La bestia en la jungla
Henry James escribe La bestia en la jungla en 1903, aunque situando la (in)acción de la trama en la década de los ochenta del siglo XIX. El cuento trata de la historia de John Marcher y May Bartram o, tal vez, de la falta de historia de su relación. En una época convulsa, marcada por numerosas guerras, Marcher pasa la vida sin que nada le suceda. Sin embargo, padece desde muy joven la obsesión de estar destinado a enfrentarse a un peligro, a una situación que le sobrepase, y ésta será la única motivación que le agita. Tal vez por este misterio o por cierto atractivo, May caerá prisionera del sortilegio y establecerá una relación con él, prolongada durante toda una vida, sin que nada destacable suceda en su cotidianeidad. Al final Marcher descubrirá que su eterna espera ha sido innecesaria y que ha arrastrado en ella a May, marchitando ambas vidas en un espacio cerrado, falto de amor o calidez.
Sintetizado el drama en un cuento de poco más de 70 páginas, la densa prosa de James se revela sin embargo como un proyecto imposible de representar. ¿Cómo plasmar el vacío de ambas vidas? ¿Cómo trasladar a la pantalla la tragedia de un cobarde que pierde la vida esperando en reclusión victoriana el salto de la bestia que le ataque? ¿Cómo entender el sacrificio inútil de May, vinculándose al necio Marcher y a su paranoia? Más allá de la gran diferencia de valores y de modos de vida entre la Inglaterra de finales del XIX y nuestra sociedad actual, la falta de acción no facilita la representación de las decisiones morales de uno u otro personaje, más allá de una opción estética y estéril.
Curiosamente dos proyectos franceses han llevado a cabo sendas adaptaciones de la obra de James durante 2023. Patric Chiha se atrevió en La bestia en la jungla (La bete dans la jungle, 2023) a acercarse al espíritu del autor de Otra vuelta de tuerca situando a sus personajes en una discoteca en la que permanecerán de algún modo durante un cuarto de siglo, de 1979 a 2004. También aquí Marcher coincide con Bartram en una fiesta, rememorando (o tal vez creyendo recordar) un supuesto encuentro anterior en el que John confesara su obsesión. A partir de ahí se suceden los años y ambos quedan atrapados en una relación tóxica, en la que May Bartram, pese a su pareja y círculo de amigos, vuelve una y otra vez a la barra de bar o la pista de baile en la que John parece habitar, en compañía de otros habitantes del lugar, el Sr. Pipi y la Fisionomista (Beatrice Dalle en otro singular papel). El uso de una banda sonora que refleja el paso del tiempo, así como las referencias al SIDA y a algún aspecto político, se alternan con un ambiente de fantasmagoría que atrapa a ambos personajes por la paranoia del primero, aunque May, finalmente, parezca poder librarse de ella.
The Beast, la versión de Bertrand Bonello resulta mucho más libre, más alejada de la historia de Henry James, y el resultado es mucho más estimulante. Tras una secuencia extraña y desasosegadora en la que una joven contemporánea parece ensayar un grito, nos traslada a los salones nobles (de París en este caso) dónde Louis encuentra a Gabrielle y trata de rememorar un supuesto encuentro previo que, a los ojos del espectador, parece más el recuerdo de una vida anterior y en el que ya se alude a la obsesión de Louis por un suceso que le pondrá a prueba. A partir de ahí, Bonello alternará la lánguida historia de la pareja con la inserción de secuencias futuristas en las que una joven (la misma Léa Seydoux) debe someterse a una prueba incierta. Bonello evita caer en la inacción determinista de Henry James y precipita a la pareja protagonista a un romance arriesgado (en este caso ella está casada) y de funesto destino. El director de Nocturama (2016) mantiene el pulso tanto en la primera historia con un tono calmado, envolvente en una ambientación bella a la par que inquietante, como en la historia futurista, marcada por unos tonos tan fríos como los personajes que en ella aparecen. Reserva, sin embargo, una sorpresa, una tercera historia, ambientada en nuestra época, en la que la protagonista (Seydoux por partida triple) es acechada por él, en esta ocasión, un psychokiller que la atacará sin que nada pueda impedirlo. Este relato, trabajado en video, con escenas repetidas, y unas imágenes voluntariamente neutras, remacha la sensación de indefensión de la joven, independientemente de la época en la que se trate. A continuación, Bonello nos sitúa de nuevo en la historia de ciencia ficción que antes había introducido para conocer el destino del personaje principal.
Bonello consigue de este modo ofrecernos su versión de La bestia en la jungla. Una bestia tóxica que atrapa a la joven mujer y la lleva a un destino fatal, con elegancia primero y con violencia más adelante. Una toxicidad, finalmente desprovista de todo rasgo humano, que ignora el amor y la desprecia, en un futuro quizás no tan lejano. El director de Zombi Child (2019) demuestra de nuevo su capacidad de abordar un tema lejano y hacérselo suyo. Si Henry James presenta a May Bartram como una oportunidad de vivir la vida que John Marcher no sabe ver, pero a la que arrastra en su mediocre oscuridad. Bonello presenta a Gabrielle como un personaje que se esfuerza por encontrar la pasión a través de las épocas y a quien, trágicamente, los hombres, de una u otra manera, le niegan la oportunidad de tener un final feliz. Tres historias dramáticas, tres estilos estéticamente tan diversos como rotundamente efectivos y un final tan desolador como el narrado por James. Permanece el vacío emocional que el autor estadounidense describe, pero desplaza el protagonismo a la mujer. No es, ciertamente, el final de su cuento. Pero es posiblemente el final que nos corresponde ver en nuestra realidad.