordi Évole, en Salvados, que justo ponía el foco en este problema, titulado Las Invisibles. A partir de ahí, decidimos trabajar con este universo para contraponerlo con un personaje con las características de Germán. Esto nos llevó a una etapa de documentación muy rigurosa para aproximarnos lo más posible a esa realidad, que era extremadamente dura y de la que sabíamos poco. Trabajamos estrechamente con una asociación llamada APRAMP en Madrid, que ayuda a mujeres en situación de trata, apoyándolas a salir de esos circuitos y reintegrarlas en la sociedad. Fueron de mucha ayuda, y además pudimos hablar con mujeres que habían salido de la trata y que nos regalaron su testimonio. Gracias a ellas pudimos construir gran parte de esa realidad y, sobre todo, el personaje de Alina (Ioana Bugarin), que no estaba en el guion original, pero que decidimos incorporar construyéndolo en su totalidad basándonos en los testimonios. En resumen, Dani y Pablo me comparten este material, muta hasta el momento en el que decidimos que lo queríamos enclavar dentro del género thriller, y otra gran parada es integrar y asumir el universo de la trata en la historia. Creo que esos fueron los tres grandes hitos que han conformado un guion que ha mutado mucho en los últimos siete años.

Me interesa también cómo construisteis el personaje de Germán. ¿Por qué el trabajo de taxista para estas organizaciones?

La verdad es que fue una decisión bastante orgánica. Germán es un tipo perdido, un loser muy anclado a los arquetipos de cine negro. ¿Qué cabida tenía en este mundo? Y entonces vimos que ese era claramente su sitio. Los taxistas son la base de la pirámide de las mafias de trata, y era ideal para que Germán estuviera en contacto directo con las mujeres que están siendo explotadas, pues las tiene que transportar de un sitio a otro.

Da la sensación de que en la película la prostitución es una especie de marco para explorar más temas, por ejemplo el aislamiento de unos personajes en una sociedad que les impide escapar.

No lo había visto de esa manera. Lo que está en el ADN de la película es algo que también estaba en mi primera peli, No sé decir adiós, que es nuestra capacidad de evitar el dolor, tanto el propio como el ajeno. Es que solo tienes que ver lo que está sucediendo en Gaza. Creo que eso es lo que está en el núcleo de la historia. Por eso escogimos una realidad tan cruda y tan invisibilizada como la trata. Ahora que llevamos poco recorrido en festivales y que la película está saliendo a la luz, te das cuenta que el tema pesa bastante poco. Así que, por un lado más negativo, de lo que queríamos hablar era de la capacidad de invisibilizar el dolor ajeno, pero por otro más positivo, también de la necesidad de empatizar con el otro, que es lo que sucede al final cuando los personajes se miran por primera vez.

En la película, parece que tanto Germán como Alina están atrapados, aunque por diferentes razones. Germán no está en la misma situación de esclavitud que Alina, y sin embargo me daba la sensación de que ambos están profundamente aislados.

Claro, sí, pero no se puede comparar porque la situación de Alina es de esclavitud absoluta, marcada por la violencia y la intimidación. El estado disociativo con el que estas mujeres tienen que tirar para adelante es impresionante. Sí que es verdad que Germán está en otra cárcel. De hecho, padece un trastorno muy complicado, que es la adicción, la cual es ya de partida una prisión de la que quiere escapar. Lleva limpio un año, lo repite varias veces, pero al final caerá de nuevo. Así que aunque son situaciones completamente distintas, también tiene sus propias cadenas que le apresan.

¿Cómo fue el proceso de escribir el guion entre tres personas?

Siempre trabajo de la misma manera. Tanto en No sé decir adiós como en los proyectos que estoy ahora desarrollando, hay una primera etapa muy intensa de trabajo de mesa, hablando de los personajes, de referencias de lo que se quiere contar… hasta que llegamos a una escaleta. Una vez en este punto, yo me aparto, porque no escribo bien, y aun menos los diálogos. En este caso, Dani se encargó de escribir la primera versión, la leí y tomé unas notas para reescrituras, y así es el proceso con el que trabajo. Roberto entró porque, al ser un proyecto tan alargado en el tiempo, hubo reescrituras de las que Dani no podía encargarse. Entre los dos se fueron escribiendo las siguientes versiones del guion.

Y en cuanto a la investigación, ¿fue algo que hicisteis juntos o te encargaste tú más de ese aspecto?

De la investigación me encargué más yo, ya que la escritura en sí no se me da bien. Había que recabar información de distintas fuentes: no solo de APRAMP, sino también de la Policía Nacional, el departamento de la trata de la Guardia Civil, la Cruz Roja, etc. Luego compartía todo con los guionistas para que ellos pudieran integrar esos detalles en el guion.

¿Y cómo fue integrar el elemento del thriller en la película? ¿Hay alguna diferencia significativa en cómo abordaste el proyecto por ser un thriller?

Pues es una buena pregunta. Por un lado, Hamburgo no es un thriller puro, sino más bien una interpretación personal del género, pero sí que había ciertas convenciones a tener en cuenta. Es verdad que en Hamburgo, debido tanto al género cómo al mundo que retrata, a veces me preguntaba qué estoy haciendo contando esta historia. Me perdía un poco en el proceso, me costó más encontrarle el montaje y fue más difícil darle forma, porque todo era más ajeno. En No sé decir adiós, al final era un drama familiar que surgía de unos miedos muy íntimos con respecto a la muerte de mis padres. Hamburgo también trata temas personales pero a través de un universo y un género que tocaba por primera vez.

¿Te viste con obligaciones o restricciones por el género?

En mi caso no. Lo que pasaba era que por momentos la película me resultaba ajena, pero no por imposiciones, ni de productores ni por el género. Era más una cuestión de plantearme qué thriller quiero hacer yo.

Encontrar tu voz en el género.

Exactamente. Porque a priori esta no es la película que alguien esperaría como mi segundo largometraje, pero es que yo tampoco lo esperaba. De hecho, había un proyecto que era más cercano a No sé decir adiós que me resultaba más natural, pero nunca llegó a financiarse.

Y la música, ¿cómo la incorporaste? ¿fue algo pensado desde el principio?

Bueno, tenía claro que en este aspecto tenía que dar un paso más con respecto a mis trabajos anteriores. En No sé decir adiós, utilicé la música de manera muy puntual, y además siempre he tenido mucho reparo en utilizar música en las películas, incluidos mis cortos. Para mí, la música era un elemento extraño que me costaba manejar e integrar, pero tenía claro que para Hamburgo, para darle textura y encajarla en el thriller, quería que fuera más presente. Desde el principio, tenía claras las referencias y el tono que quería para la música. Finalmente, trabajamos con un compositor rumano, Marius Leftarache, porque la peli es una coproducción con Rumanía. Me hablaron de él, escuché otras composiciones y tuve entrevistas con él… y encima era el mezclador de la peli, lo cual me parecía perfecto que pudiera componer y mezclar la película. En el montaje ya usábamos las referencias y quedaban muy bien, hubo un trabajo previo de encontrar las referencias exactas que funcionaran para Hamburgo.

¿Podrías mencionar alguna de estas referencias?

Sobre todo Jonny Greenwood. Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson, 2007), por ejemplo, fue una gran referencia. O su trabajo en El poder del perro (2021), de Jane Campion. Y también dimos con el trabajo de Olivier Arson en As Bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022). Estas fueron las tres películas de las que salieron las principales referencias, y luego mutaron en la manos de Marius.