Hollywood años 50, la magia se ha instalado en la vida cotidiana, existen los zombies, criaturas fantásticas, y cualquiera (con la formación adecuada) puede usarla… pero no todo es maravilloso en esta fantasía: el senador Crockett defiende que la magia no es buena y que puede llegar a ser una aberración, una “actividad anti-americana” en toda regla que merece ser perseguida, literalmente, como si de una caza de brujas de otra época se tratara. Por encima de este divertido punto de partida, se dibuja una trama criminal ad-hoc con un grupo de personajes que parecen salidos de un juego de mesa delirante: un detective privado de vuelta de todo pero justo y leal con lo que está bien; una famosa actriz que empieza a sufrir el habitual “mobbing”; su marido, uno de los productores más poderosos del momento; una bruja de color que usa la magia como profesional, y aunque trabaja por encargos la usa para hacer el bien o por lo menos conjuros inofensivos (como traer a Shakespeare para ayudar a unos guionistas… un detalle tan estúpido como lleno de ironía, que por cierto anticipaba sin querer lo que propone la extraña serie nórdica Beforeigners); el mismísimo Warlock, haciendo de otro personaje… pero no hay duda de que es él. Con estos elementos el resultado podría ser toda una incógnita, porque si nos contaran que es una película imposible, bochornosa, delirante, increíble, extraordinaria nos lo creeríamos y estaríamos sobre todo deseando verla. El problema es que se trata de una cinta muy plana con momentos muy locos que podrían ser geniales (u horrendos) pero que se quedan siempre a medio camino; decepciona que precisamente un texto tan expansible, flexible y sin rubor alguno, tenga una traslación en imágenes tan escuálida, cerrada y con miedo a arriesgarse. Y es decepcionante sobre todo porque en realidad resulta una película bastante disfrutable, incluso con o gracias a, tal ingente cantidad de homenajes/citas/guiños (algunos como los nombres de casi todos los personajes son tontos pero despiertan una complicidad inmediata), ese discurso cercano que se puede firmar en una buena parte (elocuente el retrato que se hace del pensamiento retrógrado e interesado de determinados poderes fácticos, que tiene su inspiración en la labor del senador Joseph McCarthy persiguiendo el comunismo en USA, pero que hoy en día sigue estando desgraciadamente muy de actualidad). Los diferentes responsables (reparto incluido) son buenas pistas para entender la configuración y alcance del film, en verdad una TV movie para el canal HBO. Y esto incluye a Paul Schrader que firma el que probablemente sea el trabajo menos conocido de su filmografía. Pero esto no importa en realidad. Es la magia (en el mal y buen sentido) de Hollywood.
Touch (1997), de Paul Schrader
Posibilidad de escape (Light Sleeper, 1992), de Paul Schrader