Yorgos Lanthimos. Más allá del largometraje

Yorgos LanthimosEn 2009 Yorgos Lanthimos hizo detonar con Canino un artefacto turbio y fascinante que nos dejó noqueados. No era su primera película pero sí la que situó su nombre en el mapa y nos descubrió a un cineasta que abrazaba con gusto la incomodidad. Cinco largometrajes más tarde, ya como realizador consolidado, presentaba Pobres Criaturas y se alzaba el año pasado con el León de Oro de Venecia. Un título más accesible que la citada en primer lugar y que continúa en la senda hacia un cine más humanista iniciado con La favorita (2018), pero que no renuncia a ciertas técnicas y temas recurrentes que configuran su estilo propio: el animal humano versus las convenciones sociales, las dinámicas de poder o el elemento surrealista. Sin embargo la trayectoria de Lanthimos no se ha limitado únicamente al largometraje sino que su espectro artístico se expande también hacia otros campos como la publicidad, la fotografía, el cortometraje, el videoclip o las adaptaciones teatrales. Facetas menos conocidas fuera de las fronteras de su país natal pero que han discurrido en muchos casos en paralelo a su trabajo como director de cine. Sin ir más lejos, en 2011, el  mismo año en que Alps se proyectaba en la Mostra de Venecia, el realizador representaba en el Teatro Nacional de Grecia la obra Platonov de Anton Chéjov.

Sus inicios: baloncesto, compañías de danza-teatro y anuncios publicitarios

Nacido en Atenas en 1973, el joven Lanthimos estudió Dirección de Cine y Televisión en la Escuela Helénica de Cine y Televisión Stavrakos. Previamente había cursado Administración de Empresas además de protagonizar una breve incursión como jugador profesional de baloncesto en el Pagrati B.C., equipo local del que su padre fue una figura emblemática. A mediados de los 90 dirigió diversas producciones audiovisuales para compañías de danza y teatro griegas, colaborando en varias ocasiones con Dimitris Papaioannou, director de teatro experimental y coreógrafo, del cual reconoce su influencia a la hora de proyectar su trabajo con los actores desde una aproximación más física que intelectual o teórica. De igual manera, su interés en la expresión corporal y concretamente en el baile como forma de conexión emocional probablemente se gestara durante aquellos primeros años —la icónica coreografía de las hermanas de Canino o la de la gimnasta de Alps son solo unos ejemplos—. Junto a Papaioannou formaría parte de la dirección artística de la ceremonia de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Atenas (2004).

El sector de la publicidad fue el campo de pruebas en el que Lanthimos descubrió su verdadera vocación. Según sus propias palabras: «Estudié cine para aprender a hacer marketing y publicidad. Mientras estudiaba cine, aprendí que me interesaría hacer películas en lugar de comerciales». Desde principios de 2000 dirigió numerosos anuncios publicitarios a nivel estatal para compañías como HOL, Vodafone, Aegean Airlines o Emporiki Bank. En el caso de la entidad bancaria, utilizó el lema dirigido al autónomo “cuando tienes tu propio negocio está contigo las 24 horas” para elaborar una serie de anuncios en los que trasladaba a imágenes la literalidad de ese mensaje, activando así situaciones de extrañamiento y humor negro tan presentes luego en su cine. Por ejemplo, en Butcher (2005) un carnicero con su bata blanca salpicada de sangre y un hacha en la mano entra en el metro y su mera presencia desata el pánico general. Utilizó la misma idea en relación a la venta de seguros de la entidad. En este caso el lema “no puedes estar siempre con tu familia” fue la premisa para mostrar en el spot Bank Smile (2005) el surrealismo de una situación en la que una mujer con un bebé y dos niños pequeños acompañan al padre de familia en actividades cotidianas como ir a la fábrica, jugar al tenis e incluso darse una ducha. Uno de sus spots más llamativos sería el titulado “London” (2008) para Aegean Airlines, donde una discusión a gritos entre un automovilista y una peatona en las calles de Londres pretende captar la idiosincrasia de la sociedad griega situándola en un contexto diferente. Nuevamente el impacto del anuncio reside en colocar un elemento fuera de su lugar habitual. Una idea básica pero que cumplía con el cometido de transmitir a la audiencia un mensaje fácil de asimilar en pocos segundos. En su trabajo publicitario más reciente, para la campaña de primavera-verano 2020 de la firma de alta costura Gucci, titulado Gucci: Of course a Horse, ya no hay duda de que Lanthimos —acompañado por el director creativo y el director de arte de la marca— ha adquirido la experiencia necesaria para diseñar un producto audiovisual estéticamente apabullante. A partir de la idea que relaciona el poder de la moda con la ruptura de la convención social, el video muestra la complicidad entre seres humanos y caballos, ambos compartiendo momentos de la vida cotidiana como pueden ser un viaje en avión, un paseo en coche por la ciudad o un baño en una piscina, en una celebración de la paradoja y la libertad para crear nuevas realidades.

