Si algo caracteriza el cine del oscarizado Michel Hazanavicius es la pasión por el séptimo arte que se respira en cada una de sus historias. Ya sea plasmando el, para algunos traumático, paso del cine mudo al sonoro en el Hollywood clásico en su aclamadísima The Artist (2011) u homenajeando al cine de espías con sus películas de OSS 117 (parodia de 007 con marcado acento francés). En Corten! se lanza directamente al remake, versionando una película sobre películas: la sorprendente One Cut of the Dead (2017) de Shin’ichirô Ueda.
No es imprescindible haber visto el filme japonés original para disfrutar Corten!, pero sí para entenderla de forma completa. One Cut of the Dead es, para aquellos lectores que todavía no hayan oído hablar de ella, una comedia de zombies japonesa de serie B, a la vez que una de las sensaciones del cine fantástico de 2017 a nivel internacional (en España se pudo ver en el festival de Sitges). Aparentemente, la cinta narra, en ininterrumpido plano secuencia, cómo un equipo de rodaje de una película de zombies se ve atacado por muertos vivientes reales durante la producción. El deslumbrante guion rompe la película en dos a partir de una serie de sorpresas y giros de trama que convierten la película en una entretenidísima pieza de género.
El principal defecto de su nueva versión francesa es que el director transmite tal admiración por el filme japonés que prácticamente es la misma película. Es, en esencia, una recreación plano por plano (o su equivalente en una película que juega a no usar cortes en gran parte de su metraje) y no aporta demasiado a la cinta original. La película de Hazanavicius funciona más como ejercicio técnico que como complemento del universo creado por Ueda. Es una especie de Psicosis (1998), de Gus Van Sant, en su versión “underground”.
Las pocas modificaciones que hay en el guion sirven para plasmar lo consciente que es la película de su propia naturaleza y, en general, reman a favor de la comedia. Por ejemplo, los personajes (todos actores franceses) mantienen los nombres japoneses originales con una excusa hilarante, pero justificada en la trama. Visualmente, por otro lado, es evidente que el filme goza de más presupuesto que su contraparte (One Cut of the Dead se realizó con unos míseros 25.000.000 de dólares) y la coreografía formal de rodar en un solo plano se ve más fluida que en su predecesora. Lo que es una clara mejoría técnica se convierte en una desventaja tonal, ya que el estilo amateur que desprendía la cinta de Ueda servía a la trama mejor de lo que lo hace Corten!.
En cualquier caso, la película no deja de ser entretenida y divertida, y aquellos espectadores que no hayan visto One Cut of the Dead tienen garantizado el disfrute. A esta nueva versión no le falta alma ni respeto por el filme que versiona, pero es probable que el espíritu de Ueda hubiera quedado más visible si Hazanavicius hubiera seguido menos al pie de la letra la película de 2017 y se hubiera tomado más libertades para incluir giros bizarros a la trama.