22 Festival de Las Palmas. Entrevista Omar Abdul Razzak

Matar cangrejos, intimista revisión de la infancia noventera en Tenerife, ha ganado el premio al Mejor largometraje de la sección Canarias Cinema en el Festival de Cine de Las Palmas. Un triunfo que se suma a los galardones a Mejor película española y Mejor Interpretación femenina en Zonacine en Málaga. Hablamos con su director, Omar Abdul Razzak.

Tenerife. Año 1993. Michael Jackson, el rey del pop, en el apogeo de su reinado de la gira World Dangerous está a punto de desembarcar en la isla. Los locales viven el advenimiento de ese alienígena entre la emoción y la desidia. En especial la familia formada por la madre soltera Ángeles (Sigrid Ojel) y sus hijos Paula (Paula Campos) y Rayco (Agustín Díaz). Este es el punto de partida de Matar cangrejos, la exitosa película de Omar Abdul Razzak, que fácilmente podría inscribirse en la corriente nostálgica y realista reciente de filmes como Verano 1993 de Carla Simón o Las niñas de Pilar Palomero, pero que sorprende por la sutileza de los temas que trata y la elegancia y transparencia de su puesta en escena.

¿Por qué recurriste a ese 1993 y a Michael Jackson como punto de partida de tus historia?

Recuerdo perfectamente las imágenes de aquellos días y la vergüenza que sentí viendo cómo lo agasajaban con los vestidos tradicionales, como si estuviéramos en Hawai y después se lo llevaban al Loro Park. Era todo muy Bienvenido Mr. Marshall. No se podía ser más cateto.

Hablemos del género. Siendo realizador, decides contar la película a través de los ojos de la hija adolescente. ¿Por qué?

La película no es para nada autobiográfica, pero yo me he criado con mi madre y mi hermana. Es mi mundo. He vivido rodeado de mujeres en una época en la que los hombres no existían realmente y, por lo tanto, no siento que hayan formado parte de mi educación emocional. En ese sentido, estoy de acuerdo con esa visión de Lucrecia Martel de que las historias las cuentan las madres.

Omar Abdul Razzak

Al igual que colegas como David Pantaleón en su Rendir los machos, también abordas el tema de la turistificación…

Es lo que se vive aquí. No dejamos de tener esa sensación de ser una colonia. En su momento se nos usaba para producir plátanos y ahora para el turismo. Es inevitable que todo el que haga cine, lo tenga presente. En la película intento mostrarlo con el despegue y aterrizaje constante de aviones. Cuando yo era adolescente tenía un grupo de música y cada vez que ensayábamos teníamos que parar por culpa de los aviones. Es algo que te afecta y va más allá de que seamos los que limpiamos el culo a los turistas, porque está en todos lados, como esa contaminación acústica. Lo cuenta también Andrea Abreu en su novela Panza de burro: los protagonistas ven el mar, pero no lo disfrutan, porque eso es para los turistas y, si no tienes coche, vives aislado en un mundo muy rural.  

La turistificación también está presente en el hotel abandonado en el que juegan los chavales…

Es un edificio real e ilegal que se conoce como El Mamotreto. No lo acaban de derruir porque los dueños son muchos alemanes y tendrían que tener el permiso de todos y cada uno de ellos. Y, sin embargo, un pueblo cercano de casas de cuevas de pescadores sí que lo han derruido, aunque después los tribunales hayan dicho que lo hicieron ilegalmente.

Ese extranjero toma el cuerpo de Johan, un holandés que sale con la madre…

Al principio eran dos personajes. Luego lo reduje a uno, y era el que da título a la película, porque le explica al niño la vida de los cangrejos ermitaños, eso de cómo abandonan su cáscara cuando se les queda pequeña y se apropian de la de otros más grandes. Al final ese rol de transmisor de sabiduría lo tiene explicando el significado de una canción de Michael Jackson.

El microcosmos de Matar cangrejos funciona a la perfección. ¿Qué personaje te dio más problemas?

Creo que el de la madre que interpreta Sigrid. Siempre estaba mal. Me obsesionaba reflejar que era no era tonta, que no era superficial. Es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que todas las cosas que hace le van a salir mal. Pero tampoco quería que el espectador la rechazara por ser una persona que descuida a sus hijos, porque en realidad está sobrepasada por los acontecimientos.

Hay muchas tramas…

Una de las premisas era que pasasen muchas cosas todo el rato. Creo que Matar cangrejos es una película comercial. No quería hacer otra película que esté de puta madre… pero que nadie fuera a ver.

Matar cangrejos

Me gustaría insistir en la sutileza con la que abordas cuestiones políticas. Por ejemplo, el tema de la raza a través de un personaje como Michael Jackson con unos diálogos deliciosos.

El productor holandés casi no me los deja incluir, porque creía que podía caer en el racismo. En realidad era al revés, claro. Yo les decía: “Mira, puedo hacerlo porque después de esa escena va a venir mi apellido”. Quería reflejar lo cómico que resulta la expectación por la llegada de un hombre rico que no quiere ser negro al tiempo que empiezan a desembarcar las primeras pateras con negros pobres en Lanzarote. Pero bueno, incluso entre la gente de izquierda hay una cosa muy paternalista y, creo, de inconsciencia colonialista al respecto.

También aúnas la educación emocional con una crítica a la realidad política española…

Sí, en ese sentido está más cerca de El año del descubrimiento, de Luis López Carrasco que de Verano 1993, de Carla Simón. Por entonces cambian muchas cosas. El PSOE empieza a privatizar muchas empresas en Canarias. Me leí los diarios de Felipe González del momento y decía que Canarias esa Arcadia feliz era en realidad “drogas y paro”. El 92 nos parece el culmen de la sociedad del bienestar española. A mí, que no soy un experto, me llama la atención que, al tiempo que tenemos esa imagen de la sociedad española de dos casas, había mucha pobreza en Tenerife. Fue cuando empezaron a demoler las chabolas, por ejemplo. El PSOE tenía unos publicistas de puta madre.