En un momento en que el nepotismo es un debate que está a la orden de día, Louis Garrel, un nepobaby en todo regla (hijo del cineasta Philippe Garrel y la actriz Brigitte Sy) firma su quinta película como director. Ya sabíamos que era un gran actor, nos lo demostró en películas como The Dreamers, (Bernardo Bertolucci, 2003), también un buen director, sus anteriores películas Les deux amis (íd., 2015) y Un hombre fiel (L’homme fidèle, 2018), son sus primeros pasos en los que nos demuestra cómo se maneja a la perfección en el rol como director —absorbiendo también influencias del cine de su padre y de la Nouvelle Vague—, pero Garrel sabe muy bien cuál es su sitio y ha conseguido resaltar su propio nombre en la industria con su indiscutible talento. Si en su última película —Un pequeño plan como salvar el planeta (2021)— ya se intuía un propósito hacia la exploración de otros géneros, en El Inocente (L’innocent, 2022), marca con fuerza su propia personalidad y se entrega por completo a la comedia, sin dejar atrás las temáticas dramáticas y esa sensibilidad que siempre le ha interesado.
En casi toda su filmografía, Garrel también se reta a interpretar el personaje principal, que siempre es el mismo: Abel. En El Inocente, Abel vuelve a las andadas, pero esta vez como hijo, un hijo preocupado porque su madre Sylvie (Anouk Grinberg) se ha casado con Michel (Roschdy Zem) un exconvicto acusado por cometer un atraco. Sylvie quiere ser actriz, pero con impartir talleres de interpretación en una cárcel ella es feliz, independientemente de su trágico pasado. Muy diferente es el carácter de Abel, quien después de quedarse viudo tras un accidente de tránsito bajo su responsabilidad, solo encuentra consuelo en la mejor amiga de su difunta mujer, Clémence, interpretada por una brillante Noémie Merlant.
La química que se crea entre Merlant y Garrel es tan mágica que acabará transformando una de las escenas más cómicas de la película en un clímax emocional, donde el thriller, el drama y la comedia culminan al mismo tiempo. De este modo, Garrel construye un mundo en el que dejarse llevar es la peor opción, pero también la única. Abel iniciará una absurda investigación para salvar a su madre, pero acabará por salvarse a sí mismo, aunque no como él lo tenía planeado.
Lo que más resalta de esta pequeña pero gran película, —calificada así porque con solo cuatro personajes y un par de localizaciones consigue capturar un gran nivel de dramatismo— es precisamente eso, que sin olvidarse del realismo y la humanidad que caracteriza todas sus historias, Garrel quiere ir un paso más allá y lo consigue. Su preciso guion, en el que integra con astucia los tres géneros y la experimentación con elementos como la pantalla partida o los zooms, hacen que El inocente sea ya una comedia clásica que se acerca a ese cine de Woody Allen, que parece ya olvidado.