Pobres criaturas (Poor Things, 2023)

Pobres criaturasConoceremos a Bella Baxter como la criatura (literal) que es, un bebé que goza experimentando con sus sentidos y marcando su voluntad sobre los objetos, como los platos que se rompen a merced de la gravedad. Veremos como sus pasos inciertos, su precario equilibrio, se van afinando hasta llegar a una súbita adolescencia en la que descubre “cómo ser feliz siempre que quiera” acariciándose el espacio entre los muslos o completándolo con algún objeto. Nos sorprenderá con su pasión por lo que ella denomina saltos furiosos en compañía de hombres (“si todos saben que es tan agradable, ¿por qué no lo hacen todo el rato?) para, más adelante, contemplar su maduración hasta alcanzar el clímax como persona.

La angustia por conocer la propia identidad y la relación con el padre era el eje de las sucesivas creaciones frankenstenianas, a la vez que la ambición de dar vida mezclada con el temor de Dios acechaba a los sucesivos mad doctors, desde la obra original de Mary Shelley a las diversas encarnaciones facilitadas por James Whale, Terence Fisher, Gonzalo Suárez, Kenneth Branagh o incontables versiones. La propuesta de Yorgos Lanthimos, sin embargo, evita el drama y narra la historia de esta creación en contexto de comedia. Muy alejada no obstante de la divertida farsa que fuera El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, Mel Brooks), Lanthimos acerca Pobres criaturas a sus intereses y describe con ironía tanto el proceso de creación de Belle como el contexto de Godwin (God, es decir, Dios, para Bella) Baxter. Desconozco la novela original de Alasdair Gray en la que se basa la película, pero la estructura del guion de Tony Mac Namara [1] en cuanto a presentación de personajes, evolución de la trama y diálogos es absolutamente impecable y ha sido, sin duda, trabajado con la complicidad o el beneplácito de Lanthimos. La preocupación por la formación y la autonomía personal, la búsqueda del libre albedrío y el rechazo a un destino marcado de antemano reaparecen en esta ocasión aunque dando mayor ligereza a la trama y mucha mayor libertad al personaje principal para conseguir su objetivo en comparación con otras historias y personajes de la filmografía de Lanthimos.

Pobres criaturas

De este modo el director de Canino (Kynodontas, 2009) muestra no sólo la evolución de Bella como el paso de unas ritualidades a otras sino que también hace lo propio con las ritualidades de Baxter. En el primer caso se evoluciona, como inicialmente citábamos, de la relación de poder con los objetos (incontables vajillas hechas añicos) al dominio del propio cuerpo (la felicidad entre las piernas), del desarrollo de intelecto (la lectura de Emerson) al desarrollo de una autonomía personal (culminando en un par de frases lacerantes para Duncan Wedderburn y Alfie Blessington que evidencian sus respectivas imposturas y les dejan sin palabras ni argumentos). La excelente gestualidad de Emma Stone es decisiva para remarcar esta evolución, desde su salto entusiasta al regazo de God y sus rabietas infantiles, a sus movimientos por las callejuelas lisboetas hasta caer víctima de empachos o borracheras, o a su mirada determinada durante los diversos encuentros sexuales en París. En cuanto a la creación de Godwin Baxter, no hay duda que Lanthimos gozó con un personaje que semeja, por su parte, una creación monstruosa, similar a la de la clásica criatura de Frankenstein, con el rostro confeccionado, más que surcado, por múltiples cicatrices o una digestión que culmina en pompas que surgen de la boca y fluidos que se extraen de una suerte de ostomía. Godwin ritualiza su relación íntima con Bella, su cotidianeidad en las comidas o su actividad profesional en la mesa de disección pero en Pobres criaturas hay un mad doctor fuera de escena, su padre, que ha determinado el destino de Godwin Baxter. Las sucesivas revelaciones sobre las torturas a que fue sometido son gag verbales que muestran cómo el creador de Bella es en cierto modo una monstruosidad más terrible y, sin duda, más desafortunada que ella misma. El guion lo pone fácil, pero Lanthimos consigue que Stone y Dafoe vivan sus personajes en dos creaciones artísticas memorables.

Aunque el humor (negro, absurdo) está presente desde Canino, no es hasta La favorita cuando adquiere un tono más jovial. Ello permite sin duda al director de Alps (Alpeis, 2011) elaborar unos personajes más complejos, menos simbólicos, alejados de los sufridos y unidireccionales encarnados por Colin Farrell en Langosta (The Lobster, 2015) y El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017). Así pues, Godwin Baxter mantiene el tono divino y humano a la par, Bella evoluciona constantemente y Max McCandles va de la pasividad a unos (torpes) intentos de autovindicación. Por su parte, Wedderburn se degrada del donjuán impecable y arrogante a un puro pelele que ve pisoteados sus vanos valores.

Pobres criaturas

Dotada, sin duda, de un presupuesto considerable, Lanthimos imagina y crea en pantalla un mundo realmente insólito, propicio para inventos y descubrimientos, como la propia Bella y cómo todo aquello que a Bella fascina. Las creaciones de compañía (el perroganso a la cabeza) que pululan por el fascinante domicilio modernista, la diligencia a motor con cabeza de caballo, los callejones de Lisboa con los tranvías suspendidos en las alturas o las estancias de la casa de tolerancia dan el contexto perfecto para la historia de Godwin y Belle. Por el contrario, la frialdad del palacete de Blessington se revela como un lugar de odio y muerte. El extraordinario diseño de producción culmina en el barco en que Belle embarca hacia nuevos experiencias (ese fascinante faro de Alejandría dónde Bella descubrirá el dolor y la maldad humanas), con un diseño exterior steampunk y unos lujosos interiores en los que Wedderburn se dedicará a emborracharse y arruinarse en el casino, mientras su pupila deja de serlo para crecer como mujer y como persona.

No deja de ser curioso, molesto o innecesario, el uso del gran angular en determinadas escenas, así como el recurso de iris para abrir o cerrar secuencias, aspecto considerado por algunos como una vehemente voluntad de marcar autoría. Es, si acaso, un problema menor porque esta fábula sarcástica tan contundente como Langosta deslumbra no sólo en su portento narrativo y visual (¡exquisito diseño de producción!). Pobres criaturas fascina porque, lejos de la frialdad característica del autor, de su actitud casi entomológica hacia sus personajes, es una mirada próxima, diríase que tímidamente cálida, a un puñado de freaks, a su voluntad de afirmarse como seres humanos y de sobrevivir, tal vez triunfar, en un mundo de monstruos como son Wedderburn y Blessington. La Arcadia Feliz de la escena final, con tan peculiares amistades y nuevas criaturas, reafirma esta idea, asegura la funcionalidad y la autonomía de tan singular familia y nos dice, como hiciera Tod Browning [2], que somos uno de ellos. Y eso, aunque pueda de entrada incomodar, no deja de satisfacernos.

[1] Guionista también de Cruella (Craig Gillespie, 2021) y La Favorita (The Favourite, 2018), ambas también interpretadas por Emma Stone.

[2] Freaks (Tod Browning, 1932)

Giórgos Lánthimos