El tercer largo de Schrader ya merece la pena solo por escuchar a Moroder versionando el Call Me de Blondie, aunque para eso haya que pagar el precio de tener que ver a la vez el tupé de Richard Gere ondeando al viento mientras pasea en su descapotable. Después de Hardcore de nuevo nos encontramos con un noir sui generis, con la diferencia de que en esta ocasión el protagonista no es el investigador sino el investigado. La película nos ofrece una descripción casi entomológica de la profesión de gigoló y un recorrido por los bajos fondos de LA. Si en Hardcore Van Dorn recorría los tugurios para encontrar a su hija, aquí Julian lo hace para buscar una coartada y poderse quitar de en medio a ese detective tan pesado al que independientemente es capaz de mirar por encima del hombro aconsejándole sobre su aspecto, de forma bastante chulesca, como por otra parte corresponde a su oficio.
La película transcurre alternando habitaciones en penumbra, gracias a la mínima luz que se cuela a través de las persianas, con lugares públicos donde la luz diurna satura todo y discotecas y tugurios donde imperan la oscuridad y el neón. En cualquier caso, como casi siempre ocurre con Schrader, a nivel de puesta en escena la cosa es bastante sobria, destacando algún que otro plano cenital bastante chulo y el momento de la muerte de Leon, donde se nos comparte su punto de vista de forma brusca e inesperada. Se puede establecer un nuevo paralelismo con Hardcore en el desenlace, que también es agridulce, pero a diferencia del de aquella, donde la inmediatez era de alegría pero el futuro no precisamente halagüeño para el protagonista, aquí el final es amargo con una puerta abierta a la esperanza.
El beso de la pantera (Cat People, 1982), de Paul Schrader
Hardcore: un mundo oculto (Hardcore, 1979), de Paul Schrader