Joker: Folie à Deux, de Todd Phillips. Venecia 2024

Riendo bajo la lluvia

Joker: Folie à DeuxEn 2019, Todd Phillips sorprendía ganando el León de Oro del festival de Venecia con Joker, una película que no solo distaba del resto de la filmografía del director hasta aquel momento, de numerosas comedias y que era especialmente conocida por la trilogía de Resacón en las Vegas (The Hangover), sino que también supuso una visión única y particular de la figura de un supervillano originario de los comics. Lejos de ser una propuesta superheroica más de las que tanto abundaban en el momento, con los Vengadores en su momento más álgido, Joker construía una historia mucho más sórdida y terrenal, con más parecidos a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) o al Don Cristal de El Protegido (Unbreakable, M. Night Shyamalan, 2000) que con los filmes de su contrapartida el murciélago justiciero. En base a un contexto social fuertemente marcado por la diferencia de clases, la película seguía a Arthur (Joaquin Phoenix) mientras este, vapuleado por la vida y sin ninguna esperanza al alcance de la vista, se construía un alter ego que acababa cometiendo seis asesinatos, uno de ellos en directo por televisión. El solitario e ignorado Arthur se convertía así en el Joker, un símbolo para las clases más bajas cuya imagen despertaba el caos en la ciudad de Gotham, planteando un intercambio de roles de lo más interesante al sugerir los orígenes de Batman como una consecuencia del famoso supervillano. La aclamada interpretación de Phoenix en el papel del famoso payaso, por la que recibió el Oscar a mejor actor, representaba a una persona de comportamiento errático incapaz de encajar en la sociedad, la cual le daba la espalda o se dirigía a él con la única intención de mofarse, siendo el psiquiátrico de Arkham su destino final en la película.

Joker: Folie à Deux

En la edición 81º del Festival Internacional de cine de Venecia, el director Phillips vuelve con la secuela a aquella rareza cinematográfica, titulada Joker: Folie à Deux, siendo la primera vez que Phoenix repite un personaje en su carrera. Si Joker ya sorprendía por tratarse de una perspectiva original e inesperada del personaje, la secuela vuelve a romper con las expectativas al apostar por una continuidad irregular que se decanta, de modo bastante radical, por un género que se antepone por su propio peso a cualquier otro: el musical. Tanto es así que en un momento dado el protagonista está viendo una película de Fred Astaire mientras canta para sus adentros las canciones de la cinta proyectada, las cuales se sabe de memoria. Además, se suma al reparto Lady Gaga, la famosa cantante que ya tuvo su relevancia como actriz en Ha nacido una estrella (A Star is Born, Bradley Cooper, 2018) y que ahora encarna a la estrafalaria Harley Quinn, formando un dueto actoral y musical con Phoenix. La película de 2019 se servía de la perspectiva poco fiable del protagonista y daba pie a situaciones de un cierto onirismo en las que la imaginación de Arthur se colaba en la narrativa, como la escena del standup cuando visionaba al público riéndose de sus chistes. Este elemento crucial de la primera entrega se eleva a nuevos niveles en Joker: Folie à Deux, donde el tono del filme cambia drásticamente de un plano a otro, pasando del Arthur deprimido en la oscuridad de Arkham al Joker iluminado por focos en un escenario mientras canta. Esta decisión tan radical encaja de maravilla con el personaje presentado en 2019, que bailaba desbocado en las icónicas escaleras de Gotham (rodado en una localización de El Bronx) a ritmo de Rock and Roll (Part 2) de Gary Glitter. El baile era un elemento central del Joker de Phoenix, una vía de escape que además simbolizaba el desarrollo de su alter ego. Encerrado en un psiquiátrico y con un juicio del que depende su vida, a Arthur no le queda otra que evadirse mediante el canto, provocando situaciones puramente expresivas de los pensamientos internos del conflictivo protagonista. El género musical es de por sí uno que desafía a la suspensión de la incredulidad, un factor que cobra doble sentido al contemplar una historia que bien podría estar pasando en la cabeza de Arthur, llena de canciones cargadas de romanticismo y violencia.

Joker: Folie à Deux

Joker: Folie à Deux ya da indicios de su mezcla de géneros en su escena inicial, un pequeño cortometraje de animación al más puro estilo de los Looney Tunes. Esta introducción, más allá del gag, resume los acontecimientos de la primera película, aunque ofreciendo una alteración en la que la sombra de Arthur se antepone a su emisor y toma el control, siendo ella quien asesina a Murray Franklin, el presentador de televisión interpretado por Robert De Niro. La idea que sugiere esta versión de la historia será el centro argumental del metraje, una crisis de identidad a la que Arthur debe hacer frente mientras el mundo entero parece tener una opinión propia sobre él. ¿Qué supone ser el Joker para Arthur? En el plano secuencia que contextualiza su nueva situación como recluso de Arkham, Arthur parece un cuerpo sin alma que se deja llevar por los abusivos guardas del psiquiátrico, que le preguntan constantemente “¿Nos vas a contar un chiste hoy?” recibiendo únicamente el silencio como respuesta. Es aquí donde aparece Harleen Quinzel (el nombre real de Harley Quinn), una peculiar mujer que se presenta ante Arthur gesticulando un auto disparo a la cabeza, imagen perfectamente reconocible tanto por el protagonista como por el público. Quinzel no tarda en mostrar su devoción por el Joker (y no Arthur), sugiriendo aún más capas en la ficción al dar a entender que en la diégesis del filme existe una película sobre los acontecimientos de la primera entrega. Como el título de la película sugiere, la locura compartida por esta inquietante pareja de protagonistas se convierte en el principal combustible que mantiene al Joker con vida. Este encuentro despierta algo en Arthur, el cual vuelve a contar chistes y a reírse alocadamente. Quinn le aporta a Arthur una nueva perspectiva del mundo, más soleado (enfatizado por el color y la iluminación) y en el que, mientras mantenga su segunda identidad viva, él también puede ser apreciado por los demás. Como dice en una canción, “por primera vez en mi vida hay alguien que me necesita”.

Joker: Folie à Deux no es una secuela al uso. La apuesta por el musical supone un cambio importante que puede resultar chocante en un filme como Joker. Los cambios de tono de la película, la importancia onírica explícita e implícita y la deliberada fantasía son una apuesta arriesgada y no serán del agrado de todo el mundo, pero Phillips lo maneja con acierto mediante una escenificación tan cruda como fantástica, llena de juegos de luces, planos simbólicos y de música, tanto de la oscarizada Hildur Guðnadóttir como del dueto protagonista, consiguiendo extender la historia que comenzó en 2019. Joker: Folie à Deux es una narración en la que la barrera entre la fantasía y lo real resulta difusa, un espectáculo difícil de discernir cuando empieza y cuando acaba. Una historia de amor en la celda más oscura que da inicio a una inesperada canción para poner fin al silencioso aislamiento.

Joker, de Todd Phillips