Aquellos que consideramos que El exorcista de William Peter Blatty es una novela entretenida pero pobre literariamente mientras que El exorcista de William Friedkin es una espléndida película de terror, que todavía hoy nos hiela la sangre incluso al recordar algunos de sus fragmentos más inquietantes pero también sus imágenes-icono más elementales, nos acercamos a esta extraña producción con un director como Schrader con ciertas dudas aunque con esperanzas, no como cuando, avisados estábamos, Blatty hizo su montaje (falsamente vendido como del director) de la mítica película inaugural, consiguiendo lo que parecía imposible: banalizar el horror y estropear el sentido de una narrativa muy estudiada. Viene esto a colación porque Schrader ya se ha enfrentado varias veces con la producción de turno para conseguir el visto bueno de los montajes finales. En este caso el principio fue descorazonador, la Warner le despidió y contrató a Renny Harlin para realizar una versión más acorde con sus expectativas comerciales. Un despropósito en toda regla porque finalmente se estrenaron ambas películas, primero la de Harlin, The Exorcist: The Beginning, y alrededor de un año después Dominion, la firmada por Schrader, (quien demandó a la productora para conseguirlo) y ambas, sorpresa, fueron fracasos en la taquilla. No tuvieron tampoco buena acogida de la crítica en términos generales, y aparentemente, siendo claros, motivos hay, aunque a veces no está de más algo como ver las películas e incluso tener un gusto y criterio propio. Igual es cosa de falta de tiempo… o del diablo. El caso es que, paradójicamente, ambas películas contienen numerosos elementos de interés y se pueden disfrutar sin necesidad de justificarse o de explicaciones complicadas. Respecto a la cinta de Schrader, a pesar del discutible clímax en especial esa grandilocuente representación final del diablo un tanto fuera de contexto, se aprecia la pericia del director para llevar a su terreno un relato de horror al uso, y donde la culpa, la contradicción y la segunda oportunidad son el motor de todo el relato. El itinerario del padre Merrin, incorporado por un idóneo Stellan Skasgaard (es como un Von Sydow contemporáneo y comercial), y en cierto modo a la vez el indígena Jobu, el poseído Cheche, el del padre Francis, la doctora Rachel Lesno y el comandante Granville, ya solo puede ser de ida: cada cual se enfrenta a sus miedos, a horrores pasados o presentes, y continúa adelante hasta las últimas consecuencias, excepto el propio Merrin que antes de ese paso final debe regresar para aceptar su infierno y volver a Dios… un intenso vacío, no solo espiritual, que debe abordarse con uno mismo, aceptando incluso que la solución sea definitiva o condenatoria.
El exorcista: El comienzo – La versión prohibida (Dominion: Prequel to the Exorcist, 2005), de Paul Schrader
por Los Volúmenes | 26 de diciembre, 2021 | Dossiers