China y el fin del comienzo
La protagonista habitual del cine Jia Zhangke recibe como regalo unos prismáticos. Bajo comparaciones con el explorador Cristóbal Colón, es animada por la muchedumbre a ir a la azotea a descubrir el Nuevo Mundo.
Jia Zhang-ke, probablemente el cineasta asiático más importante de lo que llevamos de siglo, se ha propuesto dibujar los lienzos de las inconmensurables transformaciones que está sufriendo el gigante chino. Enfrascado en esta misión, el cineasta cada vez utiliza en su cine un scope más grande que, unido a su tendencia a la panorámica, nos proporciona un paisaje en movimiento que encuadra el devenir humano. «Si algo no nos falta es gente», dice uno de los personajes. China es gente en tránsito que dialoga con su entorno. Jia, a pesar de recoger ese inmenso fresco geográfico, no olvida nunca que el primer plano son las historias humanas.
En su anterior film, Placeres desconocidos (Ren Xiao Jao, 2002), Jia había confrontado los cambios en China con el inmovilismo de una juventud sin futuro. En su trabajo posterior, Naturaleza Muerta (Sanxia Haoren, 2006), el chino reflejaría los efectos colaterales de la mastodóntica construcción de la presa de las Tres Gargantas. Mientras tanto, en The World, las miserias de los personajes tienen como escenario un parque temático consagrado a la imitación y la representación de lugares de los cinco continentes. El megacomplejo The World es un templo santificado a la artificialidad como forma de evasión de una vida dura, monótona y frustrante. El único contacto de la protagonista con el mundo real y exterior se produce con una compañera rusa a la que ni siquiera entiende, en una suerte de paradójica empatía similar a la que se producía en Ghost Dog, el camino del samurái (Ghost Dog: The Way of the Samurai. Jim Jarmusch, 1999).
No conozco a nadie que se haya subido a un avión
Evasión pero también promesa. El constante proceso de destrucción y construcción al que se enfrenta China es la historia de la promesa de un mundo mejor. Igual que las letras de las canciones en el cine de Jia prometen el sueño de una vida feliz,The World simboliza el único destino en un viaje imposible. Esta suerte de Tierra artificial confronta lo virtual con lo real. Las animaciones en flash que surgen de los mensajes de móvil refuerzan la idea de relación virtual de los personajes con el mundo. Los falsificados hitos arquitectónicos de la Torre Eiffel, el Partenón o el Taj Mahal se oponen a las vívidas frustraciones sentimentales de los personajes en pisos cochambrosos y pasillos angostos.
Jia persigue, desde la ficción, una mirada documental a estos hechos. Alejado de la convencional línea narrativa de la ficción, nos muestra el deambular de personajes en un gran lienzo sobre la China actual. Un plano general sobre el individuo y su contexto que graba con majestuosidad y gusto por la composición pero con sencillas cámaras de HDV. El director utiliza esa ausencia de artificio para detenerse en los desengaños y las desgracias de unas personas que han sido y son víctimas de un entorno que, a pesar de las promesas e ilusiones, se mueve para no cambiar.
«Esto es sólo el principio», se sentencia al final del filme. Muerte y Vida. Vida y Muerte. China simplemente ha comenzado a transformarse.