El trabajo con el videoclip

Directores de cine como Michel Gondry, Spike Jonze o Jonathan Glazer destacaron en sus inicios como grandes directores de videoclips. En el caso de Lanthimos, desde mediados de los años 90 dirigió numerosos de ellos para reconocidos artistas griegos, sin embargo estos primeros trabajos no destacan excesivamente y cuesta identificar una huella personal. En su primer videoclip para la canción I paramithenia (1996) de Katerina Kyrmizi, intercala planos generales de la cantante con otros en los que vemos posar a modelos de aspecto lánguido en lo que parecen ser diferentes decorados de un estudio fotográfico. Hay un pequeño juego con el desenfoque y los cambios de color en un trabajo que lleva los años noventa grabados a fuego pero que resulta estático y convencional. En el videoclip para Despina Vandi Deka entoles (1997), más ambicioso que el anterior, escenifica una historia en la que la propia cantante, filmada desde varios ángulos, observa a unos amantes a través de un monitor conectado a una cámara de videovigilancia. Lanthimos Introduce aquí la técnica de la imagen congelada para mover la cámara alrededor de la pareja. Un detalle que da cierto empuje a este trabajo pero que sin duda está a años luz de la virguería realizada dos años antes por Michel Gondry para Like a Rolling Stone de The Rolling Stones, usando la misma técnica —evidentemente, con un presupuesto mucho mayor—. Sin duda su colaboración más prolífica fue la que mantuvo a finales de esa misma década con la estrella del pop Sakis Rouvas —ídolo de fans y representante de Grecia en Eurovisión hasta en dos ocasiones— mediante una serie de videoclips orientados a realzar su imagen de sex symbol. El argumento suele girar en torno a un juego de seducción y no resulta difícil encontrarse en ellos con el torso desnudo de Rouvas. Aun así, Theleis i de theleis (1999) supone un salto cualitativo respecto a los anteriores, siendo mucho más dinámico y sofisticado. Como dato curioso, vemos en él a dos mujeres con los ojos vendados que se mueven torpemente por el espacio, un fetiche, el de bloquear la visión de un personaje, que el autor incluirá años después en varias de sus películas. En Antexa (2000), Lanthimos parece tener ya el arrojo suficiente como para escenificar el rodaje de una escena porno que finalizará abruptamente con la aparición de una claqueta. Una declaración de intenciones sobre su verdadero interés por el cine que realizaba un año antes de presentar su primera película, My Best Friend (2001). Tiempo después, y tras haber dejado estupefacta a la crítica internacional con sus primeros largometrajes, dirigiría el videoclip de la canción Baby Asteroid (2014) de Leon of Athens. En este punto de la carrera de Lanthimos se han girado ya las tornas y no hay espacio para ceder protagonismo a imágenes del cantante sino que todo tiene que ver únicamente con el sello personal de su autor. Encontramos situaciones disparatadas, personajes sin escrúpulos y humor negro en un trabajo original que combina perfectamente con la canción. Hasta la fecha, su última incursión en el sector del videoclip tuvo lugar en 2016 cuando colaboró por primera vez con una formación fuera de la escena musical griega. Lo haría por todo lo alto con los británicos Radiohead en un clip de pocos segundos para el tema Identitik, en el contexto de la presentación del disco A Moon Shaped Pool que se hizo a través de Instagram. En el video, protagonizado por el actor francés Denis Lavant, vemos como la cámara se aproxima a un hombre que está comiendo en un restaurante vacío. Sin embargo, a medida que la imagen se vuelve más cercana a nosotros descubrimos que en realidad no hay rastro de comida. La expresividad corporal de Lavant ha engañado a nuestros sentidos.

Los cortometrajes

Tiene algo de provocador y terrible que el primer cortometraje de Yorgos Lanthimos incluya la palabra violación en su título. O viasmos tis Hlois (1995) —traducido como La violación de Chloe— tiene una duración de 10 minutos y no hay demasiada información al respecto. En el siguiente, Uranisco Disco (2002), la trama gira alrededor de la creación de un musical porno impulsado por un director y su amante, una aspirante a cantante. Pese a haber cruzado ya la frontera de los dosmiles el corto mantiene una estética más cercana al thriller policiaco de los 70 que no a la del nuevo siglo. La particular visión de Lanthimos sobre el cine y su futuro quedaría plasmada en Necktie (2013), un clip de 2 minutos incluido en el documental colaborativo Venice 70: Future Reloaded, que conmemoraba de esta manera la edición de aquel año de La Mostra. Obviamente su punto de vista debía incluir necesariamente algún tipo de incomodidad y en este caso se trata de la representación de un clásico duelo con arma de fuego llevado a cabo por unos (¿inocentes?) colegiales. La frase que pronuncia la víctima antes de expirar: «tengo más recuerdos que si tuviera mil años» resulta inquietante puesto que no es esperable para alguien de su corta edad. Si el futuro del cine está representado por el destino fatal de la joven quizá su mensaje no suene demasiado optimista. Sin embargo puede ser que el autor únicamente busque la provocación y el desconcierto para que sea el espectador quien extraiga sus propias conclusiones. Nimic (2019) tal vez sea el cortometraje que mejor condense el toque personal de Lanthimos. Ya sea en su forma, incluyendo detalles como el uso de la lente de ojo de pez y el zoom lento, como en la extravagancia de su argumento. Rodado en México y protagonizado por Matt Dillon en el papel de músico y padre de familia de aire derrotista, la historia juega con el mito del doppelganger y el terror a ser reemplazado. Pese a ser estéticamente atractivo, Nimic no resulta demasiado innovador y la idea alrededor de la suplantación del rol reincide en algo que habíamos visto anteriormente en Alps. Con su último trabajo, Bleat (2022), sí que hay un esfuerzo por crear algo diferente y sin duda exclusivo puesto que, según instrucciones del director, únicamente debe ser proyectado acompañado de una orquesta y un coro en directo. El cortometraje, mudo, en blanco y negro y rodado en 35mm, está protagonizado por Emma Stone y Damien Bonnard. Situada en la isla griega de Tilos, la historia trata sobre una joven viuda que llora a su marido fallecido. Hasta el momento solo se ha proyectado en dos ocasiones, una en la Ópera Nacional de Atenas en 2022 y otra en el festival de cine de Nueva York en 2023. Ojalá tengamos la oportunidad de poder disfrutar de esta rara avis de Lanthimos de la manera en que fue concebida en algún momento de nuestras vidas.

Pobres criaturas, de Alasdair Gray