FICX 2021. Destellos (I). Sandrine Veysset

La edición de este año del FICX amagaba por momentos con sintonizar con ese Gijón triste, precario y decadente que ha mostrado uno de los títulos más comentados de su selección, El Planeta, dada la escasez de nombres de postín en su programa, el repliegue en el número de proyecciones o esa incansable lluvia que hace particularmente enojosa la distribución geográfica de sus salas. Y sin embargo, el pasar de las jornadas nos ha ofrecido suficientes argumentos para el disfrute y regocijo cinéfilo, cristalizado en particular a través de tres cineastas, tres nombres propios que han dejado (o ahondado) su impronta indeleble en el certamen gijonés.

Maternidad herida

El foco de más enjundia que programaba este año el FICX venía dedicado a Sandrine Veysset, una directora francesa prácticamente olvidada, que después de un brillante debut a mediados de los años 90 pasó injustamente a la clandestinidad comercial, una mujer que cuenta hoy en día con solo 54 años y que en los últimos 15 ha sido capaz de poner en pie únicamente un largometraje. De esta manera, la recuperación y reivindicación de su figura se ha convertido en un acto de especial valor que pone de relieve la importancia de seguir mirando al pasado cinematográfico.

Los cuatro largos exhibidos nos devuelven la idea de una autora con un universo nítido, obsesionada con la maternidad, la fragilidad infantil, los traumas familiares o las situaciones que bordean la marginalidad, una cineasta que nos traslada a una vívida y a veces hiriente realidad mientras deja traslucir un mundo onírico, cuando no pesadillesco, para dar salida a las neurosis de sus personajes.

En su celebrada opera prima, Y aura-t-il de la neige à Noël? (1996), Veysset se inspiraba en los ambientes de su propia infancia para retratar la vida de una singular familia de agricultores, una madre y sus siete hijos. Casi todo el film es una puesta en valor de ese lazo de unión maternofilial, una exhibición de calor humano que contrasta con la frialdad de la figura patriarcal, explotadora, autoritaria y cruel, un hombre esencialmente bígamo, casado con otra mujer y que mantiene a ambas familias en granjas diferentes. Evidentemente así expuesto suena a planteamiento maniqueo, y puede parecerlo durante parte del metraje, pero hay elementos que ejercen de contrapeso. La directora no se regodea en las acciones de los personajes, no carga las tintas emocionales, su puesta en escena busca una cierta economía expresiva en la que, si bien la cámara se mueve con vigor siguiendo la acción y el montaje es relativamente intensivo, nunca sobra ningún plano, ni estos duran un segundo más de lo necesario. Además, el tono predominante es vitalista y luminoso, gracias a una preciosa fotografía en 16mm que late con el colorido y la luz del mundo rural. No menos importante, en esa propia maternidad anida una hipertrofia potencialmente peligrosa producto de la orfandad de la protagonista que le ha dejado marcada desde la infancia. Más aun, su aparente final feliz tiene el vago aroma de una ensoñación que el transcurrir de su filmografía no hará sino intensificar.

Sandrine Veysset

Y aura-t-il de la neige à Noël? (1996)

Sin ir más lejos, en su segundo film Victor… Pendant qui’il est trop tard (1998), el espacio onírico cobra una gran importancia a través de las pesadillas de su pequeño protagonista, quien escapa de casa después de apuñalar a su padre mientras éste practicaba un ritual sexual con la madre, sin mayores explicaciones sobre sus motivaciones, otro claroscuro tan típico del pasado de los personajes de su filmografía. En su huida acaba dando con una joven prostituta, otro carácter traumatizado por su pasado familiar, y de alguna manera reconfiguran entre ambos una relación maternofilial. La sexualidad siempre está presente en todas sus películas, con la repetida figura de la mujer joven como potencial víctima, aunque nunca lleve el drama al primer plano. Navegando con instintiva pericia entre elementos quizás un poco arquetípicos, Veysset entrega en esta ocasión un film más urbano y principalmente nocturno, pero igualmente el calor humano, despachado con una extraordinaria sensibilidad, termina apoderándose de sus magnéticas imágenes.

Sandrine Veysset

Victor… Pendant qui’il est trop tard (1998)

En Martha… Martha (2001) la figura de la madre pasa a ser un elemento perturbador, potencialmente destructivo, un personaje todavía más traumatizado que sus predecesoras, de nuevo por cuestiones que no quedan del todo explícitas, pero que parecen relacionarse con la muerte de su hermano pequeño muchos años atrás. Es una mujer neurótica e inmadura, que desprende una sensación de dolor interno, pero al mismo tiempo con una fuerte necesidad de libertad, y por ello con un alto grado de imprevisibilidad. En este caso es el padre quien ejerce de bastión y refugio ante el sentimiento de orfandad que embarga a la hija, pero así todo podemos intuir que los traumas se heredarán en alguna medida. La predominante calidez cromática de Y aura-t-il de la neige à Noël? y la nocturnidad de Victor… Pendant qui’il est trop tard dan paso aquí a una relativa frialdad ambiental que da réplica a la ausencia de ese calor hogareño, maternal, en una familia curiosamente de ropavejeros. Si en algún momento parecería que a Veysset se le puede ir de la mano la dramaturgia de la película, finalmente es una obra que trata de hacer muy palpables las emociones de los personajes sin abrumar o agredir al espectador.

Sandrine Veysset

Martha… Martha (2001)

Realmente sus tres primeros largometrajes mantienen una feliz cohesión estilística que denota a una cineasta en estado de gracia, lo que no se puede decir del cuarto en discordia. L’Histoire d’une mère (2016), que creo resulta más interesante por abundar en las obsesiones de Veysset que por su intrínseco valor cinematográfico, que tampoco es despreciable. Su título remite a un cuento de Hans Christian Andersen en el que una madre trata de recuperar a un niño que se ha llevado la Muerte. Este relato en clave fantástica discurre en paralelo y termina contaminando la realidad diegética del film, que por supuesto nos muestra un entramado familiar frágil, con una abuela severa de regusto brujeril y su joven nieta, protagonista un tanto huraña salvo con su propio hijo, un niño pequeño que no habla seguramente por algún trauma que no conocemos, o quizás porque somatice su propia condición clandestina como hijo bastardo de un «señorito», cuya boda con otra joven de mejor posición es inminente y de cuya familia parecen ser ellas rentistas. El componente de clase se hace así finalmente explícito mientras lo podíamos considerar más implícito en sus trabajos previos. Por otro lado, en la cadena familiar hay una mujer ausente, la madre de la protagonista, cuyos rasgos podemos ver tanto en un retrato que hay en la casa como en el rostro de la propia Muerte, y que no son otros que los de Dominique Reymond, precisamente la actriz que interpretaba a la madre en Y aura-t-il de la neige à Noël?, en lo que entiendo un guiño al final de aquella que nos despeja cualquier duda sobre el sentido del mismo. La puesta en escena y su olvidable banda sonora deparan una obra un poco menos directa y esencial que sus predecesoras, donde el fantástico paradójicamente resta capacidad evocadora y hondura emocional a los misterios que suelen atenazar a sus personajes. Pero resta una poderosa e inquieta mirada que deseamos poder reencontrar algún día.

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